El final de Navegantes del Magallanes fue más evidente dentro del clubhouse que durante el último out de la semifinal y la celebración de Cardenales de Lara, en el centro del José Bernardo Pérez de Valencia. El manager Omar Malavé pudo ver en los rostros de su tripulación el adiós a las ambiciones y el inevitable naufragio del navío, que nunca pudo igualar la fuerza de los crepusculares

“Me llevo el corazón de todos mis peloteros y de una persona que vi llorando hoy, Mario Lissón”, dijo el timonel en claro homenaje al utility que jugó el último careo de su carrera. “Llevo el respeto de todos mis peloteros, las batallas que tuvieron conmigo. Pero tengo un lugar especial para Lissón, él es un amigo”.

Más allá de las emociones, la crudeza de la realidad muestra a un galeón que pasó semanas a la deriva; perdido y a merced del inquieto oleaje creado por las derrotas. Desde el 19 de diciembre solo conquistó 3 victorias en 17 encuentros, incluyendo la barrida en cuatro careos propinada por los pájaros rojos.

En el lapso, aunque existieron varios boquetes en el casco de la nave, lo peor fue el pitcheo abridor. Los iniciadores permitieron 61 carreras limpias en 62.0 innings para una descomunal efectividad de 8.85. Malavé no ocultó tales deficiencias en su comparecencia tras la eliminación.

“Nos hizo falta pitcheo abridor toda la temporada y cuando tienes que utilizar al máximo tu bullpen en cada juego estos son los resultados”, señaló el estratega. “No creo que era un relevo cansado, para nada, solo que al final no ejecutamos los pitcheos y eso nos costó mucho porque teníamos que venir desde atrás en muchas ocasiones”.

En la ronda regular, los eléctricos utilizaron a 15 brazos para iniciar encuentros, la cifra más alta de la liga. Después sumaron a Jonathan Albaladejo y Omar Bencomo jr. en la primera fase de los playoffs y luego, en plena crisis en la semifinal, acudieron a los relevistas mexicanos Oscar Verdugo y Santiago Gutiérrez. La cantidad de hombres que recibieron el chance en el staff abridor, sugiere la búsqueda constante de lanzadores capaces por parte de la gerencia filibustera.

“Tuvimos algunos abridores, el problema que hubo es que las organizaciones (de Grandes Ligas) de una u otra forma mandan a parar a los muchachos”, continuó Malavé. “Es viable conseguir uno o dos abridores criollos, lo hablados durante toda la temporada, pero también hay que desarrollar. No es fácil conseguir abridores sin restricciones, y los que los tienen van a pedir mucho. Yo no quise entregar los que nos pidieron porque en un futuro ayudarán mucho a Magallanes. Solo hay que tenerles paciencia y convencer a las organizaciones”.

Otra razón. Para Malavé otra bala que derribó la vela mayor fue la que representaba a las deserciones de grandes nombres. Magallanes no pudo contar al final con Andrés Eloy Blanco, Luis Torrens, José Tábata, Adonis García, Dedgar Jiménez, Ismael Guillón y otros que abultan el batallón de los que fueron extrañados.

“Cuando pierdes, por diversas razones, a peloteros claves que estuvieron aquí, con nosotros, durante la clasificación, es muy difícil tener que hacer los ajuste. Cuesta mucho reemplazarlos”, expresó la voz de mando que también elogió al victorioso.

“Fue una serie difícil en la que Cardenales jugó mucho mejor. Es difícil venir de atrás en todo momento, y enfrentar en series cortas a un equipo tan fuerte como Lara. Hay que quitarse la gorra ante ese equipo porque lo hizo todo”.

En general, la nave ganó 37 encuentros esta campaña, de los cuales solo dos ocurrieron después del 2 de enero. También cayó en 36 oportunidades.

Existen los deseos de volver

En ningún momento de su discurso Omar Malavé asomó una despedida. No quiere hacerlo. Fue bastante claro al ponerse a la orden para regresar el próximo año con la nave o, al menos, seguir como manager en la LVBP. “Por supuesto que estoy disponible para volver, esa ha sido mi mentalidad tanto acá como en Estados Unidos. Yo siempre he querido dirigir”, dijo el estratega magallanero. “Estoy agradecido con la gerencia porque me dio la oportunidad la temporada pasada y ratificó su confianza en esta. Llegué con la misión de clasificar como un primer paso y lo hicimos. Mientras avanzábamos aparecían los problemas. Sabíamos que teníamos que hacer un poquito más”. Malavé fue campeón con los Cardenales de Lara en las campañas 1997-1998 y 1998-1999, ambas finales disputadas contra los Leones del Caracas, equipo que también dirigió, así como a los Caribes de Oriente.


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