Apenas siete días necesito José Castillo para recorrer el largo trecho de 12 imparables que le separaban de un logro histórico en el beisbol venezolano. Siete días en los que disputó seis encuentros, incluyendo el choque de este miércoles, en Barquisimeto, ante los Caribes de Anzoátegui, uno de sus antiguos equipos en la LVBP. Y en medio de una arrolladora racha con el madero, completando con una jornada de cuatro cohetes la docena de indiscutibles que le faltaban para el millar, se convirtió, entre el aplauso de su nuevo público, en el octavo miembro de la legendaria lista de paleadores con 1.000 hits en nuestra pelota.                

“Nunca me imaginé esto», confesó el héroe de la jornada, luego de recibir abrazos a granel de sus actuales compañeros y de muchos otros de esos que alguna vez compartieron la cueva con él, comenzando con el manager visitante, Omar López, y el slugger Luis Jiménez, para coronar luego, bajo el aplauso del público, con un corrillo familiar, en el que toda su parentela le premió sobre la grama del estadio Antonio Herrera Gutiérrez con besos, palabras de encomio dichas al oído y apretones que celebraban a uno de los toleteros más productivos en los anales del circuito local.

Son 19 campeonatos a cuestas para este oriundo de Las Mercedes, que echó raíces en Barinas y ha repartido tablazos con casi todos los uniformes que dan vida al pasatiempo nacional.

Castillo quedó a las puertas del brillante listado en el torneo anterior y parecía que necesitaría al menos tres semanas para cruzar las puertas del club en el que acaba de reclamar su membresía. Pero su llegada a los Cardenales de Lara, que le adquirieron en un cambio con los Tigres de Aragua en el receso entre torneos, ha sido un bálsamo que le hizo comenzar en tromba, obligando finalmente a su manager José Moreno a subirlo en el orden ofensivo y ubicarlo a partir de ahora como el tercero de la alineación.

“Nunca me imaginé que conseguiría esto tan rápido”, confesó Castillo en la entrevista que el periodista José Rafael Colmenares le hizo después de la victoria sobre la tribu, 9 carreras por 2, a través del circuito radial de los crepusculares. “Esto es un premio que Dios me ha dado. Lo único que he buscado es ayudar a mi equipo, pero que sigan los récords”.

Ha sido un largo recorrido para el guariqueño, desde que debutó hace dos décadas con los Leones del Caracas en la temporada 1999-2000, un trayecto que ha incluido los uniformes de los Bravos de Margarita, Caribes, Tiburones de La Guaira y Tigres de Aragua, y que adornó con seis años en las Grandes Ligas con los Piratas de Pittsburgh, Astros de Houston y Gigantes de San Francisco, con posteriores pasantías por circuitos internacionales tan distantes entre sí como México y Taiwán.

En esta última etapa de su carrera jugó en la Liga Nacional Bolivariana y defendió a la Vinotinto en los Juegos Centroamericanos y del Caribe. Fue suficiente preparación para llegar listo a la justa de su consagración, en la que ingresa prontamente a la lista que encabeza el gran Vitico Davalillo, dueño de 1.505 indiscutibles.

Seis de los integrantes del exclusivo lote han vestido los colores que ahora defiende el llanero. Tan sólo Davalillo y el inolvidable Camaleón García no formaron parte de los Cardenales, si incluimos el rol que el fallecido César Tovar tuvo como coach crepuscular.

“Siempre que venía a jugar aquí, me abucheaban”, rió Castillo. “No me querían. Esta es una fanaticada muy exigente y por eso estoy concentrado en jugar bien. Ya me quieren. Soy parte de ellos y voy a seguir luchando”.

Luis Sojo, con 1.007, y Tomás Pérez, con 1.012, están ahora a su alcance. Muy pronto será uno de los seis mejores hiteadores de todos los tiempos en su tierra natal.

“No me imaginaba nunca esto”, reiteró. “Pude alcanzar a todas esas figuras históricas, que dieron mucho por el beisbol. Estoy contento con este logro. Ojalá sigan y también consigamos ese campeonato que tanto significa para la fanaticada de Lara”.

Los reporteros rodearon al toletero de 37 años, apenas cayó el último out. Sus compañeros le rindieron un último tributo con la clásica broma del baldazo de agua helada. Los aplausos siguieron, y las risas, y las exclamaciones de admiración.

“Ahora, a seguir rindiendo”, cerró Castillo, que batea para .429 de average, con .964 de OPS. “Ahora a seguir ayudando a mi equipo a ganar. Y a celebrar”.


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