El artículo de hoy fue escrito y publicado en estas páginas hace ya unas cuatro décadas, en enero de 1979. Tenía pocos meses como redactor de planta cuando Heberto Castro Pimentel, entonces jefe de la sección de Deportes, nos pidió una análisis de lo ocurrido en la votación al Salón de la Fama de las Grandes Ligas. Al menos en nuestro entorno, no había sido una elección más. Fue la primera en la que apareció el nombre de Luis Aparicio entre los candidatos a la inmortalidad, el primer pelotero venezolano con etiqueta de genuino aspirante a una placa en el museo de Cooperstown.

Con esta reproducción pretendemos mostrar el entorno en el cual se encuentra Omar Vizquel este próximo mes de enero, cuando conoceremos los resultados de la nominación de 2018, y donde el caraqueño figura por primera ocasión desde su retiro en 2012 luego de una extensa carrera de 24 años en las ligas mayores. Claro está, es una visión sin dejar a un lado las diferencias de tiempo y espacio existentes entre los dos eventos que envuelven a la pareja de campocortos venezolanos. Sustituyan el nombre de Aparicio por el de Vizquel, y tal vez tendrán una idea de lo que pueda pasar con Omar en sus aparición bautismal ante el gran jurado constituido por la Asociación de Cronistas de Beisbol de Estados Unidos. Regresemos entonces a aquellos días de 1979.

“Días después de efectuarse la escogencia de jugadores al Salón de la Fama del beisbol de las mayores, donde el venezolano Luis Aparicio recibió 120 votos de los periodistas electores, no logrando así el mínimo exigido para ingresar al elitesco templo, amigos poco conocedores de las interioridades del beisbol nos acosaron con múltiples preguntas: Bueno, ¿y es que Aparicio no reunía méritos suficientes? ¿Acaso por muchos años no se nos dijo que Aparicio era el mejor shortstop del mundo? ¿Por qué el privilegio fue solo para Willie Mays? ¿Es que al Salón de la Fama no entran los peloteros latinoamericanos?

Vayamos por parte. Por supuesto que Luis Aparicio posee todos los méritos exigidos para algún día ser inmortalizado. Allí están sus números y sus actuaciones en 18 temporadas con los Medias Blancas de Chicago, los Orioles de Baltimore y los Medias Rojas de Boston para demostrarlo.

Luis jugó 2.581 encuentros como campocorto, como nadie más ha podido hacerlo en toda la historia del beisbol mayor. Además, desde 1956 cuando fue elegido Novato del Año en la Liga Americana al batear para .266 en 152 juegos, el zuliano fue líder en robos del circuito ininterrumpidamente hasta 1964, también un récord para ambas ligas. Por otra parte, desde 1959 hasta 1966, Aparicio logró acumular el promedio defensivo más alto entre los torpederos de la Americana. Dicho en otras palabras, en promedio fue el que menos errores cometió durante ese período de ocho años. Pero todo esto no fue suficiente para convencer a los 432 periodistas de la Asociación de Cronistas de Beisbol de Estados Unidos, que tienen que otorgar al 75% de los votos como mínimo para poder ser elegido.

Y hay algo más. En el caso de Mays, su elección se daba como un hecho desde el mismo día que decidió retirarse del juego activo. Las razones eran abrumadoras, simplemente espectaculares. Sus 660 jonrones, sus 3.283 hits, sus dos títulos como el Más Valioso en la Liga Nacional, sus 20 Juegos de Estrellas, sus cuatro lideratos de cuadrangulares y su promedio vitalicio de .302 en bateo, no presentaban excusa alguna.

Si recordamos que Mays se convirtió en el noveno jugador electo en su primera presentación ante el gran jurado, y si tomamos en cuenta que esto solo ha ocurrido en 39 elecciones desde 1936, comprenderíamos mucho mejor lo difícil que era para Aparicio resultar también electo en su primera oportunidad. Para los periodistas, una celebridad como Mays merecía entrar solo, incluso dejando a un lado a jugadores como Duke Snider, Gil Hodges y el propio Aparicio. Ser el único, para que ustedes lo sepan, es tal vez el mejor honor, y Mays ciertamente fue único”.

La nota la titulamos: “Marichal llegará antes que Aparicio”. Porque el artículo incluyó unas líneas dedicadas a los latinoamericanos. Para ese momento el jardinero boricua Roberto Clemente era el único latino que moraba en el templo, y así ocurrió. Juan Marichal, el pitcher dominicano que ganó 243 encuentros en la gran carpa, ingresó a Cooperstown en 1983. Aparicio debió aguardar por otras cuatro oportunidades, hasta que finalmente resultó exaltado en 1984. Vizquel no tiene a su lado a un Mays. El aspirante más prominente de esta elección es el antesalista Chipper Jones, asomado como una fija, junto al toletero quisqueyano Vladimir Guerrero y el jonronero Jim Thome.

No obstante, quién quita que Vizquel no deba esperar tanto tiempo como esperó el único venezolano con un lugar en Cooperstown. 


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