El actual vicepresidente primero de Perú, Martín Vizcarra, parece estar llamado a tomar el relevo de Pedro Pablo Kuczynski en la presidencia.

La renuncia del mandatario, acosado por las sospechas de corrupción y sobre el que pendía la amenaza de una nueva votación para destituirlo en el Congreso, colocan a Vizcarra ante la responsabilidad de asumir la más alta magistratura del Estado si el Congreso acepta este jueves la renuncia de PPK.

A sus 55 años, este ingeniero civil, graduado en la Universidad Nacional de Ingeniería y nacido en Lima, se convierte así en una figura clave en la crisis política que vive el país sudamericano.

Hasta ahora venía simultaneando su cargo de vicepresidente con el de embajador en Canadá.

Procedente de una familia de clase media con intereses en el pequeño departamento de Moquegua, en el sur del país, Vizcarra se instaló en Lima para atender su incipiente carrera política.

Antes se había dedicado principalmente a sus negocios en el sector de la construcción.

En 2010 se puso al frente de un grupo independiente y resultó elegido como gobernador de Moquegua, cargo en el que, según los medios locales, ganó popularidad por su buena gestión.

En sus cuatro años al frente de la región esta se convirtió en líder del ranking nacional de educación, lo que tuvo gran repercusión y dio a su emergente figura una proyección nacional.

Pese a ello, no compitió por la reelección.

Salto a la vicepresidencia

En 2016, Kuczynski premió su entusiasta apoyo a su carrera presidencial y le propuso ser vicepresidente.

Aunque los pronósticos lo colocaban como uno de los hombres fuertes del gabinete, finalmente recibió solo la cartera de Transportes y Comunicaciones, considerada secundaria. Su gran momento estaba todavía por llegar.

Su decisión de financiar con dinero público a un consorcio argentino-peruano al que se le habían asignado las obras de construcción de un nuevo aeropuerto en Chinchero, Cuzco, para luego admitir que no se contaba con los fondos necesarios, lo colocó al pie de las críticas de la oposición.

Se le acusó de malgastar recursos públicos para ayudar a las empresas constructoras.

Pese a que no se le probaron los delitos que se le imputaban, se puso en marcha un proceso de destitución parlamentaria. Finalmente, optó por renunciar.

Aquello parecía su final.

Dejó el Ministerio y fue enviado como embajador a Canadá.

Ahora, tal y como establece la Constitución de Perú, al ser el vicepresidente primero, es el llamado a suceder al caído Kusczynski.

Se trata de un resurgimiento inesperado por el que podría gobernar Perú hasta 2021, cuando termina el actual periodo presidencial, pero la inestabilidad y la polarización en el Congreso es tal que pocos se atreven a vaticinar cuánto podría durar su presidencia.

En esta nueva crisis, Vizcarra ha actuado de manera diferente a como lo hizo en diciembre, cuando Kuczynski superó una primera votación para destituirlo en el Congreso.

Entonces Vizcarra compareció junto al mandatario en lo que se interpretó como un claro cierre de filas con él.

Pero ahora Vizcarra ha eludido pronunciarse sobre si renunciaría en el caso de que el Congreso decidiera la vacancia de Kuczynski, algo que sí hizo la vicepresidenta segunda, Mercedes Aráoz.

En los últimos días, Keiko Fujimori, cuyo grupo, Fuerza Popular, impulsó la vacancia de Kuzcynski, negó haber vertido críticas a Vizcarra por el caso del aeropuerto de Chinchero y dijo de él que «puede hacer un mejor trabajo que el presidente actual».

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