Un Hugo Chávez luminoso y multicolor se yergue sobre una de las principales avenidas de Managua, homenaje oficial de una Nicaragua agradecida a su benefactor venezolano.

No es un monumento particularmente elaborado: apenas su retrato pintado sobre dos planchas de metal recortado y recubierto con luces LED, que desde 2013 se alza en medio de una traficada rotonda llena de árboles artificiales.

Pero ubicado a las puertas del antiguo centro de la ciudad —arrasado por el terremoto que mató a casi 20.000 personas en 1972 y nunca completamente restaurado— ese Chávez metálico y policromático ha sido testigo privilegiado de lo mucho que ha cambiado la capital de este país centroamericano en los últimos años.

En no poca medida gracias a la generosidad de Caracas.

Bajando por la avenida con rumbo norte —»al lago», en la particular forma de dar direcciones que tienen los managuas— remozados espacios públicos y ambiciosos complejos deportivos le están inyectando nueva vida a la zona más afectada por el sismo.

Y numerosas nuevas construcciones —un nuevo estadio nacional, un moderno hospital general, complejos de oficinas y centros comerciales…— pululan por todos los puntos cardinales, dando testimonio del buen momento económico del segundo país más pobre del hemisferio.

En contraste, la generosa Venezuela atraviesa una brutal crisis económica desde hace varios años.

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Omnipresente

Evaluar el impacto de diez años de cooperación bolivariana con Nicaragua no es fácil. Seguir el rastro de todo el dinero facilitado por Venezuela hasta el año pasado, tampoco.

Pero la huella de Chávez está por todos lados.

Su nombre completo figura en letras metálicas a la entrada del recién inaugurado «Centro Deportivo Comandante Hugo Rafael Chávez Frías» de la colonia 14 de Septiembre, en el este de Managua.

Ahí, una gigantesca fotografía con su rostro también adorna las bardas del estadio de béisbol infantil, donde un grupo de niños pule sus habilidades bajo la orgullosa mirada de sus padres, y del «Comandante eterno».

Con sus refulgentes canchas de baloncesto y fútbol, gimnasio al aire libre y juegos infantiles, el complejo rápidamente se ha convertido en un importante punto de encuentro para las familias del barrio y colonias aledañas.

Este es solo el más reciente y vistoso ejemplo de la multiplicación de infraestructuras impulsada por el Frente Sandinista desde su regreso al poder en enero de 2007.

Uno de los emblemas de una activa gestión alimentada en parte por el combustible venezolano.

Miles de millones

Efectivamente, bajo los términos de un generoso acuerdo suscrito entre el gobierno sandinista y el que en su momento presidía Hugo Chávez, Nicaragua obtuvo un plazo de 25 años para pagar la mitad de todo el petróleo importado desde Venezuela, a una tasa de interés de nada más el 2%.

Del archivo: Chávez abastece a Nicaragua

Esto liberó abundantes recursos: más de US$3.654 millones entre 2007 y 2016, según cifras oficiales; calderilla para una economía como la venezolana, pero más de tres veces el valor de las exportaciones nicaragüenses durante el primer año del gobierno de Daniel Ortega.

No es el único factor, pero el esquema de cooperación —que ha sido manejado como deuda privada y por lo tanto está libre de las restricciones y controles de los recursos presupuestarios— ciertamente fue clave para la reelección del líder sandinista en 2011 y 2016.

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La ecuación es sencilla: además de financiar numerosas inversiones, el dinero generado por los créditos petroleros venezolanos «ayudó a mantener programas sociales por casi ocho años», explica Juan Sebastián Chamorro, ex viceministro de Hacienda y director ejecutivo de la Fundación Nicaragüense para el Desarrollo Económico y Social (FUNIDES).

Pero además, como destaca Chamorro, Venezuela también le permitió a Nicaragua pagar el otro 50% de su factura en especies, lo que dinamizó las exportaciones y llevó recursos «hasta los más recónditos municipios del país, que es de donde salen los productos agropecuarios».

«Básicamente el gobierno agarraba el efectivo generado por las gasolineras y se iba a comprar carne, azúcar, leche, café y le mandaba ese producto en pago a Venezuela», explica el economista.

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«Eso —junto al boom de las commodities, en el que también se montó Nicaragua— le dio al país una tasa de crecimiento muy superior al del resto de los países de América Latina. Estamos hablando de un crecimiento de 4,8% en los últimos cinco años», destaca.

Según la estimaciones del Fondo Monetario Internacional (FMI), la economía de toda la región se contrajo 1% en 2016.

Esa situación explica por qué, en contraste con lo que ocurre en Venezuela, el gran empresariado nicaragüense mantiene excelentes relaciones con las autoridades de un gobierno que se autoproclama revolucionario y socialista, además de cristiano y solidario.

De hecho, incluso el año pasado, cuando la economía de Venezuela se contrajo un impresionante 18%, la nicaragüense creció en un 4,7%, según las cifras del FMI.

Pero, para el organismo, eso también significa que el final de la cooperación petrolera —formalmente renegociada en 2016 y en la práctica interrumpida a partir de este año— es uno de los grandes desafíos a los que debe hacer frente la nación centroamericana.

Lo que a su vez obliga a preguntarse: ¿Qué tan preparada está Nicaragua —y el Frente Sandinista— para seguir adelante sin la cooperación bolivariana? ¿Y qué tan bien se aprovechó la década de abundancia apuntalada por la generosidad de Caracas?

Sueños bolivarianos

Para darle una ojeada al más ambicioso de los proyectos financiados con la cooperación venezolana primero hay que manejar unos 55 kilómetros en dirección oeste desde Managua y tomar un desvío por una carretera que está en excelente estado, pero por la que pasan tantos camiones como vacas.

Una decena de kilómetros más adelante, flanqueado por banderas de Venezuela, Cuba y Nicaragua, al lado izquierdo de la vía se alza un gigantesco centro de almacenamiento y distribución de petróleo al que gruesas tuberías conectan con un puerto cercano.

Como celebra el empleado que recorta la maleza que crece alrededor del oleoducto, el complejo finalmente se apresta a entrar en funcionamiento diez años después de que el propio Chávez colocara la primera piedra de lo que entonces bautizó como «El Supremo Sueño de Bolívar».

Y, cuando lo haga, duplicará la capacidad de almacenamiento de petróleo del país —actualmente de 1,4 millones de barriles— y reducirá a la mitad los costos de su transporte hasta la capital.

La gigantesca obra es una de las razones por las que las inversiones en el sector energía son, de lejos, las más cuantiosas de todas las realizadas con los préstamos venezolanos.

Aunque también se han invertido recursos en muchos otros sectores, incluyendo el financiamiento de créditos y microcréditos de numerosos pequeños productores y comerciantes.

Y según los datos en poder del FMI, aproximadamente un tercio de toda la deuda venezolana se ha destinado a proyectos sociales, a menudo bajo la forma de transferencias directas a algunos de los más pobres del país.

Así, de acuerdo a cifras oficiales, entre 2010 y 2016 de los recursos venezolanos salieron:

US$123,5 millones para iniciativas en seguridad alimentaria y nutrición

US$114,7 millones para viviendas

US$50,4 millones para proyectos en «educación, cultura y recreación»

Además, el gobierno sandinista también destinó:

US$199,9 millones a subsidios de transporte y

US$191,4 millones al denominado «bono solidario»: un suplemento salarial para empleados públicos que pasó a ser financiado con fondos del presupuesto en 2014.

Un brusco despertar

Para ese entonces la cooperación petrolera venezolana ya había empezado a disminuir y, en 2016, los bajos precios del crudo y la situación en el país sudamericano también obligaron a revisar los términos de su acuerdo con Nicaragua.

Por un lado se limitó el financiamiento concesional a nada más el 25% de la factura. Por otro, se redujo en dos tercios la cuota de 30.000 barriles diarios acordada con Chávez, por lo que Nicaragua empezó a importar petróleo de otros países.

En la actualidad, sin embargo, los envíos de crudo desde Venezuela estánvirtualmente congelados. Así que cuando las tuberías de «El Supremo Sueño de Bolívar» entren en funcionamiento muy probablemente no transportarán petróleo venezolano.

La situación también impedirá la plena materialización del «supremo sueño» anunciado por Chávez, pues el complejo así bautizado estaba supuesto a albergar una refinería, una petroquímica y la terminal de un oleoducto interoceánico, ahora congelados.

Pero no hay duda de que el impacto más grande será sobre los programas sociales.

El «bono solidario» no ha sido el único de los programas que poco a poco ha pasado a ser financiado con fondos del Presupuesto General de la República, obligando a reducir el número de beneficiarios. Otros programas han tenido que ser modificados o simplemente cancelados.

Menos pobres, más vulnerables

Los críticos del gobierno sandinista denuncian que la naturaleza asistencialistade la mayoría las iniciativas financiadas con el dinero venezolano las hace útiles para ganar elecciones, pero no para lograr una reducción sostenible de la pobreza en un país que, con un PIB per cápita de nada más US$2.151, sigue siendo el segundo más pobre del hemisferio.

¿Pero se puede calificar la década de abundancia que en cierta forma fue el gran regalo de Chávez a Nicaragua como una oportunidad desperdiciada?

«En Nicaragua se ha reducido la pobreza. La discusión eterna aquí es si se redujo mucho o se redujo poco, pero sin duda ha habido una reducción de la pobreza», le dice a BBC Mundo Juan Sebastián Chamorro.

«Sin embargo, esta reducción se ha traducido en gente que pasó de ‘pobre’ a ‘vulnerable’, y estos vulnerables son personas que pueden volver a caer en la pobreza si no tienen un empleo permanente, lo que significa que la situación no está completamente resuelta», explica.

Las cifras oficiales basadas en la última Encuesta de Medición de Nivel de Vida, hablan de una reducción de la tasa de pobreza de 29,6% en 2014 a 24,9% en 2016.

Aunque análisis independientes como el de la Fundación Internacional para el Desafío Económico y Global (FIDEG) —que ubica la línea de pobreza en US$2,50 por día, en lugar de los US$1,75 que utiliza el gobierno— la estimaban en un40,5% en 2014 y un 39% un año mas tarde.

Significativamente, la organización decidió posponer indefinidamente la presentación de su más reciente Encuesta de Hogares para Medir la Pobreza en Nicaragua —originalmente prevista para agosto de este año— «porque las condiciones no estaban dadas».

Plata para repartir

En los últimos años, Octavio Enríquez no ha hecho sino acumular premios de periodismo, tanto fuera como dentro de Nicaragua: el Ortega y Gasset, el Rey de España, el Pedro Joaquín Chamorro, el María José Bravo…

Ese último, otorgado por la Universidad Centroamericana de Managua a la mejor investigación periodística del año, fue en realidad el primero de todos. Lo obtuvo en 2010 luego de documentar el crecimiento de la fortuna de un allegado al presidente Ortega gracias a jugosos contratos pagados con dinero público o de la cooperación venezolana.

Desde entonces, a pesar de las dificultades, este periodista de hablar pausado no ha dejado de seguir el rastro de los dineros de Alba Petróleos de Nicaragua(ALBANISA), la empresa creada para administrar la cooperación petrolera venezolana.

«Ese dinero significó casi US$500 millones anuales, en promedio, fuera del presupuesto. Como periodista el tema me es atractivo porque se trata de recursos extrapresupuestarios que ningún presidente y ningún gobierno había tenido antes a la mano», le dice Enríquez a BBC Mundo.

«Pero seguirle la pista ha sido difícil precisamente por eso, porque no había ninguna institución interesada en fiscalizarlo —pues aquí todos los poderes del Estado están controlados por el ejecutivo— y, tal vez lo más interesante, porque su manejo es un manejo familiar», agrega el experiodista de la revista Confidencial, ahora con el diario La Prensa.

Según Enríquez, la familia gobernante ha utilizado el esquema de cooperación de Venezuela para capitalizar sus empresas, las de sus allegados, y otras en las que los límites entre lo público y lo privado se difuminan en beneficio de los Ortega o el partido de gobierno.

Un ejemplo serían las tres estaciones televisivas actualmente manejadas por hijos de Ortega y la cadena de gasolineras vinculada a la esposa de otro. Pero, según Enríquez, esa solo sería la punta del iceberg.

«Cada uno tiene su esfera de negocios. Vos ves ahí que en Chávez tenían al tío rico y aprovecharon su dinero para capitalizar sus negocios, y eso creó una nueva clase social en el país», le dice a BBC Mundo.

a familia Ortega no acostumbra comentar sobre el tema, si no es para denunciar los señalamientos como motivados políticamente.

Y todos los esfuerzos de BBC Mundo por obtener una versión oficial sobre el uso de los fondos venezolanos y los otros aspectos abordados en este artículo fueron en vano.

Lo que es evidente, sin embargo, es que muchos simpatizantes sandinistas simplemente no creen en los señalamientos, mientras que a otros el tema simplemente parece no importarles.

«Al menos ellos también hacen cosas por nosotros los pobres, no como los de antes», explica uno de ellos en el barrio Hugo Chávez de Managua.

En el barrio de Chávez

Sí, en Managua también hay un barrio Hugo Chávez.

Ya se llamaba así antes de que empezara a fluir la cooperación venezolana.

La barriada —un conjunto de casas de diferente calidad, distribuidas en 38 andenes cruzados por dos calles principales, pavimentadas hace solo unos pocos años— nació a inicios del siglo a orillas del lago de Managua como un barrio de invasión fundado por desmovilizados del ejército y la policía.

Una década después ya sumaba más de 13.000 habitantes, en su mayoría simpatizantes sandinistas como evidencian las numerosas banderas rojinegras y pintas como en la que se lee «En Dios confiamos, con la Chayo y Daniel ganamos», una referencia a Ortega y su esposa y vicepresidente, Rosario «Chayo» Murillo.

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Sus habitantes no se ponen de acuerdo sobre las veces que Chávez los visitó, aprovechando su cercanía al aeropuerto, pero todos recuerdan que el mandatario prometió US$8 millones para transformar el lugar en un barrio modelo, digno ejemplo de la cooperación bolivariana.

Ese sueño tampoco se materializó, pero en la última década mucho cambió por acá y los vecinos siguen profundamente agradecidos al expresidente venezolano.

«Esto era monte, era predio vacío, pasamos años sin luz y sin agua y ahora ya tenemos. También estamos legal», destaca Karen Pastrán, una vecina del bario.

«Aunque dice todo el mundo que desde que se murió Chávez no hay nada», lamenta.

Pastrán también deja claro que la comunidad esperaba beneficiarse más de los recursos facilitados por Venezuela.

«Algunos andenes están adoquinados, pero los otros están en el olvido. También hicieron la escuela, pero habían prometido una de dos pisos y esa solo tiene seis aulas», le dice a BBC Mundo.

Entre las críticas de la mujer —que parece ser uno de los pocos no sandinistas del barrio— también hay una que ha sido constante a los programas sociales financiados con la cooperación venezolana: el uso de criterios políticos para elegir a sus beneficiarios.

«A mí no me han tocado esos proyectos sociales. Algunos hasta casa recibieron, pero a mí ni una lámina de zinc me han dado. Sólo a la gente que anda con ellos le dan», asegura Pastrán ante la mirada divertida de una vecina que tiene decorada su casa con banderitas sandinistas.

La mujer, sin embargo, prefiere no hablar. Y el temor a ser manipulados por un periodista «extranjero» hace que muchos de los sandinistas del barrio también prefieran quedarse callados o hablar bajo condición de anonimato.

Pero uno de ellos ofrece lo que tal vez sea el resumen más completo de los beneficios de la cooperación venezolana en Nicaragua.

«Mire, la verdad es que con el Gobierno de Unidad y Reconciliación aquí hemos ganado todos», le dice a BBC Mundo.

«Ha ganado el pueblo, con los programas sociales, han ganado los empresarios, que también están haciendo reales, ¿y qué tiene de malo que también hayan ganado algo los sandinistas y hasta la familia del comandante?».

El verdadero legado

Ese planteamiento que puede ayudar a entender por qué en las últimas elecciones Ortega terminó imponiéndose con el 72,44% de los votos, cuando una década atrás regresó al poder con un 38%.

Aunque también hay otros factores que explican el abultado margen.

La oposición insiste en que las cifras de su victoria hay que tomarlas con pinzas dada la ilegalización de algunos partidos y la falta de confianza en el Consejo Supremo Electoral, evidente en el debate sobre el nivel de abstención en las elecciones de noviembre de 2016, que el CSE afirma fue del 31,8% y la oposición más del 70%.

¿Por qué es tan cuestionado el camino de Daniel Ortega hacia una nueva reelección en Nicaragua?

Pero también está claro que la abundancia de dinero de la cooperación venezolana y la «bonanza» propiciada en parte por el auge exportador derivado del esquema petrolero también han ayudado.

La combinación ha ayudado a desmovilizar a numerosos sectores —como el gran empresariado— que en otras circunstancias les habrían plantado cara de forma más decidida al partido de gobierno.

De hecho, ese tal vez sea el mayor legado de Chávez a Nicaragua: un FSLN cada vez más consolidado en un país en el que, hoy por hoy, la mayoría no parece encontrar suficientes razones y alternativas para darle batalla. O que simplemente no quiere arriesgarse.

Aunque un cambio dramático en la situación económica podría modificar las cosas. Y con EE.UU. contemplando sanciones para el gobierno de Ortega, ese escenario no puede descartarse.

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Por el momento, sin embargo, las estimaciones del Fondo Monetario apuntan a más crecimiento en el país centroamericano: 4,5% este año y 4,8% el año que viene.

En contraste, según el mismo FMI, la economía de Venezuela se seguirá contrayendo.

La herencia de Chávez parece ser mucho menos polémica en Managua que en Caracas.

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