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Desde su creación en 1948, Corea del Norte ha establecido relaciones diplomáticas formales con más de 160 países y mantiene 55 embajadas y consulados en 48.

Un pequeño pero significativo número de Estados —25 en total— tienen misiones diplomáticas en Corea del Norte, incluyendo Reino Unido, Alemania y Suecia, según muestra el mapa del Instituto Lowy.

China y Rusia, como sus vecinos comunistas, están entre los primeros países que establecieron relaciones diplomáticas después de la creación de la República Popular Democrática de Corea —como se conoce oficialmente—.

Estados Unidos está ahora presionando al resto del mundo a endurecer su relación con Pyongyang. La embajadora estadounidense en la ONU Nikki Haley, llamó a »todas las naciones a cortar todos los lazos».

Entre aquellos que tomaron acciones están España, Perú, México, Italia, Kuwait y Myanmar, que expulsaron embajadores o diplomáticos en los meses recientes.

Portugal, Uganda, Singapur, Emiratos Árabes Unidos y Filipinas suspendieron las relaciones o cortaron otras relaciones.

Pero muchas misiones diplomáticas norcoreanas alrededor del mundo permanecen abiertas por negocios.

Algunos países incluso parece que están reforzando la relación. Así, Pyongyang coopera con varias naciones africanas en la construcción de numerosos proyectos y mantiene conversaciones sobre energía y agricultura con otras.

Sin embargo, los lazos diplomáticos con Corea del Norte son profundamente deficientes.

Solo seis de los 35 países miembro de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) —la organización internacional de las economías más desarrolladas del mundo— mantienen una misión en Pyongyang.

Estados Unidos nunca estableció relaciones diplomáticas con Corea del Norte. Tampoco Japón ni Corea del Sur.

Esto significa que EE.UU. y algunos de sus más cercanos aliados asiáticos dependen de otros países para la escasa información que sale de Pyongyang.

Esta viene de países como Alemania, Reino Unido y Suecia, que comparten las instalaciones en la capital norcoreana, y que no llegaron a retirar a sus embajadores ni a cerrar las misiones norcoreanas en sus capitales.

La red de misiones diplomáticas norcoreanas en Asia, Europa, Medio Oriente y África han sido cruciales para generar ingresos, tanto legales como ilícitos, evadiendo las crecientes sanciones de las Naciones Unidas y las unilaterales.

Las embajadas en gran medida se autofinancian, y las acusaciones de que operan como frentes para actividades ilícitas son extensas.

Los anfitriones europeos de las misiones norcoreanas se han quejado de que los edificios de las embajadas se subalquilan ilegalmente a empresas locales.

En Pakistán, un país con históricas simpatías hacia Pyongyang, un robo en la residencia de un diplomático norcoreano generó sospechas de que podría haber estado involucrado en el contrabando de alcohol a gran escala.

En ambos lados, las agencias de inteligencia sospechan de los funcionarosdel otro país y vigilan de cerca a los diplomáticos y los someten a restricciones estrictas de viaje.

Corea del Norte también pone a sus propios diplomáticos bajo un escrutinio de contrainteligencia, temiendo que puedan desertar.

Dados todos estos problemas, la pregunta obvia es: ¿qué puede lograr la diplomacia?

Para algunos países socialistas o comunistas, como Cuba, Venezuela y Laos, la relación con Corea del Norte cobra una apariencia de apoyo ideológico mutuo.

Pero en estos días, esos fraternales lazos diplomáticos se sostienen más por una corriente compartida de antiamericanismo que por una ideología común, al igual que ocurre con Siria e Irán.

Donde sea que estén ubicados, se espera que los diplomáticos de Pyongyang impulsen el apoyo progubernamental y rechacen los sentimientos «hostiles».

Los países occidentales que acogen misiones y las tienen en Pyongyang, como Alemania, ven un valor en mantener abiertas las líneas diplomáticas de comunicación, creyendo que la diplomacia es la mejor solución al problema coreano.

Quienes también pueden proveer un servicio invaluable fueron los diplomáticos suecos, que obtuvieron permiso para acceder al estudiante estadounidense Otto Warmbier, arrestado en Pyongyang en 2016 y quién murió poco después de su regreso a Estados Unidos.

Un exembajador británico en Pyongyang argumentó que tener una embajada valía la pena, no costaba mucho y podría «actuar como los ojos y oídos de la comunidad internacional en una situación potencialmente volátil».

Los vínculos entre Pyongyang y el resto del mundo, aunque sean frágiles, muestran que las opciones diplomáticas con Corea del Norte aún no se han agotado.


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