Si hacemos un recorrido por la pelvis de la mujer nos encontraremos en el camino con algunos personajes cuya presencia puede parecer fuera de lugar.

¿Cómo acabó James Douglas detrás del útero? ¿Qué hace Gabriel Falopio colgado entre los ovarios? ¿Por qué está Caspar Bartolini el Joven pegado a los labios vaginales? Y, ¿realmente le debemos creer a Ernst Grafenberg cuando dice que fue él quien encontró el punto G?

Todos estos hombres acabaron inmortalizados en la pelvis femenina a través de algunos de los nombres que sirven para designar sus partes: el fondo de saco de Douglas (o fondo de saco recto-uterino), glándulas de Bartolini (o glándulas vestibulares mayores), las trompas de Falopio (o trompas uterinas) y el esquivo punto Grafenberg.

Lo cierto es que los hombres -todos difuntos anatomistas blancos, por supuesto- se encuentran por todo el cuerpo de la mujer. Sus nombres sirvieron para designar elementos anatómicos y quedaron inmortalizados como si hubieran sido exploradores audaces que conquistaron la geografía de la pelvis femenina al modo de una tierra de nadie.

GETTY IMAGES / El flamenco Andreas Vesalius (Andries van Wesel) fue el autor de importantes estudios anatómicos en el siglo XVI.

Hombres y dioses en el cuerpo de la mujer

También los dioses están impresos en las mujeres. El dios griego masculino del matrimonio, Himen o Himeneo, quien falleció en su noche de bodas, le prestó su nombre a un elemento anatómico específicamente femenino.


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