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Rachel Waddingham convive con más de cinco voces en su cabeza que van comentando su vida diaria.

Tienen nombres, personalidades y edades claramente diferenciadas, que esta británica distingue perfectamente por su manera de hablar y por su «presencia» hasta cuando no lo hacen.

Blue es la más joven, tiene 3 años y es muy triste, pero también traviesa. Elfie tiene 11 y se ofende con facilidad, y además desde los 18 años Rachel escucha en su cabeza a tres hombres que comentan y critican lo que ella hace, como si fueran unos «científicos en un experimento observando lo que hago».

«Rachel es una estúpida», «no vale para nada», «¿por qué no se suicida?», «eres asquerosa», «no te soporto».

«Recuerdo la primera vez que los escuché, estaba en cama y me quedé helada. Sentí que no me podía mover y los escuchaba decir todas esas cosas horribles», le dijo a la BBC.

Según Rachel las voces se escuchan y hablan entre sí y algunas tienen miedo de otras. »Es como tener una red de personas en la cabeza».

Escuchar voces se suele asociar a enfermedades mentales.

¿Pero y si Rachel no está enferma?

La doctora Angela Woods, de la Universidad de Durham, en Reino Unido, lidera la investigación Hearing the voice, uno de los estudios más complejos del mundo sobre la experiencia de oír voces.

«Si te encerraran en un tanque totalmente aislado desde el punto de vista sensorial y social, está casi garantizado que a las 72 horas tú también empezarías a escuchar voces», le dijo Woods a la BBC.

La mayoría de las personas experimenta alguna ilusión auditiva en algún momento de su vida, sobre todo durante los márgenes del sueño o, por ejemplo, cuando crees que alguien dijo tu nombre.

Pero las alucinaciones auditivas de Rachel son mucho más extremas. Ella pertenece al estimado 2% de la población que escucha voces regularmente que «viven» en su cabeza y con las que mantienen verdaderas relaciones.

Pero estas voces no son inventadas.

Las voces sí «existen» en el cerebro

«Las voces son tan reales como las cosas que experimentamos en el mundo», explica Woods.

Los científicos han comprobado mediante escáneres cerebrales que cuando la gente como Rachel oye esas voces se ven diferencias en la actividad del cerebro.

Es difícil imaginar cómo es esa experiencia.

Algunas son siempre negativas, criticonas y dicen cosas horribles. Otras pueden ser amigables y serviciales, por ejemplo a la hora de dar consejos o ideas.

La BBC habló con un paciente que escribió un libro para niños gracias a la «colaboración» de una de sus voces.

Los distintos personajes que conviven en una misma mente también pueden hablar distintos idiomas. Suelen estar fuera del control de los pacientes, aunque algunas personas dicen que sí pueden ejercer cierto control sobre ellas.

Para algunas personas, estas voces no se distinguen en nada de las del mundo real. Para otras es como escuchar constantemente de fondo la conversación de la mesa de al lado en el restaurante.

Rachel dice que a veces percibe las voces que la acompañan aunque no digan palabras, casi como una experiencia «sensorial» más allá de la voz.

Pero entonces, ¿Rachel perdió la razón? Sí y no.

A ella le diagnosticaron una combinación de esquizofrenia y trastorno bipolar. Se pasó años siguiendo una medicación con antipsicóticos, entrando y saliendo del hospital.

Hoy todavía oye voces pero no está enferma. Trabaja y lleva una vida normal, equilibrada y sin medicación.

Si no lo hubiera contado, nadie sabría qué ocurre en su cabeza.

Un vínculo con el trauma infantil

Una de las cosas que muchas personas que escuchan voces tienen en común es el haber sufrido algún tipo de trauma en su niñez.

Según la doctora Woods hay una relación «absolutamente clara» entre la adversidad durante la niñez, especialmente el abuso sexual o una cuestión estructural como la pobreza o una gran inestabilidad familiar, y el incremento del potencial de que la gente oiga voces en la edad adulta.

La especialista asegura que los traumas en la edad temprana tienen un enorme impacto en la probabilidad de oír voces en la edad adulta.

«La asociación entre la adversidad en la niñez y el oír voces es tan fuerte como la asociación entre fumar y tener cáncer de pulmón», le dijo a la BBC.

De acuerdo a esta hipótesis, cuando una persona joven sufre abuso, el trauma es tan grande que como un mecanismo de defensa, los sentimientos que son demasiado abrumadores como para que el niño los experimente directamente se rompen y se «externalizan».

Así es como Rachel explica sus voces.

«Creo que lo callé y lo reduje, y las voces son casi como metáforas de eso o ventanas hacia eso. Pero, ¿es ese el motivo por el que oigo voces, porque pasé por un trauma? No lo sé. Eso ciertamente les da forma. Pero puede ser que yo tenga genéticamente la capacidad de oír voces», le dijo a la BBC.

Más de la mitad de ese 2% de personas que oyen voces regularmente, llevan vidas ordinarias, sin necesidad de medicación recetada por un psiquiatra.

Quizás esas voces solo quieran ser oídas.


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