Un pionero del videoarte venezolano y un consagrado artista visual tejen un diálogo que se exhibe en la galería Carmen Araujo. Gestos irónicos es la última entrega de un conjunto de muestras en la que dos artistas, apartados por generaciones y por temas de creación, hacen converger sus piezas para reelaborar conceptos plásticos de la contemporaneidad. Desde septiembre de este año, artistas como Juan Iribarren, Daniel Medina, Armando Ruiz y Luis Salazar dialogan en el espacio ubicado en la Hacienda La Trinidad.

El artista Carlos Castillo nació en Caracas en 1942 y comparte el lugar de origen con el también creador visual Luis Poleo, quien vino al mundo 22 años después. A pesar de las décadas que los separan, ambos han decantado en el proceso de creación plástico a través del movimiento. Los dos han incursionado en la pintura y en los medios mixtos; sin embargo, en esta oportunidad sus creaciones apuntan al video que rompe las fronteras de la imagen de los cuatro televisores que integran el montaje.

Luis Poleo presenta Desconcierto. “Es una respuesta física al dolor, el terror y al miedo que nos embarga. Así se siente que alguien más te inocule temor”, explica el artista, quien compone una pieza con tres televisores en las que dos manos tiemblan alrededor de un rostro cuya boca inhala humo. Tanto Poleo como Castillo forman parte de sus videos. “Se plantea una exploración y un retorno hacia lo pictórico desde la visión de los rostros de ambos, que se enfrentan en la sala”, apunta Castillo, quien exhibe Diálogo con, en el que los artistas aparecen retratándose mutuamente con acrílicos.

El diálogo visual entre las obras de ambos artistas es literal. Los televisores, escogidos viejos y desgastados adrede para reflejar la coyuntura que embarga a los creadores, se disponen unos frente a otros creando una conexión de la que surgen nuevas interpretaciones de las piezas. “En los videos se concreta un relato crítico”, asegura Sandra Pinardi, curadora de la exposición, quien añade que la muestra está compuesta por imágenes amenazantes. “Enfrenta y, en cierto sentido, diluye el juego de evidencias que coloniza al mundo contemporáneo elaborado de imágenes perfectas y sólidas, obvias y explícitamente referenciales”, agrega Pinardi sobre el montaje.


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