Una nueva forma de ver a Caracas es a través de sus monumentos más recientes. Así lo ha hecho Daniel Benaim, quien luego de pasar quince años fuera del país llegó para habitar de nuevo su ciudad. En los casi cuatro años que lleva acá, ha registrado algunos cambios en la piel de la urbe.

La exposición Monumento Nacional / Amuletos del poder, que exhibe la Galería GBGArts, rinde cuenta del momento histórico que le ha correspondido vivir a Benaim, pero también corresponde a sus intereses primigenios. Recordemos que sus trabajos anteriores rendían espacio a la preocupación por el territorio venezolano y a algunos de sus referentes. Colores primarios, torres de petróleo y árboles nacionales daban pautas en la lectura de sus obras. En este reciente trabajo se planteó reflexionar sobre los nuevos monumentos erigidos en Caracas.

En esta muestra, hay que resaltar el trabajo curatorial de Ricardo Báez y la calidad del montaje realizado por Mario Matos, el cual expone una museografía llena de gestos que sostienen de manera impecable el carácter grandilocuente del discurso visual. En las paredes se usaron códigos cromáticos de tonos tan simbólicos como el mamey y el negro, y la división espacial en dos salas sugiere dos espacios histórico-temporales.

En la primera sala, gobiernan las imágenes en gran formato de los nuevos monumentos patrios o símbolos del poder. En la segunda, el interés pasa al elemento objetual creado con nuevas tecnologías. Esculturas hechas en impresoras 3D que alcanzan la escala del adorno de mesa, adquiriendo un carácter que llega a re-significar al tótem, al animal feroz o al pedestal. Y son precisamente estos objetos los que crean la conclusión visual del país portable, un país cuyos monolitos pueden viajar a otros lugares como un souvenir. En el texto de sala escrito por Ruth Auerbach se afirma que “más que la catalogación de una estatuaria paradigmática, este provisional archivo de fotografías se propone trazar una lectura polisémica y desconocida de las transformaciones y reconfiguraciones del escenario urbano. Un espacio ciudadano cuya iconografía reciente y arbitraria abre –también– una serie de especulaciones, atribuciones y suposiciones a partir de nociones que recorren las más insospechadas historias singulares, atravesadas por el relato de la narrativa popular, la ficción, el mito urbano y la leyenda apócrifa”. Allí está la invitación del autor a descubrir la cuadratura geográfica de los nueve elementos como marcas que transformaron el espacio caraqueño. Personalmente encuentro fascinante que con el paso del tiempo este material se pueda apreciar de otras maneras, cuando al cabo de diez, veinte o más años, la carga histórica rinda sus efectos.


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