El arte no es cuestión de musas. La expresividad visual suele estar anclada en la realidad. Cuando es adversa, como en el país, las obras comienzan a hablar. Algunas lo hacen a todo grito, a manera de protesta. Otras, de entrada más discretas, se convierten en vehículos de resistencia. Ambas líneas están presentes en la colectiva Velada Remix. Miramientos en ida y vuelta, que lleva el trabajo de 13 artistas venezolanos a Hamburgo, Alemania.

La exhibición, organizada por la artista Clemencia Labín, apunta a la idea de que el arte no siempre se da en espacios idílicos. En el espacio MOM del Gängeviertel, en la ciudad hanseática, no hay pinturas inspiradas en jardines bucólicos o playas paradisíacas. En la escena emergente venezolana se impone la cotidianidad y las limitaciones del día a día. Las piezas expuestas llegaron en la maleta del artista residenciado en Hamburgo Arnaldo González, que asumió la curaduría después de una estadía en Caracas.

Las obras más abiertamente críticas son las de Edson Cáceda, uno de los ganadores del Salón Jóvenes con FIA de 2011. Su aproximación a la inflación y la violencia, dos de los principales problemas del país, es frontal. Un collage suyo muestra al Simón Bolívar de los billetes de 100 bolívares a punto de volarse los sesos. También envió collages fotográficos en los que se observan hombres encapuchados.

El propio curador participa con una pieza en video exhibida dentro de una caja de encomiendas que contiene caraotas negras. Los espectadores miran las imágenes a través de una lupa. “No suelo hacer arte documental o de protesta, pero durante la visita a Venezuela era lo único que tenía en la cabeza”, dice González.

Rafael Arteaga presenta pinturas basadas en íconos visuales como el blog Caribe o la goma de borrar Nata. Sus obras no tocan el tema de la escasez de manera intencional. “Nunca se propuso trabajar con lo que no se consigue, sino con lo icónico, con la nostalgia por los objetos que le recuerdan su niñez. Por supuesto, el arte es sujeto de libre interpretación y, dada la situación, mucho de lo que vemos lo terminamos asociando con lo que está pasando”. afirma el curador.

El espacio doméstico está muy presente. Las fotografías de Kelly Gutiérrez documentan la tendencia de los venezolanos a vivir entre rejas. Carolina Barrios aborda esa misma reclusión voluntaria a través de la línea. “Muchos artistas prefieren seguir desarrollando sus temas habituales, se centran en lo íntimo. Los incluyo porque quise ser lo más plural posible, no solo en cuanto a técnicas y medios, sino también en cuanto a visiones”, indica González.

Elena Victoria Pastor interpreta la inmigración en una instalación sonora. La pieza, integrada por un mapamundi bordado en hilo rojo, una caja de madera y cuatro altavoces, recoge una serie de entrevistas a expatriados de diversas nacionalidades. Manuel Eduardo González muestra su investigación sobre el hotel Miramar.

El dibujo tiene una presencia fuerte en las obras de Siul Rase, quien exhibe bocetos para proyectos a gran escala. También es el medio expresivo de Daniela Rivas, una venezolana residenciada en Bremen, cuyas obras mezclan el trazo con el diario personal de la maternidad y la inmigración.

Eliseo Solís Mora participa con un autorretrato en video que alude a su propia parálisis facial y los ejercicios que tuvo que hacer para recuperar la movilidad del rostro, el cual convierte en un símil de la situación del país. Una cara cuyas dos mitades parecen no ponerse de acuerdo.

Yenimar López trata los maniqueísmos a través de muñecos de plástico que representan lo blanco y lo negro, lo bueno y lo malo, sin lugar para los matices. Jennina Guzmán ofrece su propia interpretación de las figuras precolombinas en cerámica. Diana Salazar parte de la técnica del cartonaje para abordar la feminidad.


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