Ocarina Castillo: «El nuevo hábito es la resiliencia alimentaria»

—¿El sabor de Venezuela ahora?

—Amargo.

—Si el ser humano es lo que come, ¿qué es hoy el venezolano?

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Un hambriento de bienestar, de seguridad, de futuro.

—¿Qué ingrediente le falta al soberano?

Ají chirel.

—A falta de pan…

Mejor es casabe.

—A falta de azúcar –a 200.000 bolívares el kilo hace una semana–, ¿quedarán buenas las tortas? 

Empalagarán de realidad.

—¿Es adecuada la cocción de la MUD? 

No es una sola cocción, y a veces ­–inevitablemente– el caldo se pone morado.

—¿Y la del régimen?

Indigesta.

—¿Un platillo para detener la emigración?

—No solo de pan vive el hombre…

—¿Se han exilado los chef venezolanos? 

Recorren el mundo difundiendo nuestros sabores y explicando  la indigestión severa en que vivimos.

—¿Qué queda de multisápido en el país?

Felizmente sigue y seguirá siendo multisápido.

—¿Se impondrán los gallineros verticales?

Con los costos actuales, los horizontales tampoco.

—¿Bastará el “plan conejo” para mitigar el hambre?

No basta con planes improvisados, se necesitan acciones inteligentes y coordinadas.

—¿Qué ha sembrado en los materos de su hogar?

De todo un poco, pero sobre todo esperanza.

—Preso el venezolano en su propio país, ¿estará sometido a pan y agua?

Ya casi estamos en eso, son manifiestas nuestras dos tallas menos.

—¿Se mide una sana economía por la súbita delgadez  de los habitantes?

Ni que fuera un concurso de Miss Venezuela.

—¿Una comida típica desparecida de la mesa venezolana?

La arepa con diablito y cheez whiz.

—¿Hay hambre en la UCV?

En la UCV hay hambre de todo… de presupuesto, de recursos, de equipos, de profesores y hasta de estudiantes, que se están yendo: los salones se ven vacíos.

—Ante la hambruna nacional, ¿sigue siendo necesaria la carrera de Nutrición y Dietética?

Antes, muchos de los conocimientos se impartían para evitar sobrepeso. Ahora están al servicio de la situación de emergencia alimentaria.

—¿Es la UCV una Venezuela en miniatura?

¡Absolutamente! Sufre los mismos rigores. Una ventaja: no nos han podido ganar las elecciones, ni siquiera las estudiantiles, y eso es una mortificación para el régimen. Por cierto, dado que hay fiebre de elecciones sería bueno que la comunidad universitaria las convocara, pero generales, de consejo y universitarias.

—¿Se lanzaría usted?

En este momento soy profesora e investigadora… es lo que quiero seguir siendo.

—¿Cómo se mantiene el chichero de la universidad?

Ya va por la tercera generación como símbolo vivo del alma mater. Le ha sido muy difícil mantenerse. Sin él, la Plaza del Rectorado no es la misma.

—¿Revolucionaria?

Fui comecandela muchos años.

—¿El rector inolvidable?

Francisco De Venanzi.

—¿Sigue siendo la UCV un platillo codiciado por el gobierno de turno?

—¡Claro!.. es lomito puro. Apetitoso.

—¿Ha mejorado la carta del comedor ucevista?

Con qué se sienta la cucaracha.

—¿Sigue siendo irrisorio el precio?

Hace mucho que no se cobra.

—¿Se pierden o se ganan los ideales con el hambre?

Se digieren, se transforman.

—¿Una penitencia para Maduro y compañía?

Darles de su propia medicina: colas interminables para comprar en establecimientos vacíos, productos carísimos y pagar en efectivo.

—¿Una pérdida simbólica del comensal venezolano?

El pan que los hijos traían bajo el brazo al nacer.

—¿Una nostalgia culinaria?

Muchas, pero la mayor: la mesa familiar con los hijos y nietos, hoy ausentes.

—¿Surgirá un nuevo hábito alimentario?

—La resiliencia alimentaria.

—¿Un mérito oficial culinario?

Debo reconocer la variedad y frecuencia de los más suculentos guisos.

—¿Con qué se comen las elecciones propuestas por el régimen?

Si se consiguiera, con protector gástrico.

—¿El menú de la esperanza?

Nuestros productos y sabores, que siguen siendo semilla de futuro.

—Mientras, ¿una sugerencia del chef para subsistir?

Cambur y papelón, sabiduría y dulzura.

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