Colette Capriles: «El venezolano aprendió que todo puede empeorar»

—¿Qué es hoy Venezuela?

—Un titular excéntrico de los medios internacionales.

—De ser el país su paciente, ¿la patología?

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—No está descrita en ningún manual.

—¿Puede una familia consumar una venganza contra todo un país?

—Sobre todo si provocan el deseo de vengarse de ellos.

¿Es Venezuela un país de leyenda?

—Nacimos de las leyendas, como fábrica de leyendas.

¿Qué será de la vida de Juan Bimba?

—En lo mismo.

¿Se asemeja la relación entre el régimen y la población al cuento de Tío Tigre y Tío Conejo? ­

—Ya no hay cuento que valga.

¿La fábula viviente?

—Que el exilio salva.

¿Volverán los millones de emigrantes?

 —Ojalá, aunque la magnitud del éxodo es tal que seremos, por varias generaciones, un país con fronteras muy distintas de las descritas en el mapa.

¿La ilegalidad es congénita en el connacional?

—En absoluto. Las tesis positivistas de un pueblo marcado por limitaciones congénitas no explican nada.

—¿Un mito desmitificado? ­

—La “piel democrática” del venezolano.

¿Volvió a ser Venezuela un cuartel? ­

—Parece que no dejó de serlo nunca.

Y la población, ¿continúa latiendo por el militarismo?

—Puede tener ansias de encontrar un salvador, pero la institución armada parece estar en su peor momento reputacional.

¿La pantalla criolla? ­

—Tenía años que no oía esta expresión. Sustituirla por Twitter, claro.

¿La nueva pobreza?

—Somos pobrísimos todos. El patrimonio total de la banca privada venezolana es igual al de un banco promedio en República Dominicana, leí el otro día.

¿La de siempre? 

—Unos “pobres de siempre” dejaron de serlo hace veinte años. Pero la mayoría sufre indeciblemente más.

¿La próxima pobreza? ­

—La que estamos viendo ya. Ya no será solo la pobreza de salarios, de servicios, sino la destrucción patrimonial.

¿Por qué el país no recibe la solidaridad esperada del Vaticano?

—¿Cuál sería esa solidaridad? ¿Una acción de mediación comparable a la que hizo Juan Pablo II para Polonia y Europa del Este? Creo que el Vaticano debería comprometerse más, en efecto, con la democracia liberal, no solo en Venezuela. Pero el momento es otro y sus problemas son otros ahora.

¿Merece el pueblo estos gobernantes? 

—El pueblo nunca merece a sus gobernantes, en verdad.

¿Una institución para acostar en el diván?

—No sé si habría que acostar a las instituciones en un diván o en una mesa quirúrgica.

—¿El primer síntoma de locura de un mandatario?

—La paranoia.

—¿Y de una ciudadanía?

—El odio a sí misma.

¿Persistirá el culto a un muerto?

¿A cuál?

¿Y el culto a la guerra económica?

En un campo de batalla sembrado de víctimas, no lo creo.

—¿Una terapia para la oposición?

—Menos “liderazgos” y más partidos.

¿Para el régimen?

—No hay receta que valga.

¿Para la población?

—Solo un consejo de la Ilustración: “sapere aude”, atrévete a saber.

Pasada la debacle, ¿costará encauzar a los colectivos y las milicias por la vía constitucional? 

—Sí, claro.

—¿Costará instaurar la paz en el país?

—La paz viene con la normalidad.

—¿Qué será de la FAN?

—Yo creo que el gran error por omisión (con consecuencias prácticas) de la oposición es no haber producido una nueva doctrina para las Fuerzas Armadas en el futuro democrático. Una doctrina adaptada a las metamorfosis que ha sufrido lo militar en los últimos veinte años. Pensar en una FAN como la que hubo bajo la democracia ya no es viable.

¿Se quebrará el fanatismo chavista?

—El fanatismo chavista ya está dejando su espacio a otros fanatismos.

¿Lo más difícil de recuperar de la Venezuela democrática?

—La confianza en el otro.

¿Aprendió algo el venezolano en los últimos 20 años o le espera más tribulación?

—Quizás haya aprendido que todo puede empeorar.

—¿Qué pasaría en Venezuela si el chavismo-madurismo fuese la oposición? ­

—Creo que estamos en un momento de redefinición de la silueta de las fuerzas políticas en general; el futuro democrático no será con la oposición que conocemos ni con el chavismo tal como está hoy. Y como sin duda atravesaremos un período de fragmentación anárquico del paisaje político, es difícil prever si habrá una recomposición con alguna estructura convencional (extrema izquierda/derecha y partidos de centro frente a estos extremos) o una forma hegemónica inesperada.

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