Edward Albee: «El artista serio se convierte en ciudadano de segunda clase»

Podría preguntarse ahora ¿Quién le teme a Edward Albee?, porque cientos de jóvenes universitarios de Estados Unidos y de otros países montan sus obras con el oculto deseo de que el autor las vea y diga “es un montaje excelente”, pero como Albee es tan sincero, el temor a fracasar se aloja en los grupos de teatro universitario como una curiosa enfermedad de la época.

Albee es una especie de líder del teatro experimental norteamericano y ayuda con lo que producen sus obras y con algo más (es millonario) a los jóvenes dramaturgos y directores del teatro experimental de Estados Unidos.

El autor de ¿Quién le teme a Virginia Woolf? dice que en Estados Unidos hay más dramaturgos jóvenes que nunca, pero sus obras no se montan en los grandes teatros comerciales.

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“El arte y el comercio –señala– no se mezclan muy bien. El artista serio se convierte en un ciudadano de segunda clase desde el punto de vista comercial”.

Sus ojos azules parecen un líquido diluido en una solución veterana de incredulidad. Albee mira con gentileza, pero con un brillo de predisposición crítica en la mirada.

“La mayoría de la gente de EE.UU. –dice– entiende que el teatro es Broadway. No entiende o no conoce el teatro serio del país. Esto ha empeorado en los últimos diez años. El costo de la entrada en Broadway es prohibitivo además: solo los ricos y los que tienen cuentas de ejecutivos pueden ir a esos teatros que cuestan cincuenta dólares”.

Los estudiantes y las minorías no pueden ir a Broadway, de acuerdo a lo que el dramaturgo ha señalado. No solo en Broadway, también en el off Broadway en el off off Broadway las cosas se han puesto costosas.

Respecto a la crisis de la dramaturgia (un tema que ha hecho coincidir a decenas de foros en Latinoamérica), Albee opina: “La crisis tiene que ver siempre con el público. Depende de si el público quiere seguir al dramaturgo o no lo quiere seguir”.

“A veces el público –añade– quiere prestarle atención a la obra y a veces prefiere meter su cabeza en la arena, como el avestruz”.

La crisis, según Albee, no es de los dramaturgos, “pero evidentemente hay escritores que quieren ser populares y se sienten como sirvientes del público. Mientras tengamos gente como Beckett escribiendo no hay que preocuparse demasiado”.

―¿Usted es amigo de Beckett? ―se le preguntó.

Respondió que sí, que es muy amigo de Beckett. También es amigo de Isaac Chocrón, el dramaturgo y director teatral venezolano, a quien aprecia mucho.

―¿No le molesta en algún momento que digan siempre “Ese es Albee, el autor de ¿Quién le teme a Virginia Woolf?

―Es muy bueno, con tal de que te reconozcan como autor de algo que está bien. Es mejor que te reconozcan como autor de algo que como autor de nada. Pienso que no es una mala obra. He escrito mejores, pero no es mala obra.

Luego agregó que, en general, la mayoría de los autores son reconocidos por una obra en especial.

Obras cortas

Prefiere que en las universidades monten sus obras cortas. Generalmente montan El sueño americano y La caja de arena. A la gente de la universidad le gusta sus obras cortas. No está de acuerdo con que los universitarios monten Delicado equilibrio porque es muy difícil para actores estudiantes, los personajes son de edades que requieren otros actores. Cree que en muchas ocasiones los actores universitarios son mejores que los profesionales.

Edipo no sabía nada

A su juicio los jóvenes deben montar obras no naturalistas. Durante mucho tiempo ha estado ligado al teatro hispanoamericano, pero la tentativa adelantada por una organización llamada TOLA se frustró. Actualmente, Albee se dedica a trabajar por sus colegas en el Sindicato de Dramaturgos de EE.UU. También escribe, por lo menos, una obra al año.

“Hay una crisis en el Sindicato de Dramaturgos en cuanto a los contratos con los productores”, expresó.

Es, además, miembro activo en el Comité Libertad para escribir, del Pen Club.

Busca tiempo para escribir y considera que todas las obras de teatro son sicológicas, desde Edipo Rey en adelante.

“Edipo –manifiesta– no sabía que tenía el complejo de Edipo”.

Tal vez se fue un poco por la tangente en este punto, pero lo hizo con mucho talento, ya que es cierto: la sicología está donde quiera que respire el ser humano.

Cuando se le preguntó si George, uno de sus personajes en ¿Quién le teme a Virginia Woolf?, mató de niño a su padre o a su madre o es algo imaginario, Edward Albee comentó: “yo pienso que no, no me acuerdo. La ambigüedad es uno de los puntos claves de la obra”.

Albee dice que generalmente prefiere dirigir la primera presentación de una obra suya: “aunque dirigir es fastidioso”. No trabaja con grupos estables, sobre todo en Nueva York. Es partidario de escoger elencos de acuerdo a las obras.

Broadway se ha tornado imposible como centro de montajes, por lo costoso que es montar allí una obra.

“Además, el público no quiere ser molestado”. Lo experimental está mejor que nunca, de acuerdo a lo que dice el dramaturgo norteamericano, pero pocos dramaturgos jóvenes llegan a Broadway.

Albee está en Caracas por invitación del Nuevo Grupo y por la Embajada de Estados Unidos. Se dio a conocer en los años cincuenta como uno de los dramaturgos experimentales más prometedores. Ha escrito obras de teatro que son consideradas verdaderos clásicos contemporáneos, como la pieza ¿Quién le teme a Virginia Woolf? y El sueño americano. Además de The Death Of Bessie Smith.

De repente expresa: “No quiero ser la mascota de los sicoanalistas”, refiriéndose al sentido intenso y profundo de sus obras. Y se queda mirando Caracas, desde la parte trasera del taxi que lo trae desde el aeropuerto. Si preguntara en ese instante ¿quién le teme a Caracas? el taxista respondería: “Yo”.

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(Esta entrevista fue publicada originalmente en El Nacional, el 15 de marzo de 1984).

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