Manuel Felipe Sierra es un periodista de la vieja escuela. Siempre lleva consigo una pequeña libreta y su memoria es el mejor sitio de búsqueda. Recuerda fechas, nombres y lugares sin necesidad de consultarlos en Internet. “Antes no contábamos con nada de eso”, dice entre risas.

Distinguido en dos oportunidades con el Premio Nacional de Periodismo (1987 y 2001), Sierra viajó alrededor del mundo como enviado especial de la Agencia Latinoamericana y Latin American Newsletter, ambas radicadas en Londres. Además, fue uno de los periodistas que cubrió la guerra en Centroamérica, entre 1970 y 1980. “Era información de primera mano, he allí la importancia de esas notas”. Viajó a Irak justo antes de la guerra contra Irán, y participó en un encuentro que Saddam Hussein mantuvo con la prensa. Luego partió a Europa y visitó los campos de concentración en Alemania y Polonia. “Ser un enviado especial fue un gran reto. Estás en un territorio que no es el tuyo y a veces no tienes acceso directo a la fuente. A mí siempre me recomendaron que llevara lista la primera crónica y recorriera el mercado principal de la cuidad porque allí observas a la gente y sus costumbres. Esos detalles enriquecen tu pluma”.

Recordó esas experiencias, escribió una serie de crónicas y publicó este año, con Libros El Nacional, El poder no es para idiotas, un título que evoca las pocas aptitudes de algunos presidentes para ejercer el cargo.

La intención de Sierra no es hacer un recuento noticioso sobre los eventos que cubrió, sino mostrar el lado más humano de cada uno de esos encuentros. ¿Qué pasa cuando te reúnes con el primer ministro chino Li Peng o cuando Fidel Castro te sirve un vaso de whisky para conversar?

En el caso específico de Latinoamérica, los gobernantes que solo sabían usar un machete o manejar un fusil resultaron no ser tan idiotas en la práctica. “Somos un péndulo trágico, nos balanceamos entre la dictadura y la democracia. El pueblo que apoya a estos gobiernos no es idiota, pero está idiotizado por la desigualdad económica, la violencia social y la debilidad de las instituciones”.

La materia prima de las crónicas son las entrevistas que realizó como enviado especial. “Una entrevista no se agota en sí misma, a partir de ese encuentro el periodista construye otra visión del personaje y entiende mejor el contexto que lo rodea”. Después de ese entendimiento, viene la reflexión. Por ello, en el libro no solo se leen crónicas, sino también ensayos, como el que escribe sobre el terrorismo. “El terrorismo es una guerra muy particular: no conoces al enemigo, tampoco requiere de ejércitos y con solo una bomba puede matar a cientos de personas. Es una forma de lucha muy barata y muy riesgosa”, asegura Sierra.

Actualmente los medios de comunicación del país no suelen enviar a sus periodistas para cubrir eventos en el extranjero, o no con la misma frecuencia con la que lo hacían en años anteriores. En consecuencia, la información internacional la toman de la web, pero Sierra advierte que se debe ser muy responsable sobre este tema. “Aunque han cambiado los instrumentos del periodismo, nuestra profesión sigue igual en términos de valores y ética”. En palabras del escritor español Javier Cercas, el periodista debe buscar la verdad y desenmascarar la mentira.

El poder no es para idiotas forma parte de la Colección “Libros de bolsillo” de Libros El Nacional. Su formato y su precio permiten alcanzar un mayor número de lectores, manteniendo la calidad del sello. Está disponible en las principales librerías del país y en la librería digital Libros en un click.


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