Nicanor Parra: antielogio medio burlón en tres movimientos y medio

Uno:

Cien años, Nicanor. Cien, ahora en septiembre. No deja de ser raro. Creo que es demasiado. Seguro debes pensar lo mismo. Quizá ya tengas al “antipoema” preparado para la ocasión. Es tan lógico como inevitable lo que viene (y lo sabes). El coro asiente, el poeta satisfecho. Te vienen bombos. Debe ser un fastidio recibir tanto abrazo. Al menos para ti, claro. A juzgar por esa bilis paródica que veo en tu escritura. ¿Pero eso es todo? Esta pregunta no quiere envenenarte la fiesta. Surge porque te he leído y de entrada percibo en tu escritura una desconfianza hacia la elocuencia. Por eso, la antipoesía. Eso le pasa, supongo, a los que se les da muy fácil la palabra y deben retarse para no caer en el anquilosamiento. Y para ti, ese “anti” pondría las cosas más cuesta arriba. Sí, es una desconfianza hacia la elocuencia que a su vez se quiere resolver elocuentemente. Es una paradoja. O una trampa, Nicanor. Escribir una poesía no poéticamente. Pero al final, como una amenaza, aparece cierta reverberación en la disposición de las palabras. Y nos jodimos: llegó el lirismo, lo no poético se desarmó. Tú lo sabes. Aun así te sale bien la pantomima (“la poesía terminó conmigo”). Bolaño también intentó esa vía, aunque en medio de sus burlitas se le fue colando cierta poesía. En unos versos dedicados a ti, escribió el gaucho insufrible:

“La revolución se llama Atlántida

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Y es feroz e infinita

Mas no sirve para nada

A caminar, entonces, latinoamericanos

A caminar a caminar

A buscar las pisadas extraviadas

De los poetas perdidos

En el fango inmóvil

A perdernos en la nada”.

Y en la desconfianza, agregaría, tan necesaria para la poesía y los abusos del poder encarnados en esta pasmosa multiplicación de embaucadores que tanto sabe de asedio. En fin, esa historia la conoces, se siente en tu escritura. Debe haber una ley astrofísica que se corresponda con todo esto. Si existe, podría llamarse desierto de Sonora. Quizá en el fondo solo se trate de mantenerse despierto. Nunca es fácil. Dormir siempre es sabroso, más todavía si el sueño es largo y cómodo, aunque a veces termine en pesadilla. En fin, Nicanor, sirvan estas notas para decir que algunos de tus antipoemas tienen la capacidad de remover ciertas telarañas ideológicas. Dirías tú: arrancar una risa y desorientar a la poesía. Bueno, tú me entiendes. Si estuviera en Nueva Zelanda, por decir algo, no estaría escribiendo así. Seguro podría pensar que me hablas de costumbres muy extrañas, las pantomimas de una gente que vive en otro planeta. Pero más bien parece que todos por acá nos convertiremos en “mendigos” –o bufones:

“En la ciudad no se puede vivir

Sin tener un oficio conocido:

La policía hace cumplir la ley.

Algunos son soldados

Que derraman su sangre por la patria

(Esto va entre comillas)

Otros son comerciantes astutos

Que le quitan un gramo

O dos o tres al kilo de ciruelas.

Y los de más allá son sacerdotes

Que se pasean con un libro en la mano.

Cada uno conoce su negocio.

¿Y cuál creen ustedes que es el mío?

Cantar

          mirando las ventanas cerradas

Para ver si se abren

Y

     me

          dejan

               caer

                    una

                          moneda”.

Dos:

A)

(Auditorio a reventar.

El poeta llega de último.

Sentado. Bosteza.

Mira el reloj).

Orador de orden:

Señoras y señores, estamos aquí reunidos, oh emoción, con el legítimo deseo de celebrar una vida que se ha vuelto obra y no conforme con eso ha recorrido un siglo. En días como hoy, vistas las cosas así, resulta encomiable su testimonio, dada la fuerza vital que tiene lo que él mismo ha dado en llamar, un poco graciosamente, antipoesía. Sirva su alto vuelo verbal como parte de nuestro legado civilista: hoy más que nunca necesitamos revitalizarlo ante la ignominia del Poder y su brutal represión. Y ahora, sin más, con ustedes, Nicanor Parra:

“Decidme hijos hay Marx

Sí padre:

                    Marx hay

Cuántos Marxes hay?

Un solo Marx no +

Dónde está Marx?

En el culo*

                    en la tierra

                                                  y en todo lugar

Aleluya?

Aleluya!

* dice culo

léase cielo

(‘Cachureo’)”

B)

(Auditorio a reventar.

El poeta llega de último.

Sentado. Bosteza.

Mira el reloj).

Orador:

Camaradas, camarados, en esta hora de nuestra patria revolucionaria, cuando la ultra-derecha-oligárquica, quiere arrebatarnos de los fueros nuestro más preciado y orgánico legado, nos llega desde muy lejos, pero al mismo tiempo tan cerca, desde el Chile tan golpeado por el fascismo, esta yegua del apocalipsis que está por cumplir cien años. Con ustedes, pueblo mío, pueblo bello y amoroso, el poeta Nicanor Parra:

“Aceptemos que fueron comunistas

Pero la poesía fue un desastre

Surrealismo de segunda mano

Decadentismo de tercera mano,

Tablas viejas devueltas por el mar.

Poesía adjetiva

Poesía nasal y gutural

Poesía arbitraria

Poesía copiada de los libros

Poesía basada

En la revolución de la palabra

En circunstancias de que debe fundarse

En la revolución de las ideas.

Poesía de círculo vicioso

Para media docena de elegidos:

‘Libertad absoluta de expresión’.

(‘Manifiesto’)”.

Tres:

(Dos de la mañana.

Un estudiante.

Se sienta. Manosea algunas páginas.

Levanta con pereza su lápiz.

Abre su cuaderno).

“Parra es provechoso también para los que no han entrado aún en materia poética y quieren hacerlo… pone a ras de piso toda certidumbre –¿quién nos salva sino nosotros mismos? Ver su test… un beat del altiplano que hace gestos a la tradición… muchas figuras, muecas, piruetas, sus textos sacan la lengua, desafían lo que podemos entender por poesía… todo esto nace de un espíritu burlón. En una salutación a Neruda dice: ‘Para mí el género artístico supremo es la pantomima’, o sea, poeta mimo, poeta bufón, hace como si escribiera poesía y en ese gesto se burla del pasado literario y al mismo tiempo lo honra… con Parra habría que hablar no tanto de la tradición de la ruptura sino de la tradición de la mueca, lo que también trae sus fastidios (y no por él, claro): por ahí van, un montón de ‘enfants’ terribles y trasnochados haciendo sus parradas… unos mazacotes intragables y disfrazados de tonos ‘conversacionales’, ‘subversivos’, todo bajo el manto del sacrosanto buró… la teoría del joven poeta bufón, lo difícil que es ser uno mismo, los enredos de la poesía (‘mi postulado fundamental’, dice Parra, ‘proclama que la verdadera seriedad es cómica’)…Eliot hablaba del conocimiento que debe tener todo poeta de la tradición… al final, desconfiar, entregarse a esa desconfianza hasta donde se pueda… Parra, el poeta para los resignados (qué vamos a hacer, no podemos cambiar nada, solo burlarnos), para los que están muy seguros de lo que saben y quieren encontrar ‘comprobaciones’ en su lectura (yo, Amo, en nombre de la Ideología o el Misterio, poseedor de la Verdad absoluta, pienso desde ahora por ti) y de pronto para los cursis y demasiado sesgados (Neruda, el grande, senos núbiles de leche, cuerpo de mujer, etcétera).

… en todo caso, como las de Bolaño, las pantomimas de Parra son necesarias, son mucho más que eso: un pellizco, un tropezón, un Epa, despierta… él, justo ahora, nos hace recordar todo lo político que hay en la poesía y viceversa, aunque lo acusen de muy simple. ¿Cómo una voz puede aportar un poco de sensatez? El poeta no vuelve a la polis, quizá nunca lo haga, ya no hace falta (¿o sí?)… eso no quiere decir que se haya callado… al menos no en todos los casos… no sé mucho más de Parra, me quiero quedar con la fuerza paródica de sus antipoemas. Desde estas costas infernales, me alivia y me interpela”.

… y medio:

Nicanor, así, a través de este paseo cuasi polifónico, voy hilando estas notas que intentan esquivar cualquier tono estatuario. Para ir terminando esto –antes de que se me suelte aún más la lengua y termine de poner la parrada– solo me queda por agregar que quiero hacer mías las palabras que Enrique Lihn te dedicó en el año 1983: “Al hombre de pro y de contra, del Yin y el Yan, del Fa y el Fu, de la dialéctica del tercero incluido, patafísico, surreachilista y ecólogo natural. Un abrazo de hierro”.

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Este texto fue publicado en este Papel Literario en el año 2014, antes de que Nicanor Parra cumpliera los cien años de vida.

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