La inocultable pelea entre los hermanitos Rodríguez y el número 2 de la dictadura rojita va creciendo con el tiempo. No otra cosa queda al descubierto cuando la gran dama del Consejo Nacional Electoral, doña Tibisay, ha dado a conocer su decisión sobre la inconveniencia de efectuar las elecciones presidenciales conjuntamente con las correspondientes a la Asamblea Nacional.

La razón esgrimida parece lógica y sensata: no hay suficiente tiempo para poner a punto la maquinaria electoral. Ahora bien, siendo así, ¿por qué se lanzó esa propuesta de una manera tan improvisada y sin el mayor sustento? ¿Qué motivó a los chavistas a pensar que si se unían las presidenciales y las legislativas alguien saldría ganancioso? Y, lo que es peor, ¿cómo olvidaron que Tibisay es una ficha personal de los hermanitos Rodríguez?

En este escenario lleva las de ganar el sector madurista que, harto como están de depender del sector militar y, por ende, del chavismo más concentrado, ya no toleran más tantas intromisiones en lo que consideran la nueva etapa que debe tomar Maduro en los próximos seis años de su reinado.

Si recordamos a los participantes en el show de las mímicas para sordomudos que representaron los principales representantes del gobierno madurista, observaremos sin mayores dificultades que los ministros militares se negaron a participar en el espectáculo. “Somos gente seria”, dijeron, lo que a buen entendedor se traduce en que “me niego porque puedo hacerlo sin temor a represalias”, es decir, insubordinación clara y limpia.

Desde las caóticas reuniones llevadas a cabo en Santo Domingo y la estimación de que era un juego incierto en el que solo Jorgito confiaba en llegar a buen puerto la misión encomendada, los chavistas acérrimos esperaban que con cada etapa de fracaso se fuera hundiendo Jorge, el artífice de la trampa política que se desarrollaba en la isla. Desde Venezuela, el capitán lanzaba bombas de profundidad como quien caza a un submarino en la Segunda Guerra Mundial para hundir a su enemigo que, para sorpresa, no era la delegación democrática.

La batalla que se desarrollaba en las declaraciones de cada polo socialista, el militar y el civil, no tocaba directamente la esencia de la agenda, sino que mentaba aquellos puntos en los que, de costado, se debilitara a los opositores democráticos pero que permitieran, simultáneamente, quebrar la estrategia de Jorgito y sembrar, en la opinión del escenario chavista, el estruendoso fracaso de quien le disputaba la hegemonía al capitán.

Toda la charada del documento firmado y clandestinamente no firmado, vaya usted a saber, estaba intrínsecamente determinado a salvar a Jorgito, que regresaba con las manos vacías y cuya cabeza pendía de un hilo, tal era la magnitud de su fracaso. Pero si Maduro lo sacrificaba sería un autogol, pues su enemigo (ya sabemos quién) no perdería esa oportunidad de oro para despejar el campo de ese habilidoso enemigo.

Ahora podemos entender por qué sacaron al corrupto Ramírez de Pdvsa, por qué lo disfrazaron de canciller y luego lo mandaron a  la guillotina.


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