No queda duda alguna de que la unidad de la oposición no era tal y que el funcionamiento de su mecanismo interno era en extremo vulnerable. No se explica que el peor equipo de gobierno de que se tenga memoria, y un partido que se caracteriza por la mediocridad de sus dirigentes, hayan podido derrotar a tantos jefes políticos opositores a los cuales se les puede calificar de cualquier cosa, menos de ser estreñidos mentales o bobos de la yuca.

Si bien es cierto que el equipo del oficialismo no es la craneoteca de los genios, tampoco podemos olvidar que, paso a paso, han ido armando una red electoral mafiosa y efectiva cuando las cosas se ponen difíciles. Su desgaste político lo compensan con un variadísimo catálogo de trampas y argucias del cual echan mano cuando los votos se le escapan debido a su ineptitud administrativa y su imparable sed de riquezas, a las cuales acceden mediante  repetidos asaltos al tesoro público.

No es cuestión de tildarlos de simples bandas burocráticas dedicadas, como ocurre en América Latina, a extraer como si fueran mineros bolivianos las riquezas ocultas en rentables empresas del Estado, sino de verdaderos expertos en eludir todas las alcabalas que las instituciones interponen para evitar el saqueo, la corrupción y el lavado de dinero. Y no estamos hablando  solo de Venezuela porque, en verdad, sus tentáculos se extienden por Europa, Asia y, para mayor sorpresa, por México y Estados Unidos.

Ante tal perfeccionamiento en el diseño de sus actuaciones y su diversificación trasnacional no cabe duda de que cuentan con cerebros alternativos y prótesis mentales que compensan su desierto político y su soledad diplomática y económica. No resulta cuesta arriba encontrar las numerosas señales que nos indican que, en el juego de las grandes potencias, Venezuela es una cabeza de playa que debe ser defendida y consolidada para medir la capacidad de Estados Unidos para detener los desembarcos de sus enemigos.

Si como desvariaba Fidel Castro cada vez que se refería a Venezuela, debe llamarnos la atención su insistencia en que nuestro país (¿lo seguirá siendo?) contaba con las reservas de petróleo más grandes del mundo. Lo que no decía era que si él llegaba a controlarlas seguirían siendo reservas, a menos que él garantizara el control de las mismas. Hugo y Nicolás terminaron siendo los tontos útiles que Fidel necesitaba.

En este momento Venezuela está en subasta y siendo Nicolás y su entorno los subastadores, no es un desvarío calcular en cuánto y cómo nos están vendiendo. Las elecciones en nuestro país pueden sonar entre nosotros como un hecho nacional, pero no lo son. Basta calcular cuánto ganan las transnacionales que apostaron al caballo ganador y cuánto pierden, en verdad, los venezolanos.

Lo fundamental en este caso es no olvidar que hay demasiados invitados a la fiesta y todos quieren una copa de vino. Pero en este caso para que el mesonero llegue hasta ellos es necesario despejarle el camino para  que no tropiece. El error de la oposición consistió en no ocuparse en vigilar y asegurarse de que el mesonero no se orinara en la sopa.


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