La fiscal Luisa Ortega Díaz, apartada de su cargo por la asamblea nacional constituyente –inventada y diseñada por la dictadura madurista– tuvo por videoconferencia una interesante y por lo demás conveniente intervención durante una sesión de la Comisión de Política Interior del Parlamento, electo por los ciudadanos en libérrimos comicios como debe ser en una democracia y no a dedo por parte de la camarilla oficialista.

La señora Ortega Díaz se encuentra en el exilio, como también lo están los integrantes verdaderos del Tribunal Supremo de Justicia que han tenido que huir al exterior ante las amenazas ciertas de ser encarcelados y borrados de la vida diaria por la feroz represión que ha impuesto el dictador Maduro. Desde su exilio no cesan en su defensa de los principios democráticos y de hacer sentir su voz de justicia.

Si bien es cierto que desde el gobierno y desde sectores opositores se le critica que haya ejercido como fiscal en épocas duras, amargas y controvertidas, no menos cierto es que hoy es una fuente inagotable de datos que permitirán desentrañar progresivamente ese pasado oscuro y lleno de delitos que hoy permanecen en impenetrables sombras. Desde luego, nadie le extiende un certificado de buena conducta ni falta que hace.

Pero ante el desafío de una dictadura que todo lo manipula y trata de esconderse del juicio de la historia, resulta por lo menos esperanzador que hoy tengamos acceso a testigos presenciales de las jugarretas de Maduro y su camarilla civil y militar. Esta tragedia que hace sufrir a millones de venezolanos, que los empuja a una miserable condición de mendigos, de condenados a muerte por la falta de atención médica y la escasez de medicinas, de la falta de alimentos para los niños, del abandono de los ancianos y de la tortura a que son sometidos para cobrar su pensión, debe ser recogida  y resguardada para enseñanza de una sociedad libre que ha de llegar porque toda maldad siempre tiene un final.

Por la fiscal nos hemos enterado de primera mano, y esto no debe desperdiciarse, que las fuentes de financiamiento que la revolución logró por medios inescrupulosos durante la demagógica rapiña del gobierno de Brasil, de Lula en especial, se mantuvieron ininterrumpidamente por dos períodos de gobierno populista.

Resulta por demás importante hacer luz sobre este aspecto siniestro y mentiroso de Lula, que arropó su hipócrita campaña en defensa de los más pobres tras una poderosa red internacional de corruptelas que ya hubieran querido para sí los rusos, campeones en esta especialidad, o los norteamericanos, que también se las traen. En esta red corrupta entraban a puertas abiertas los “líderes revolucionarios”, que operaban desde sus propias embajadas y cuando los diplomáticos se quejaban, pues se “creaban” embajadas paralelas. 

En la exposición de la fiscal Ortega Díaz queda claro que la presencia de Odebrecht en Venezuela no fue fortuita sino fundamental para la vida política de Maduro, incluso desde su pasantía como canciller de Venezuela. En esos momentos, según la señora Ortega, el señor Maduro era un canal confiable para la obtención de recursos y llegada de esos aportes de Brasil hasta el Palacio de Miraflores.

  


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