Votar es un derecho derivado del que constitucionalmente garantiza la participación de los ciudadanos en los asuntos públicos. Abstenerse es también un derecho, pero ambas alternativas tienen dos fases, una pasiva y otra activa que si no se ejecutan completas producen graves daños a la sociedad.

Quienes ejercen el derecho a votar adquieren el de exigir la adjudicación efectiva de los cargos aun contra toda manifestación de fraude, pues de lo contrario ese derecho a participar no tendría sentido, sería un derecho vacío de contenido. Así también quienes ejercen el derecho a abstenerse activamente como una manifestación de participación, que también lo es, pueden y deben llevar esa lucha al grado de desconocer a las autoridades fraudulentamente designadas, negarles autoridad, rebelarse contra ellas.

Se vota pero no se reclama

El derecho al voto conlleva el de reclamar por su efectividad, de allí que su ejercicio debe estar protegido para garantía de respeto a sus resultados; si eso no existe, si el pueblo vota pero los resultados son adulterados, surge el derecho al reclamo efectivo, que en democracia implica el de usar los medios judiciales en combinación con la movilización de protesta hasta lograr la restauración de la verdad, esto es lo que se denomina el derecho al voto activo.

Cuando el pueblo vota pero no elige, como ocurre en Venezuela, se está en presencia del ejercicio pasivo de ese derecho, es decir, la dirigencia participa en el proceso electoral, propone candidatos, hace campaña, la gente los vota pero se dan como ganadores a otros. Debe entonces pasarse a la actividad subsiguiente que es la lucha por hacer respetar la voluntad real del electorado, es la fase activa de ese derecho a la participación consagrado en el artículo 62 constitucional el cual es frecuentemente violado con toda una estructura organizada que ofrece resultados falsos sin que se produzca esa etapa siguiente de la lucha por la restauración de la verdad. Conclusión: el ejercicio del derecho a votar hasta la pura fase pasiva solo sirve para consolidar a la dictadura permitiéndole el robo sin consecuencias de la voluntad real del electorado.

Lo mismo ocurre con la abstención

La participación ciudadana en los asuntos públicos que estatuye la Constitución también puede ejercerse mediante la protesta concretada en la abstención, política que igualmente tiene dos fases, la pasiva, que es simplemente no votar, y la activa, que es el necesario paso siguiente de desconocer y combatir a las autoridades surgidas de una raquítica participación. De no activarse esa segunda fase, la abstención no tiene sentido y solo contribuye a consolidar la farsa electoral cuyos beneficiarios proclaman victoria sin contar con la aquiescencia del pueblo y además pregonan cifras irreales de votantes produciendo, sobre todo en el exterior, falsas percepciones sobre la realidad.

Si la consigna de la abstención activa tiene éxito, quienes la invocan deben pasar a la acción correspondiente del desconocimiento de las falsas autoridades, que en un Estado de Derecho puede llevar a acciones judiciales y en todo caso debe producir protestas y movilizaciones de calle, la fuerza del pueblo en movimiento. De manera que solo la abstención activa tiene sentido de protesta ya que la otra, la abulia, solo hará un favor a quienes aparezcan adjudicándose los cargos con una votación raquítica. En conclusión, la abstención pasiva es favorable a quienes solo pueden ganar bajando la participación de electores.

Participación pasiva y abstención pasiva

Si se inscriben candidatos, se hace campaña pero se les burla el triunfo y no se tiene una política para que se respeten los verdaderos resultados, es decir, si se participa solo hasta la fase pasiva, los efectos son exactamente los mismos que si se asume la abstención pasiva. Son dos líneas aparentemente antagónicas pero convergentes. En realidad ambas ayudan al fraude.

Casos en Venezuela

En 2005 los partidos de oposición se negaron a participar en las elecciones parlamentarias, hubo una abstención de 75% y con aquellos raquíticos resultados el chavismo se adjudicó la totalidad de las diputaciones y pusieron a Cilia Flores a presidir el Parlamento. No hubo un paso siguiente para la política abstencionista, por el contrario, Chávez aprovechó al máximo, tanto fue así que pidió a aquella Asamblea totalmente roja le cediera las facultades legislativas por un año, que ya era un horror, y en superior y grosero exceso se la dieron por año y medio mediante una de las leyes habilitantes más vergonzosas que el mundo haya conocido, con ella dictó 59 decretos ley que abarcaron toda la actividad pública y privada sin contención de ninguna naturaleza, entre ellas la ley electoral actual.

Aquella política abstencionista fue un crimen por la falta de la necesaria reacción, no tuvo consecuencias, el régimen ni siquiera tuvo necesidad de hacer fraude, pues no le dejaron contendientes. Fue una abstención que se quedó en la pura fase pasiva.

En 2013 hubo elección presidencial con participación opositora y, a pesar de la certeza de que los resultados dando ganador a Nicolás Maduro frente a Henrique Capriles por un mínimo margen constituyeron un fraude, la fase activa del derecho a la participación política se redujo a un débil reclamo de revisión de resultados que fue burlado sin consecuencias por el CNE y por el TSJ. Todo se quedó en la fase pasiva de votar sin pelear los resultados.

En el siguiente evento electoral parlamentario, diciembre 2015, los partidos asumieron participar y obtuvieron mayoría calificada de las dos terceras partes de los diputados lo cual también fue una victoria pasiva porque le fue arrebatada y no hubo consecuencia, no se produjo la debida actividad proporcional a la defensa de aquel triunfo.

Como puede verse, la abstención y la participación que en principio se ven como dos políticas antagónicas, no lo son si se asumen en su faceta pasiva como es el caso venezolano, terminan siendo lo mismo y es lo que ahora tenemos.

La situación actual no es nada halagüeña, la oposición política dividida en dos partes que parecen divergentes pero que son lo mismo, unos que llamaron a participar en el proceso para elegir primero gobernadores y luego alcaldes, hoy se encuentran que el régimen se adjudica la casi totalidad de cargos en disputa, publican una falsa participación masiva y no hay consecuencias, no hay una política para combatir, para luchar contra ese grosero fraude. Los otros, los que llamaron a la abstención, tampoco muestran una programación activa para cobrar resultados. Esta es nuestra tragedia, una dirigencia absurda incapaz de acordarse en una sola política para salvar a Venezuela, solo gruñen al régimen sin morderlo, unos en un estúpido plan de improductivos diálogos, otros criticándolos mediáticamente pero incapaces de unir los puntos cardinales de una rebelión que se nota a flor de piel en un país desesperado. Tal parece que la abrumadora abstención de este último episodio de las municipales, de la cual se dice que pasa de 80%, tampoco tendrá consecuencias para el régimen en su consolidación dictatorial, a pesar de la pelea interna entre sus facciones gansteriles que aflora a gritos.

Ante las contradicciones, equivocaciones y ceguera de la oposición dividida, el régimen seguirá avanzando, ahora convocarán elecciones presidenciales con Maduro de candidato con el mismo entramado electoral que le garantizará el fraude, y mismas políticas bobaliconas de los dos toletes opositores: abstención pasiva y participación pasiva de nuestros absurdos partidos peleándose entre sí.

¡Ah malaya nuestra suerte!


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