Muchos venezolanos viven en ese dilema; es decir, votar o no en las venideras elecciones presidenciales previstas para el próximo 20 de mayo. Sin embargo, las condiciones mínimas necesarias para creer en el sufragio no se cumplen. Hay compatriotas que ya cantan que el señor Nicolás Maduro va a ganar de manera aplastante, debido a que Venezuela ha dejado de ser una democracia y se ha convertido en un gran sistema en el que prevalece la represión, el encarcelamiento, las inhabilitaciones, la violación y la vulneración de las leyes, comprendida hastala Constitución nacional, acompañado por una incompetencia galopante y corrupción grotesca.

Los revolucionarios apelan para continuar en el poder, recurrir a su líder máximo e intergaláctico, que para seguirle mostrando lealtad deben sacrificarse en pro del proceso bolivariano. Igualmente invocan a regalar bonificaciones especiales para que voten por una opción electoral, junto con cajas de comida, carnet de la patria y beneficios laborales. Esa no es la esencia de la democracia.

No obstante, todo eso, la credibilidad en estos 20 años ha llegado a límites del escepticismo, donde los hijos de Chávez han dilapidado la mejor bonanza petrolera que ha tenido el país en muchos años, pero a la vez justificando la persecución contra la oposición para ser encarcelados, perseguidos y exiliados.

Pero seguimos con la misma sensación, estas elecciones no tienen el acuerdo de todos los partidos políticos porque su convocatoria es espuria, hecha a través de una cuestionada asamblea nacional constituyente y refrendada por un Consejo Nacional Electoral que no representa la realidad política del país.

En estos últimos años hemos podido apreciar las ejecutorias del gobierno, en las que palpamos a flor de piel el desmantelamiento de la democracia, con  rasgos de autoritarismo en la forma de conducir el Estado, además con la convocatoria a las elecciones presidenciales de manera unilateral, sin garantías de ser imparciales, equitativas, honestas, libres y con aval internacional.

Naturalmente hay que sopesar la realidad venezolana. Al gobierno de turno le conviene la abstención ya que según sus números tienes 3,5 millones de votos duros, que son patria o muerte con el proceso. Si se suman los más de 5 millones de venezolanos que se han ido del país, y la abstención que será superior a 60%, las cifras favorecen abiertamente al candidato de la continuidad socialista.

Para cerrar el círculo y darle un barniz de pluralismo y tolerancia y conquistar la aprobación de organismos internacionales y otras naciones, era necesario que alguien se le enfrentara, electoralmente hablando, al candidato del continuismo. De ahí surgió Henri José Falcón Fuentes como supuesto aspirante y representante de la oposición venezolana. Pero, la pregunta que nos hacemos todos: ¿Por qué él? No fue electo en un proceso de primarias No representa el sentir de la oposición venezolana. Sus propuestas son extremadamente populistas y sin ignorar que este señor viene de las filas del chavismo y, además, acaba de perder unas elecciones regionales para repetir como gobernador en el estado Lara.

No hay que olvidar que las conversaciones llevadas a cabo entre los representantes del gobierno y la Mesa de la Unidad Democrática en República Dominicana fracasaron, no llegaron a un acuerdo y, además, la MUD expresó a viva voz que no participaría en las elecciones presidenciales, que las consideraba fraudulentas, convocadas por una asamblea constituyente no reconocida y las condiciones imprescindibles para sufragar no estaban dadas, como la credibilidad, la transparencia y la inclusión de todos los actores políticos. Igualmente, el calendario alterado y poco viable provocaron ya una vez la suspensión del evento electoral, que fue pautado para el 22 de abril y pospuesto para el 20 de este mes.

Por su parte, los que llaman a la abstención afirman que dejar de votar impediría la manipulación de los resultados, igualmente le quitaría la máscara democrática a esta revolución. Posturas respetables compartidas por algunos y rechazadas por otros.

Pero más allá de votar o no, Venezuela necesita urgentemente generar un contexto de diálogo nacional con todos los actores de la sociedad civil junto con los partidos políticos, de cualquier tendencia, en igualdad de condiciones para abolir las inhabilitaciones y propiciar la libertad de los presos políticos. Asimismo, estructurar un Consejo Nacional Electoral balanceado, garantizar las condiciones óptimas para llevar a cabo cualquier proceso electoral, con la presencia de observadores nacionales e internacionales independientes, siguiendo los modelos universales de transparencia, de libertad y pluralismo.

Es la forma de reconciliar al país, donde pueda ser electa una opción que dé respuestas y soluciones a la crisis económica, política y social, que permita la ayuda humanitaria y que diseñe una hoja de ruta para enrumbar la nación hacia el desarrollo sostenible e insertarnos de una vez por todas en el concierto mundial de las naciones. Será la única manera en la que las elecciones sean reconocidas en todo el planeta.

Por encima de todo debe prevalecer el espíritu de hermandad, democracia e independencia. Votar o no votar, cada quien es libre de pensar y hacer lo que dicte su conciencia, pero no debemos olvidar que Venezuela siempre estará ahí, en todos nosotros, sin importar nuestras posiciones políticas. 


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