La historia está llena de anécdotas de objetivos políticos, económicos, sociales y hasta de vidas que se perdieron por la falta de paciencia. La actual coyuntura de Venezuela nos recuerda imágenes de soldados que en la guerra perdían la esperanza en el triunfo, náufragos que se entregaban al mar porque pensaron que el rescate nunca llegaría, astronautas que se desesperaron antes de esperar instrucciones finales y amores perdidos por cartas que no llegaron nunca.

Las naciones se pierden también por falta de paciencia y entereza. Cada día me convenzo más de que si el país le hubiese dado la oportunidad a CAP para desarrollar su programa de gobierno antes de que la avaricia de cálculos subalternos se posicionara y lo arrinconara, este país sería hoy la nación más prospera de América Latina. Con menos de lo que tenemos nosotros, otros países han visto prosperidad y cifras de crecimiento que hoy son una envidia para muchos que entienden la importancia del crecimiento económico y la generación de riquezas.

La oposición en estos momentos naufraga en la impaciencia. Siguen golpeados y, como todo el que pierde, con trampa o sin ella, usan el refugio de la camorra o la violencia para desahogarse. Acusan a sus socios. Atropellan por igual a propios y ajenos. Errores se han cometido; logros, muchos. No los detallaremos por economía de espacio, pero sí quiero reconocer que el dilema de votar o no nos ha puesto por igual a dudar. Cuál es la vía apropiada en esta oportunidad, ante un árbitro injusto y un contendor abusivo. Bajar la santamaría o seguir luchando. En mi opinión, hay que seguir el camino, es difícil e injusto. Vale la pena recorrerlo si la recompensa es una mejor Venezuela. La unidad en propósito y estrategia es conquistable; el voto, aunque lo arrebaten, es la muestra que lleva la psique del usurpador de que ya no son mayoría y que su modelo fracasó. Entienden que la mayoría es la oposición y que la comunidad internacional descubrió que los venezolanos se merecen un mejor porvenir.


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