«Los lideres cometen un crimen contra

su propio pueblo si dudan a la hora

de aguzar sus armas políticas cuando

estas pierden eficacia…»

Nelson Mandela

Hemos sido testigos del fracaso de los recursos legales y constitucionales intentados por la oposición para enfrentar la opresión del régimen y demostrar que no vamos a permanecer impasibles en esas circunstancias; pero en la oposición se tiene claro contra qué se lucha, mas no así a favor de qué se lucha.

La controversia entre sectores de la oposición no es por la cuestión de los principios sino de la táctica que debe emplearse para combatir al régimen. No se admite plenamente que si un determinado recurso pacífico en la medida que sea eficaz para derrotar políticamente a la dictadura, debe ser utilizado. En todo caso, quienes piensan que realizar acciones conforme a la teoría del «putsch» y por tanto no pacíficas contra el régimen espurio y odiado son más eficientes, no pueden olvidar que, por de pronto, el régimen es más poderoso que la disidencia y todo atisbo de violencia será aplastado sin consideraciones de ninguna naturaleza. Por otra parte, la violencia mina el apoyo público que pueda tener la acción disidente y retrasa el cambio en las condiciones objetivas que engendra la tiranía; no resuelve la situación de fondo que es menester solucionar para enmendar la situación planteada y establecer un nuevo orden político y social.

En los actuales dirigentes de la MUD está arraigado el hábito sectario de filtrar y controlar todo a favor de sus respectivos partidos; son métodos incorrectos engendrados por la discriminación, la exclusión y el sentimiento de superioridad política. Esa actitud le está haciendo mucho daño a la unidad que tanto trabajo ha significado crearla y establecerla; deberían prevalecer la modestia, la serenidad y ecuanimidad en los que aspiran a dirigir y cambiar a la sociedad venezolana y derrotar a la vesania que nos ha arrebatado el país, su independencia y su tradición democrática. Asimismo, en una batalla política no se pueden afectar la moral y credibilidad de la gente acudiendo al expediente del disfraz y la mentira. Deben tener claro que como líderes a veces es necesario emprender acciones impopulares, o cuyos resultados no son percibidos en lo inmediato. El éxito político se encuentra en el hecho de haber contribuido a hacerlos posibles. El debate sobre si la oposición debe participar en los eventos constitucionales electorales o en las invitaciones al diálogo patrocinadas por el gobierno hay que mirarlo desde la óptica de la siguiente pregunta: ¿Qué nos fortalece más, participar o boicotear esas iniciativas? A pesar de que se rechacen por injustas las condiciones que llevan aparejadas este tipo de aproximaciones políticas con el régimen, siempre es preferible la negociación y no la guerra como el camino para hallar soluciones a las dificultades que nos aquejan. El régimen es fuerte y resuelto, pero aun con todos sus soldados, fusiles y tanques, está colocado en el bando de los perdedores históricos.

El combate oposicionista contra el sistema opresivo de todas las leyes y normas, arbitrado por el gobierno y nacido del miedo y el prejuicio, está orientado a mantener en una situación de inferioridad a la mayoría de los ciudadanos, respecto a otro sector de la sociedad, integrado por los seguidores del régimen. No se trata solamente de que nuestros país esté comparativamente en una situación peor que la de otros países del continente, sino que una sustancial parte de la población venezolana está siendo discriminada en su dignidad ciudadana en comparación con otros sectores sociales de nuestro propio país y eso no es posible corregirlo, en lo inmediato, porque la ilegítima legislación de la dictadura nos lo impide. Para estar realmente preparado para algo es necesario esperarlo de verdad, no es posible estar preparado para algo creyendo, en secreto, que no ocurrirá. Es menester entonces ser consciente de los propósitos del régimen: destruir la resolución y el espíritu del opositor; explotar sus debilidades, destruir su iniciativa. La unidad es el único antídoto contra esas perversidades. Esto hay que entenderlo cabalmente, con la unidad multiplicamos el valor que cualquier opositor pudiera tener individualmente. Hagamos introspección y coloquemos nuestra mirada sobre nosotros mismos y responsabilicémonos de nuestros actos.

Todo hombre o institución que quiera arrebatarnos nuestra dignidad sufrirá, tarde o temprano, una derrota porque no estamos dispuestos a perderla a ningún precio ni bajo ninguna clase de presión.

Finalmente, la opinión pública internacional sabe que nuestra lucha es una lucha por el derecho a la vida y eso vale, a veces, más que cualquier acción militar. 


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