Esta semana se celebra en Estados Unidos y en varios otros países una tradición asociada a una de las más hermosas acciones que los seres vivos podemos realizar. De hecho, podría decirse que el día de Thanksgiving es la celebración familiar más importante de la cultura norteamericana.

En contraste con ese día específico del año (en el que compartir con nuestros seres queridos y practicar la compasión cuando sabemos o conocemos a alguien que no tiene dónde pasar la velada, es la norma), hoy quiero reflexionar sobre nuestra capacidad para agradecer los pequeños milagros que nos pasan a diario y que normalmente damos por sentados.

Según estadísticas citadas por el diario El País de España, cada día damos las gracias en más de 20 oportunidades. Muchas veces lo hacemos de forma automática, casi sin darnos cuenta. La pregunta es: ¿en cuántas de esas somos capaces de mostrar verdadera gratitud?

En este punto quisiera compartir contigo una frase sobre el tema que me impactó especialmente: “La gratitud en silencio no sirve a nadie” y es que, ¿de qué nos sirve vendernos la idea de que somos agradecidos si no se lo expresamos a nadie por temor a mostrarnos vulnerables o por vivir en “piloto automático”? ¿Cuántas veces dices la palabra mágica a la persona que te atiende en un lugar de comida, o a tus colaboradores o a quien muestra un gesto amable hacia ti, por pequeño que este sea?

Pero no me refiero a un “gracias” dicho por compromiso o por ser lo políticamente correcto, entre dientes y casi que para que solo lo escuches tú mismo; me refiero a un gracias con todas sus letras, acompañado de un contacto visual suficiente, en un tono de voz que acompañe la intención.

El ejercicio de agradecer va mucho más allá de lo externo. Para muchos autores, agradecer no es un acto aislado sino que se trata de un verbo que se traduce en acción cuando identificamos a lo interno la dicha de estar vivos (por ejemplo) y la mantenemos integrada a cada segundo de nuestra existencia.

Como suelo invitarte cada semana, espero que disfrutes de las fiestas y el ambiente de agradecimiento, pero guárdate una buena dosis de “vivir agradeciendo” (así, en gerundio) para distribuir a lo largo del año en las pequeñas cosas, los detalles y sobre todo, en el milagro de la vida que nos permite seguir adelante con nuestros propósitos y metas porque mientras respires, hay gratitud.

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