El régimen de Maduro tiene el tonto lejos o los veteranos cubanos le mantienen a raya la bobería. La idea de reunirse en Santo Domingo esta semana con opositores dialogantes al lado de su docena de asesores, se hará –si se hace– bajo la sombra ominosa de unas elecciones inexistentes, el pasado domingo, en las cuales el régimen se autoadjudica la inmensa mayoría de las alcaldías del país. Para la narrativa roja no importa la abstención (¿alrededor de 80%?) ni el hostigamiento del oficialismo, ni el activismo de los militares, ni el chantaje del carnet de la patria, ni la manipulación de presos políticos convertidos en candidatos apenas traspusieron la salida de la cárcel, ni que tuvieran a cuatro partidos “sentados” en el teatro dominicano, ni nada; lo que les importa ahora es vender la idea en el mundo, ya que dentro de Venezuela el hambre les complica su capacidad de convencimiento, según la cual las elecciones les dieron una sólida mayoría municipal, además de derrotar a uno de los dialogantes principales –Rosales– en el Zulia, quien ya había dejado colgado de la brocha al candidato a gobernador de las elecciones del 15 de octubre, Juan Pablo Guanipa, quien se negó –con honra– a someterse a la constituyente.

Los ciudadanos se abstuvieron y se divorciaron. Se abstuvieron como repudio masivo al sistema electoral, al cual parece habérsele dicho ¡ya no más! Y se divorciaron de una dirección que los dejó literalmente solos, en medio de la nada política: sin oferta, sin camino, mientras preparan el acuerdo dominicano. Los partidos de la MUD, salvo los de Rosales y de Falcón, dijeron que no participarían, luego bajaron el tono; más adelante algunos de sus militantes, contraviniendo o no las directrices partidistas, se inscribieron; de seguidas no se sabía si los apoyaban de verdad o no, aunque ciertos partidos recolectaban fondos para unas elecciones en las que supuestamente no participarían. En fin, el desmadre.

Aun con este ambiente la urgencia para algún acuerdo este 15 de diciembre se incrementa, pues ambos contertulios tienen ahogos políticos: el régimen necesita que se le suavicen las sanciones económicas y el G4 necesita mostrar algo para intentar cierta legitimidad ante los ciudadanos que fueron abandonados; además, los cancilleres de los países democráticos pujan por resultados.

La verdad es que lo que se obtenga –si se obtiene– se hará sobre los escombros de un país arruinado económica e institucionalmente, lo que incluye a la mayor parte de su dirección política roja y azul.

Y, por cierto, ¿qué hay de la Asamblea Nacional?


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