No existen antecedentes en nuestra historia contemporánea de la existencia de una situación tan calamitosa como la que actualmente se registra en nuestro país. El pueblo se encuentra inmerso en una terrible e insoportable pesadilla, al extremo de que ha hundido a 92% de la población en una situación de pobreza, niños mueren de hambre y por falta de medicamentos. También mujeres y hombres pierden la vida al no recibir oportunamente servicios médicos en los ineficientes centros de salud pública.

La imposibilidad de adquirir los productos básicos en todos los estratos sociales genera crisis de angustia y sume en la desesperación a millones de venezolanos. La gente está arruinada, viviendo prácticamente en la miseria, y apenas puede sobrevivir con mendrugos que no alcanzan para satisfacer las necesidades elementales de una familia. No hay alimentos ni medicinas, nada. Solo frustraciones.

Los llamados aquí grupos de izquierda integrados al régimen –que en la realidad representan un totalitarismo fascistoide– tienen entre sus banderas los principios de la libertad y el respeto. Se trata de sagradas expresiones que se encuentran a años luz de sus narices, sencillamente, porque en Venezuela no hay libertad; porque opinar constituye un delito por el cual en las mazmorras de la dictadura hay centenares de presos políticos; no hay Estado de Derecho porque las instituciones han sido descaradamente secuestradas. Otra bandera falsamente enarbolada por esa denominada “izquierda” es la justicia social, pero lo rigurosamente cierto es que eso es lo menos que hay en Venezuela.

Igualmente pregonan la igualdad de oportunidades. Sin embargo, se encuentra establecido un apartheid político, porque para poder recibir ayudas del régimen hay que sacarse el indigno carnet de la patria, una suerte de chantaje. Trabajadores de los organismos públicos son perseguidos, hostigados y despedidos por no comulgar con el régimen. Los pénsum de estudios de centros educacionales públicos están orientados a la ideologización y, por consiguiente, para producir el lavado de cerebro. Centenares de miles de jóvenes no pueden recibir una buena educación, y, en vez de educación temprana, la oportunidad que les ofrece el régimen a los niños es una muerte temprana.

Por otra parte, cada día adquiere mayores proporciones el drama que representa la migración de centenares de miles de personas que huyen a causa de la crisis. Estas son solo algunas de las muchas razones por las cuales se justifica en el país la aplicación del principio de intervención humanitaria, y la solución a este dramático cuadro es salir de Maduro. Saliendo del dictador que trastocó sueños e ilusiones, Venezuela sale adelante. No cabe la menor duda de que nos vamos a recuperar.


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