El profesor Humberto Njaim presentó a la Academia de Ciencias Políticas y Sociales un texto que denominó “Hipótesis sobre la negociación al 19 de noviembre de 2017”. Njaim tiene autoridad para opinar por su vasta experiencia en el campo de las ciencias políticas. No en balde fue asistente de Manuel García Pelayo en el Instituto de Estudios Políticos de la Universidad Central de Venezuela, del cual fue luego su director. Es la opinión de uno de los constitucionalistas más agudos y cultos del país, razón por la cual su papel de trabajo merece difusión para la discusión.

Afirma Njaim que en la política se debe “evitar por todos los medios el conflicto extremo”. Por eso no se puede descartar la negociación para evitar el pleito permanente que tiene agobiados a los venezolanos. Añade que por razones de astucia política hay que “enterarse de las intenciones del adversario”. Es fácil detectar cuál es la intención del régimen en este anunciado diálogo: lograr la aprobación del endeudamiento y el reconocimiento de la asamblea nacional constituyente para perpetuarse en el poder. Por eso hay que encontrar el momento apropiado para negociar.

Los negociadores de la oposición, por su parte, pueden delimitar sus objetivos. Las estrategias para buscar el restablecimiento de la democracia se convierten en frustración. La victoria del 6D de 2015, que permitió conquistar la Asamblea Nacional, se convirtió en una desilusión, en vista de que el régimen se encargó de arrebatarle las facultades constitucionales. Todo ello porque una revolución cuando toma el poder es para perpetuarse. Así lo explica el premio Cervantes de este año, Sergio Ramírez, en su autobiografía Adiós muchachos para referirse a la revolución sandinista: “Una propuesta de cambio radical necesitaba de un poder radical […] un poder para siempre”.

En este momento aparece el régimen debilitado debido a la crisis humanitaria causada por las políticas económicas copiadas del fracasado modelo cubano. A esto se suman los problemas financieros que amenazan al régimen con caer en default. Por eso necesitan refinanciar su deuda; para ello requieren de la aprobación de la AN. El régimen no puede ampararse en la ANC para aprobar la reestructuración, porque es una instancia no reconocida por las democracias occidentales. La oposición cuenta, en consecuencia, con esta poderosa fuerza para negociar. De usarla con habilidad lograrán el primer paso para restaurar la democracia.

A lo anterior se suma el deseo del gobierno, según lo reporta la prensa, de que la oposición gestione el levantamiento de las sanciones económicas impuestas por Estados Unidos, Canadá y la Unión Europea. Estas sanciones, aunque pretenda negarlo el gobierno, son letales, porque le complican aún más el manejo de la reestructuración de la deuda.

La oposición debe elaborar un listado de materias que no son negociables: la liberación de los presos políticos, un calendario electoral con nuevo CNE y modificación del TSJ, cambio del modelo económico y la disolución de la ANC. Si no se puede obtener lo indicado, la negociación no tendría sentido en este momento.

El éxito de una negociación requiere de la buena fe de ambas partes. Está demostrado que el régimen está anclado en su idea de perpetuarse en el poder e imponer un Estado socialista inviable “como sea”. Si no se logra cambiar el Poder Electoral, cualquier acuerdo se traducirá en un nuevo fracaso para lo oposición. En esto los negociadores no pueden transigir. El documento de Humberto Njaim es una contribución para la discusión de esta materia.


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