Ante la realidad objetiva que muestra cómo los regímenes dictatoriales del castrochavismo en las Américas ejercen ilegal e ilegítimamente el poder indefinido, cometiendo todo tipo de crímenes para tener impunidad, es bueno recordar que la Declaración Universal de los Derechos Humanos establece como “esencial que los derechos humanos sean protegidos por un régimen de Derecho, a fin de que el hombre no se vea compelido al supremo recurso de la rebelión contra la tiranía y la opresión”, esto significa que la rebelión contra la tiranía y la opresión es un derecho, no una vergüenza ni un crimen.

Es en el preámbulo de la Declaración Universal donde se reconoce como “supremo recurso” la “rebelión contra la tiranía y la opresión”. Constituye el exordio, “el origen y el principio”, por eso la Declaración Universal de los Derechos Humanos afirma que “la libertad y la paz en el mundo tienen por base el reconocimiento de la dignidad intrínseca de los derechos iguales e inalienables de todos los miembros de la familia humana” y que “el desconocimiento y el menosprecio de los derechos humanos han originado actos de barbarie ultrajantes para la conciencia de la humanidad”, y a continuación declara “esencial la protección de los derechos humanos por un régimen de derecho para que el hombre no se vea compelido al supremo recurso de la rebelión contra la tiranía y la opresión”.

Instituida como “esencial” la existencia de un “régimen de derecho”, cuando este es suplantado o no existe, desaparece con él “la naturaleza, lo más importante” para la protección de los derechos humanos, y como el crimen, la tiranía y el oprobio no pueden ser ni aceptados ni prolongados, los derechos humanos abren y reconocen el camino del “supremo recurso de la rebelión”.

Supremo es que “no tiene superior”, es el “mecanismo último y extremo para proteger los derechos humanos”, y así presenta la Declaración Universal la “rebelión contra la tiranía y la opresión” como “supremo recurso”. Rebelión es “oponer resistencia”, “sublevarse, levantarse, ser hostil contra la “tiranía” que se define como un “régimen de abuso o imposición en grado extraordinario” y la “opresión” cuyo concepto es “someter a una persona, a una nación o a un pueblo vejándolos, humillándolos o tiranizándolos”.

Los regímenes tiránicos y opresivos de Cuba y Venezuela, de los Castro, Chávez y Maduro, dan cada día prueba pública de esas condiciones; así están encaminados Bolivia con Evo Morales, Nicaragua con Daniel Ortega y Ecuador con la estructura de Rafael Correa. Las dictaduras de las Américas están en evidencia, no respetan ninguno de los elementos esenciales de la democracia de la Carta Democrática Interamericana y violan los derechos humanos como política de Estado.

Cuba y Venezuela son dictaduras expuestas, tiránicas, opresivas y contumaces; Bolivia y Nicaragua se esfuerzan por mantener la simulación de democracias, pero son absolutamente opresivas y ejercen tiranía; Ecuador tiene la oportunidad de salir de similar régimen implantado por Correa con Lenin Moreno que, aunque no ha producido cambios concretos, da señales que en el imaginario colectivo son una esperanza.

Recordar que el ser humano tiene como derecho irrenunciable el “supremo recurso de la rebelión contra la tiranía y la opresión”, no pretende inducir rebeliones, sino apuntar que aún es tiempo de evitarlas. Para librarse de las legítimas acciones populares ya vistas y que no tardarán en reproducirse, los tiranos y opresores de los regímenes de Cuba, Venezuela, Bolivia, Nicaragua… deben dejar el poder porque están al margen de la legalidad y de la legitimidad, porque solo los sostiene la fuerza y el sistema de crimen organizado. La lucha desigual de los pueblos para recuperar su libertad y democracia está respaldada por el mundo en cumplimiento de las normas internacionales, de derecho y de la civilización universal.

Para que los pueblos oprimidos por las dictaduras castrochavistas no ejerzan el “supremo recurso de la rebelión”, estos regímenes desarrollaron carrera armamentista y estructuraron monstruosos servicios de seguridad y represión; controlan todos los poderes del Estado; dictan leyes infames que en lugar de proteger violan los derechos humanos como la sarcástica “ley contra el odio” de la dictadura de Maduro en Venezuela; tienen perseguidos, presos y exiliados políticos a los que torturan física y moralmente como ejemplo disuasivo; tienen el control total de las fuerzas armadas con corrupción y narcotráfico en sus cúpulas como vergonzoso soporte de poder; han anulado la libertad de prensa usando el miedo o el soborno directo o de negocios; han dilapidado los recursos nacionales y liquidado los aparatos productivos para sumir a sus pueblos en la miseria que hace a los hombres más fáciles de someter.

Cuba en un nuevo periodo especial agravado por el cambio de dictador que debe realizar en el cortísimo plazo no es precisamente estable; Venezuela se jacta de casi haber cerrado 2017 con Maduro en el poder, y haber dividido la oposición, pero tiene más crisis, probado el narcoestado, crecientes sanciones internacionales, quiebra y los jerarcas tienen miedo; Evo Morales en Bolivia intenta un nuevo fraude para nombrar jueces y digita otra “sentencia infame” para prorrogarse indefinidamente contra la voluntad popular que lo derrotó el 21F, pero ya es un dictador afamado constructor de un narcoestado; los Ortega en Nicaragua acaban de consumar otro fraude en las municipales y se esfuerzan por tapar su corruptela, pero todos ellos saben que están obligando a los seres humanos a ejercer más pronto que tarde el “supremo recurso de la rebelión contra la tiranía y la opresión”.


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