El país atraviesa una etapa de agudización de la crisis como parte del proceso de afianzamiento de la dictadura, agravada ahora con el secuestro del sistema electoral. Si queremos enfrentar efectivamente al régimen, debemos reflexionar sobre cuál es su naturaleza y las formas de opresión que ejerce, tanto para darle respuesta en lo inmediato como para establecer elementos que ayuden a la elaboración de un proyecto alternativo e incluyente de país, necesario para superarlo.

Es importante reconocer cómo, en este proceso de consolidar la dictadura, el régimen manipula a sectores de la población a través del fomento, utilización e instrumentalización de necesidades y problemas. Así, por ejemplo, políticas del Estado de distribución de alimentos o de entrega de viviendas se implementan con criterios de exclusión social y política, con el objetivo de establecer sistemas de control y dependencia.

Esta perversión de las relaciones entre Estado y sociedad es justificada por un discurso oficial de propaganda que exalta las acciones gubernamentales y genera informaciones falsas, repitiéndolas hasta producir percepciones distorsionadas de la realidad, posverdades. Pero también, este discurso coopta valores universales como exclusivos del poder y de los grupos asociados a este, cuestionándolos cuando provienen de organizaciones o individuos independientes, donde los atribuye a intereses ocultos de grupos malintencionados.

Temas como el empoderamiento, la organización y la participación social, la solidaridad y la convivencia, han sido tergiversados o desprestigiados por el régimen, buscando limitarlos únicamente a sus políticas o asociarlos a ideologías o modelos de gobiernos afines. De esta manera ha condicionado negativamente la conversación sobre estos temas y su pertinencia en la búsqueda de soluciones a la actual situación del país.

Esto ha afectado su discusión, por ejemplo, en foros públicos y redes sociales. Se cuestionan objetivos y logros de iniciativas de organizaciones religiosas, humanitarias o que realizan alguna forma de trabajo social, al igualarlas y compararlas con planes gubernamentales. En nuestro caso particular, programas como Alimenta la Solidaridad, llevados a cabo por nuestra organización junto a comunidades de Caracas, han sido comparados con iniciativas gubernamentales como el CLAP, al estar enmarcados dentro de la problemática de la crisis alimentaria. Un programa como Alimenta la Solidaridad estimula el empoderamiento local y los procesos convivenciales: organiza comedores para niños en situación de vulnerabilidad, a partir del trabajo conjunto de miembros de la comunidad, voluntariado y organizaciones. Por el contrario, los CLAP son un mecanismo de control y presión social: condiciona la distribución y entrega de alimentos con criterios sectarios, siendo utilizado como herramienta coercitiva y haciendo dependientes del Estado a cada vez más sectores de la población.

Visibilizar las diferencias entre esta iniciativa independiente y el plan de gobierno, nos permite mostrar con claridad el aprovechamiento que el régimen hace de los graves problemas que afectan a la población y del discurso que desvirtúa y estigmatiza vías de solución que pueden ser implementadas desde la colectividad. Es necesario considerar los temas de organización social y convivencia, solidaridad y participación, en la búsqueda de salidas a la crisis y la superación de la dictadura, como elementos para la reconfiguración de estrategias y el desarrollo de nuevas formas de acción política.

Solidaridad y convivencia opuestas a la exclusión y opresión, pero también como base para un nuevo programa político. Una vía que posibilite el involucramiento real y activo de diversos sectores sociales y nos permita la superación del régimen y la reconstrucción del país.

robertopatino.com


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