El 15 de octubre el régimen ganó políticamente; la resonancia de su victoria trasciende las posiciones alcanzadas. La licitud y legitimidad de la misma no es un problema para quienes no siendo demócratas se guían por la máxima de que el fin justifica los medios y están dadas las condiciones para que el 10 de diciembre se repita lo mismo.

La trascendencia de esos resultados está por verse; en todo caso, lograron terminar de pervertir el voto como expresión de la soberanía popular y además han logrado desmantelar –momentáneamente o por largo tiempo, no se sabe– la unidad de las fuerzas democráticas.

Lo ocurrido y sus consecuencias obligan a las fuerzas democráticas a abrir un debate incluyente, sincero, riguroso, constructivo, fraterno y sin complejos para desentrañar las causas de lo acontecido.

La historia reciente nos enseña que las posibilidades de un cambio liderado por los demócratas pasa por la unidad de la oposición. Las victorias de 2008 y 2015 y la conversión de la MUD en un actor político con suficiente envergadura para representar la alterativa real al chavismo así lo confirman.

Por tanto, es indispensable la reconstrucción de la unidad democrática sobre nuevas bases y procedimientos. Una unidad real con visión estratégica y con un funcionamiento incluyente alejado del hegemonismo que facilite la sinergia de todas las fuerzas opuestas al régimen y favorables al cambio.

Asunto nada fácil porque a los egos, planes particulares, al falso dilema planteado por callistas y dialoguistas extremos hay que agregarle la (antes sumergida y ahora visible) contradicción entre quienes creen posible y viable la cohabitación política con el régimen y quienes la descartan escarmentados por experiencias lejanas y recientes.

Las fuerzas democráticas disponen de poco tiempo para saldar sus diferencias y restablecer la unidad. El régimen anda en una especie de guerra relámpago –aprovechando el desconcierto y división opositora– para hacerse de todas las posiciones de poder estatal. Incluso, está en el ambiente un adelanto de comicios presidenciales reproduciendo el formato fraudulento de las regionales y municipales.

El cómo afrontar la embestida continuista del chavismo y prepararse para unas presidenciales deben ser un estímulo suficiente para adelantar una concertación opositora para luchar por un nuevo y diferente CNE y por el regreso de comicios libres, justos y competitivos, tal y como lo prescribe el ordenamiento jurídico vigente. Y construir las condiciones para recuperar la unidad.

Venezuela necesita y demanda un cambio de régimen para revertir este camino a la miseria material y espiritual al cual nos está conduciendo la confluencia entre castristas, militaristas y delincuentes que tiene secuestrado al país. Está en las manos de los demócratas hacer todo lo necesario para facilitar ese cambio. De no hacerlo, facilitamos el continuismo chavista con todas las consecuencias nefastas ya vividas o le abrimos la puerta a un tipo de cambio regresivo y antidemocrático, recordemos que la política no tolera el vacío y la presión nacional por un gobierno que garantice orden y seguridad será muy fuerte.


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