En la encíclica Laudato Si: sobre el cuidado de la casa común, del 24 de mayo de 2015, el papa Francisco afirma que ante la crisis generalizada que vive la humanidad hay que avanzar una “revolución cultural”, que para Venezuela presupone un acuerdo político social y la definición de un proceso económico de recuperación que requiere la modificación del modo de pensar y de actuar de los protagonistas.

El diálogo es la forma que podría inducir la transformación de los procesos decisionales en el presupuesto que la población, emancipada de la servidumbre voluntaria, participara con sentido crítico a la restructuración de los efectos negativos de una economía ideologizada por el control del Estado, mientras que la oposición (MUD), con siempre menor credibilidad, cumpliese con su función institucional y tuviese un programa para invertir la planificación excluyente aplicada por la revolución castro comunista bolivariana.

¿En las condiciones de crisis económica y social a las cuales ha sido reducido el país, es posible la postulación del amor civil y político como principio  regidor del ejercicio del poder y transformar el bienestar social como factor básico de la estabilidad y seguridad del orden político, jurídico y económico fundamentado en el pensamiento único?

Frente al autoritarismo presente que persigue el control total de la sociedad, la hipótesis formulada en conformidad con la novedosa ética católica, parece el intento para construir una utopía, una ilusión frustrada por los incumplimientos manifiestos con los cuales el Ejecutivo ha desatendido los compromisos asumidos, como la liberación de los presos políticos, el respeto de los derechos humanos, la paridad de condición y transparencia del sistema electoral, el reconocimiento de las necesidades primarias de la población.

Bajo la experimentada guía de Cuba y con la complicidad de una oposición ineficiente y corrupta, estratégicamente inconsistente para enfrentar la lógica de poder del centralismo democrático, el gobierno venezolano ha construido metodológicamente la apatía política, consciente o inconsciente, de un pueblo que ha sometido detrás de la máscara democrática que ahora viene impuesta por una asamblea constituyente con estratagemas seudojurídico constitucionales, elaborando diariamente condiciones para la perpetuación del poder.

Sin excesiva violencia, según la postulación de la Secretaría del Vaticano, pero con la determinación necesaria, la Fuerza Armada actúa cual instrumento garante de la permanencia del poder y arremete para el control de las manifestaciones pacíficas de los estudiantes y de  grupos marginales de una población sometida a una constante desinformación hacia las libertades conculcadas.

En lo económico, se desquician vías legales para minimizar recursos disponibles, también presupuestarios, para suprimir las instituciones democráticas, al mismo tiempo en que se asimilan como ataque al régimen las críticas que  pongan en tela de juicio su operado.

Estas se manifiestan también en el mundo bolivariano: falta que se produzca para una natural implosión  entre los partidos que rigen el gobierno y la Fuerza

Armada, el entramado interno de las complicidades definidas entre el ejercicio del poder político y el narcotráfico que impide el surgimiento de aquella “intolerancia” por la cual, durante el verano-otoño de 1923, Trotsky denunció la crisis económica existente en la URSS también por la excesiva burocratización del aparato gubernamental soviético practicada por José Stalin, secretario general del partido.

Según el análisis de Volkogodonov de 1972, este aspecto indujo a la incapacidad de la URSS para enfrentar la invasión nazi de 1940: necesitó la ayuda estadounidense para enfrentarla, mientras que sus consecuencias terminaron aparentemente en 1989 con la caída del Muro de Berlín y la fin de la guerra fría.

En Venezuela, la estructura político partidista creada por la revolución castro comunista bolivariana después del Foro de Sao Paulo de la izquierda internacional de 1990, en el siglo XXI no podría tener un desenlace parecido ni en el tiempo ni en la forma a lo de la ex URSS, debido a la evolución de las tecnologías de producción, de la telemática, de los servicios de transmisión y comunicación, y del sistema financiero internacional vigente.

Ya 18 años parecen demasiados para una autocracia que, por su propio comportamiento e  ineficiencia y por los graves errores en la  administración pública, ha madurado la caducidad de su instancia; pero ha sido sostenida en forma explícita por una oposición corrupta que le ha permitido aquel espejismo detrás de cual ha escondido a los venezolanos su vocación totalitaria y a los observadores extranjeros el aprovechamiento de los recursos de la nación.

En la situación interna, más allá de la hiperinflación, escasez de medicamentos, alimentos y repuestos, pérdida del valor de la moneda, desempleo y pobreza, la falta de restructuración de la deuda externa produce una situación de default que permite a los acreedores la acción directa de recuperación sobre los activos de Pdvsa existentes en el exterior creando, según la teoría de Hayek, reales condiciones de inestabilidad. Por esto, en la visión de Keynes, el mundo de los negocios se encuentra sustancialmente afectado en las expectativas, ya que es muy difícil que se establezcan coincidencias entre el interés monetario y el rendimiento marginal de las inversiones reproductivas (para los economistas es el equivalente a la tasa natural descrita en el análisis de Wieksell).

La interpretación geopolítica, debido al infeliz reparto del excedente petrolero que ha privilegiado la expansión del proyecto político respecto las inversiones productivas internas y ha acentuado el endeudamiento fiscal, aprecia la debilitación de la soberanía, por lo cual el país queda expuesto a la confrontación con las áreas de influencia determinadas por  las relaciones entre Estados Unidos, Rusia y China, siendo manifiesto en las nuevas condiciones económicas y de dependencia del país, el papel subalterno de Cuba y la siempre mayor importancia que asume en el contexto del Caribe la estabilidad democrática de Colombia.

Se pueden conformar  ritmos evolutivos que pueden llegar a nuevas situaciones de conflictividad entre los diversos actores, por lo cual la recuperación del sistema democrático venezolano se vuelve en fulcro del equilibrio político de la región, a menos que su desestabilización no constituya el objetivo de un plan estratégico de la izquierda internacional para apropiársele definitivamente.

Para evitar esta indeseable consecuencia, para recuperar la soberanía y la identidad de la nación se debe oportunamente transformar la sociedad rentista venezolana en una productiva: es la premisa para empujar el futuro bienestar del país a través del trabajo. Es un postulado que se encuentra en “la siembra del petróleo” formulado por Adriani, repropuesto por Uslar Pietri y reestructurado por Maza Zavala, y que desde 2008 ha sido objeto de investigación del doctorado de Economía de la Universidad Central de Venezuela.

Lamentablemente es una estrategia que no se puede realizar en su formulación inicial debido al hecho que la revolución castro comunista bolivariana ha tenido la capacidad de destruir también este sector vital de la economía venezolana: con la disminuida producción de petróleo se ha vulnerado la posibilidad de autofinanciamiento, y por consiguiente se requiere conseguir  inversiones públicas y privadas para reponer en funcionamiento el aparato productivo de los hidrocarburos y asegurar las condiciones políticas, jurídicas y económicas para que puedan realizarse.

En cualquier caso la mencionada es una perspectiva que con acierto María Corina Machado indica directamente en su proposición política que perfeccionará en las modalidades.  

Por supuesto, en ningún caso se podrá anular la función del petróleo que constituye en la actualidad 98% de las exportaciones, es decir, del ingreso de divisas del país. Se trata de formular una nueva estrategia de política petrolera para privilegiar la producción y exportación de derivados y productos petroquímicos, minimizando la exportación de crudo; se trata de abrir la industria a la inversión de capital privado, adoptando a las circunstancias la tipificación del sector ya iniciada por Arabia Saudita, Irán, México; se trata de encaminar el país hacia una nueva y moderna fase de su sistema productivo, de conquistas democráticas, de civilización.


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