El último trimestre –2017– se ha desarrollado angustiante entre la descontrolada inflación, ilimitada escasez, hambre generalizada, ciudadanos hurgando en la basura, enfermos y muertos por falta de medicinas, estafas y trampas a placer, desilusiones, frustraciones. Por ejemplo, el descaro imperdonable al desobedecer e ignorar el mandato ciudadano del 16J, los fraudes del 30J, 15O, el diálogo capitulación del 1 y 2 de diciembre, la trágica comedia del 10D, y la hipocresía –por venir– del 15D. Para remate, el atrevido disimulo anunciado por adecos, progresistas, socialistas de participar en el próximo sainete presidencial y, por si fuera poco, tanta estulticia, el anuncio de la criptomoneda petro.

Malpensados imaginan aquella eternidad a la cual ninguno en su sano juicio quiere llegar, pero como buenos cristianos no deseamos el infierno, ni siquiera a politiqueros; aunque para algunos sea lo que merecen. Pero ese es un juicio y, aunque no tengamos mucha caridad, tenemos fe y esperanza.

Suponemos que Nicolás Maduro, entre cadena y cadena, habrá puesto en marcha su vigorosa fuerza de análisis para comparar la permanencia política de Fidel Castro, Hugo Chávez y Evo Morales –no incluyamos al déspota de Zimbabue, a quien expulsaron del poder después de más de medio siglo atornillado–. A dos se los llevó la muerte. A Castro, después de casi 60 años –aunque a Cuba y cubanos los arruinó en mucho menos tiempo–, y a Chávez, en apenas 15 años; no es ningún récord.

Evo Morales empezó por adelantarse a su defunción y fundó su museo para que las sucesivas generaciones de bolivianos puedan conocer en detalle tan meritoria vida nacida de las entrañas de la pachamama para enfrentarse contra los chilenos que se quedaron con la tierra de sus antecesores, y el imperio estadounidense, que como todos sabemos es un permanente metomentodo. Y, por supuesto, para establecer en Bolivia, hija de Bolívar que no pega una, la revolución del camarada Chávez que regaló dólares, avión, helicópteros y otros detalles.

Comprometido con su éxito, Evo no quiere dejar solos a sus camaradas para que vuelvan a las andadas –politiquerías, golpes de Estado, generales salvadores, coca descontrolada– y ha convencido a los poderes Judicial y Legislativo que establezcan que él siga siendo presidente todo el tiempo que quiera, como Fidel, Hugo y el colega africano, cuyos súbditos machistas le aguantaron todo menos a la nueva esposa.

Es comprensible que el presidente obrero sienta la misma responsabilidad, 6 años no son nada, apenas un chispazo revolucionario que no es tiempo suficiente. Chávez no pudo completar su objetivo de hacernos iguales por abajo en 15 años –se atravesaron, bolichicos, corruptos y asaltantes del tesoro público–, no es justo pretender que el heredero consiga la justicia igual en la miseria de la tercera parte. Además, sano y rozagante, sería poco revolucionario irse a descansar en plena capacidad.

Al mismo tiempo, hay que comprender la otra angustia de Maduro, ¿a quién le va a dejar tan pesada carga? ¿A alguno de los dirigentes pesuvistas que solo saben aplaudir, pero no tienen idea de lo difícil que es ejecutar una revolución? ¿A los que creen todavía que Chávez debió escogerlos y se aguantan como caimanes en boca de caño para ver cómo se hace caca el designado, como si no supiera lo que están tramando? Y de los militares mejor ni hablar, ya el comandante en jefe tiene suficientes uniformes a disposición que puede pasarlos a retiro cuando le provoque, embajadas, consulados y puestos de gobierno, es lo que sobra.

El aspirante a la reelección presidencial está al corriente de que ya no se habla de la hija favorita del eterno, a quien cumplió con darle un chance cómodo en Naciones Unidas, donde nadie puede decir que no le aguantan caprichos principescos y delirios de grandeza, nunca la ven, es llanera con plata, no peruano-japonesa. Y la primera combatiente que se olvide, ella a sus labores, cualesquiera que sean además de colocar parientes en el gobierno, no importa cuántos vayan ya, el presidente sigue siendo el marido, jefe es jefe, como saben los generales.

O todavía peor, ¿cómo dejarle el cargo a uno de esos dirigentes opositores que siguen creyendo ilusionados que representan y lo único que consiguen son migajas que el régimen comunista castrista dictatorial y sus camaradas de confianza quieran darles, y encima se sienten triunfadores?

Hay que entender la zozobra presidencial, y advertir que quiera seguir al frente, queda mucho por arruinar, Fidel mostró el camino, y a Maduro le faltan muchos años para ser confinado a una piedra. Además, en la Presidencia no hay tribunal que valga.

¡Que Dios se apiade de nosotros!


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