Para Luis Daniel

El guerrero avanza victorioso por la llanura que presenció la batalla final o se le ve bajando de la montaña en la que combatió asediando al ejército regular con táctica y estrategias de guerrillas inspiradas en el comando del legendario Ho Chi Min con veloces desplazamientos inesperados capaces de desconcertar y vencer al enemigo más poderoso. Como el político, va camino de asaltar el poder en manos de algún tenebroso y anclado usurpador consciente de que él mismo lo es. Al lograrlo, ocupará el trono de la monarquía o la silla presidencial, y la violencia que empleó para sentarse en ella también se instalará en el palacio y los ideales de justicia, igualdad y libertad que lo alimentaron en sus tiempos de insurgencia comenzarán a ser olvidados porque el poder lo embriagará y socavará su alma y le triturará los huesos; se convertirá a su vez en el sátrapa al que tanto odió y acabó venciendo. Y desde el poder perseguirá, encarcelará o torturará hasta la muerte a quienes intenten destronarlo. Se ensañará contra sus antiguos aliados porque recelará hasta de su propia sombra y no confiará ni siquiera en ella. Entonces conocerá la verdadera soledad: ¡la soledad del poder! ¡Hacerse viejo antes de tiempo!

El arco que trazó desde el campo de las hostilidades hasta la toma del poder por vías violentas o por elecciones amañadas se conoce como el paso que va de la aventura al orden. Ocurre en todos los niveles y en la antigüedad se aseguraba que el orden residía en la disposición de las estrellas en el firmamento.

El joven iconoclasta, impetuoso e irreverente cederá en algún momento al paso del tiempo y sentirá que debe sosegar el ánimo, sin claudicar, pero aceptando nuevas razones y comportamientos de vida.

El movimiento estético, artístico o literario que irrumpió y perturbó la apacible floresta cultural del país también suavizará su ímpetu y aceptará con beneplácito que sus postulados hayan contribuido a enriquecer la cultura, pero consciente de que nuevos movimientos estéticos o literarios seguirán removiendo al mundo porque sus planteamientos pasaron a formar parte de lo aceptado.

¡Descendamos! ¡Bajemos el tono! En lo personal, sigo creyendo que hay gente que vive en otros planetas y que en el bolero se encuentra la solución de todos mis conflictos sentimentales y metafísicos y acepto que los Beatles, pongamos por caso, no habrían sido posibles sin Elvis Presley y Elvis sin Fat Dominó. Me van a perdonar, pero me pregunto: ¿qué se hicieron la rumba y el danzón? Pasó la conga, pasó el son; pasaron la rumba y el danzón; el bolero pretendió eternizarse; pasaron también la salsa y el merengue y el rap terminó siendo, a fin de cuentas, el barbotear de los padres de unos chamos que cultivan el reguetón, bailan sin tocarse porque lo hacen ahora las chicas, pero de espalda, sin mover el torso levantando arriba y abajo las caderas e imprimiendo un movimiento circular mientras mueven las nalgas en el nuevo baile llamado twerting, que horroriza a los mojigatos que ya encontraron quien alzara la voz gritando que es un baile que sepulta la dignidad de la mujer, que se trata de un nuevo ataque del diablo para hundirnos en la concupiscencia y toda la moralina que de allí se desprende. Además, no sabemos cuánto durará este twerting erótico que ejecuta la mujer mientras el hombre permanece detrás ondulante, con los brazos abiertos.

El twerting terminará arrinconado en la memoria como la rumba y el danzón; el merengue apambichao, la lambada y el twist: alineándose con los sucesivos bailes que hemos conocido desde el swing y las diversas modalidades del jitterburg acrobático pero igualmente demoníaco de las décadas de los treinta y los cuarenta: el lindy hop, el shag, bailados al ritmo de las big bands.

Se trata siempre y nuevamente de la aventura en su pedregoso camino hacia el orden. De la irreverencia y los desplantes a la aceptación y el acatamiento. Cambia la sociedad, las convenciones tienden a ser otras: el acierto consiste en detectar a tiempo los cambios y transformaciones: el viejo traje de baño de mujer que todo lo ocultaba en tiempo de la abuela se fue convirtiendo en bikini antes de aparecer la tanga, y Juan Vicente Gómez desde el hotel Miramar de Macuto al ver a los jóvenes retozando entre las olas comprendió que su tiempo agresivo y rural había pasado y fueron aquellos jóvenes sin nombre ni apellidos (¡y los del 28, sobradamente conocidos!), y no Román Delgado Chalbaud, quienes le removieron el piso al hombre que con mano férrea y enguantada rigió durante 27 años los destinos del país.

¡No importa lo que digamos! La aventura política de Venezuela no parece haber sido dichosa o prometedora, amurallada como ha estado tradicionalmente por el cuartel, la rigidez de un orden ajeno a la vida civil y la presencia del caudillo no necesariamente militar.

Hay un orden que personalmente detesto: es cuando nos enteramos, por ejemplo, de que los obreros de una fábrica en Filipinas que exigían aumento de sueldo fueron dispersados por la policía, que restableció el orden.

Tratamos de dar y encontrar sentido a nuestras vidas y al hacerlo iniciamos la gran aventura que sorteará a su paso obstáculos, solidaridades y desilusiones; fracasos y heroicidades, y buscamos el amor y el disfrute entre amigos de la música y los bailes antes de que la muerte, como definitiva presencia del orden, ofrezca refugio a nuestras agonías y desencantos.


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