Aquí falta de todo, eso lo sabemos. Tenemos bloqueos de bienes y servicios, incluso de los más básicos; muchos creen que por falta de mantenimiento.  Los alimentos y los suplementos alimenticios son escasos, así como  los medicamentos y los equipos médicos. Sin mencionar, en este último rubro, la más elemental ambulancia para atender los casos de emergencia. Pero el más acertado disparo del régimen es el psicológico contra los ciudadanos y, por ende, contra el país. Con razonables expectativas de mejoramiento de nuestra situación, al abrir el siglo XXI, nos hemos convertido en un país sombrío, nefasto y pesimista al andar del siglo. La desesperanza, el hastío y, en definitiva, el miedo se ha alojado en muchos hogares venezolanos. Razones para ello sobran, pero son las que le convienen al régimen que nos sojuzga, que ha actuado deliberadamente para contraernos, enloquecernos, deprimirnos, amilanarnos.

Varios son los quiebres emocionales que vivimos. Uno de los más efectivos ha sido producto de la dispersión, la migración, la diáspora, que ha separado familias enteras. Otro, en este receso escolar, es la imposibilidad de compartir con los hijos de vacaciones reales, de hacer turismo nacional y recorrer el país por carreteras, visitar una sala de cine o pasar un tiempo de calidad en un campo deportivo.  Cualquier actividad fuera de casa, además de costoso y demasiado arriesgado, está prohibida, excepto se trate de buscar alimentos y medicinas que no se tienen, y prácticamente imposible ir al exterior por mucho que los hijos envíen el boleto aéreo o de autobús, porque cuesta cada dólar, cada euro, cada sol que se gana en Estados Unidos, España o Perú, por ejemplo.

La tendencia a la depresión colectiva favorece al gobierno. Tenemos que hacer un esfuerzo sobrehumano para revertirla, venciendo al gobierno en el terreno psicológico mismo. No es por la vía de llamarnos a engaños, evadir la realidad, sino de asumirla en su exacta dimensión. Valga un caso como ejemplo: distinguir entre una noticia real y genuina de otra artificial, morbosa y reiteradamente difundida, generadora de respuestas que la refuerza como un drama inconcluso. Para los adultos, decidir sin importar otros asuntos dedicarle tiempo al ejercicio físico, a la conversación con los hijos mayores más allá del temario económico y político y, con los más pequeños, jugar con lo que se tiene a la mano. En fin, recrearse en todo lo posible para readquirir una fuerza anímica y, en el caso del creyente, reafirmar su fe.

 Esto significa oxigenarse, retomar fuerzas para seguir la lucha por el pan de cada día y enfrentar al régimen aun desde el ámbito más modesto. Por ello, creo que esta es la hora de los psicólogos sociales y hasta de los clínicos que pueden abundar en las recomendaciones necesarias, en los consejos especializados, en las palabras certeras.  No nos dejemos derrotar en el terreno anímico. Los venezolanos somos herederos de gestas tan extraordinarias como la de la independencia continental: no nos dejemos intimidar y pulverizar, teniendo un alma tan grande. Nunca olvidemos que Venezuela libre resiste, persiste y existe. 

@freddyamarcano


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