La semana pasada el doctor Ricardo Hausmann sorprendió a la opinión pública con su propuesta de que la Asamblea Nacional nombre un gobierno en el exilio y que este solicite a la comunidad internacional una intervención militar con el objetivo de derrocar al régimen y restituir el imperio de la Constitución vigente.

La propuesta Hausmann es consecuencia de la creciente convicción de sectores tanto nacionales como internacionales de que es imposible resolver la tragedia venezolana endógenamente. Esa convicción se fundamenta en la actitud del régimen de insistir a todo evento en concretar su proyecto –por demás, bastante avanzado– de instaurar una dictadura totalitaria de inspiración castrista y de la incapacidad de las fuerzas democráticas de impedir –por sus acusadas y reiteradas carencias– tal despropósito.

Estoy en desacuerdo con tal fórmula por varias razones: esa propuesta supone, ni más ni menos, sumergir al país en una guerra abierta de nefastas y duraderas consecuencias; es funcional al relato chavista de la conspiración imperialista, porque le confiere credibilidad y contribuiría a diluir su responsabilidad en el origen y desarrollo de la tragedia que padece la sociedad venezolana; una operación de ese tipo requiere de un consenso y participación internacional de difícil y complicada materialización; Venezuela no es Panamá, mucho menos Granada, las posibilidades de victoria pasan por una invasión en gran escala, similar a la ocurrida en República Dominicana en 1965 bajo el paraguas de la OEA, comandada por Estados Unidos, y difícilmente pueda por ahora concretarse una coalición de este tipo. Estados Unidos carece de la hegemonía de antaño y Trump carece de la auctoritas y del liderazgo necesario para convocar y liderar tal empresa.

Conviene preguntarse por qué Hausmann hace público tan polémico y riesgoso planteamiento. Creo que busca aumentar la presión sobre el régimen en vísperas de la nueva ronda de conversaciones en Santo Domingo los días 11 y 12 de enero, y enviarles un mensaje a los integrantes de la FAN sobre los riesgos potenciales del escalamiento de la crisis y del bloqueo de las salidas constitucionales.

Considero que todavía hay espacio y tiempo para que los venezolanos consigamos de manera civilizada y democrática materializar el cambio político que necesita y demanda la mayoría del país. Eso requiere que las fuerzas democráticas superen sus carencias políticas para aprovechar mejor las condiciones objetivas favorables al cambio y de que la presión internacional se intensifique e incluya a más Estados.

Si el régimen chavista persiste en transitar la misma senda y termina por convertirse en un Estado forajido y en una amenaza a la seguridad e intereses de otras naciones, no puede descartarse que la fórmula Hausmann adquiera pertinencia.


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