En junio de 1914 fue asesinado en Sarajevo el heredero del Imperio austrohúngaro. Era un lugar remoto y desconocido, sin importancia en sí mismo, en donde circunstancialmente ocurrió “algo” que desató en ese caso eventos secuenciales que llevaron al mundo a la catástrofe. Mucho tiempo antes en la ciudad llamada entonces Dirraquio por los romanos y Durazzo por los italianos modernos, actualmente es el poblado de Durres en Albania, situada muy al norte de la ruta normal de navegación de Grecia a Italia, no era ni muy rica, ni estratégicamente ubicada, tampoco formaba parte del sistema de alianza que dividió a Grecia cuando sus problemas comenzaron a enturbiar las aguas del mar Egeo, el Jónico y el Mediterráneo a mediados de la década del 430 antes de Cristo. Nadie hubiera podido predecir que una pelea interna en una perdida ciudad en los límites del mundo helénico conduciría a la devastadora y terrible Guerra del Peloponeso, que merece considerarse, desde la perspectiva de los griegos del siglo V como una guerra mundial; en igual medida que la Gran Guerra de 1914-1918 lo fue para los europeos en el siglo pasado. Ésta última elevó los costos de vidas humanas a niveles aterradores e introdujo horrores desconocidos en conflictos previos. Mató casi el doble de las personas que habían muerto en todas las guerras de los dos siglos anteriores, que incluían las guerras de la Revolución Francesa y napoleónicas y la Guerra Civil americana.

Las guerras desde que el mundo es mundo han marcado a la humanidad y muchas de ellas han sobrevenido por hechos aislados, como los ejemplos anteriores, que cita el profesor de la Universidad de Yale Donald Kagan en su obra Sobre las causas de la guerra y la preservación de la paz (Ed. Turner). En tiempos más cercanos, la Segunda Guerra Mundial en gran parte se debió, entre otros factores, a la reducción presupuestaria militar que Inglaterra realizó entre 1920 y 1930, que acortó su fuerza militar, en particular la marina y la aérea; a su deuda interna, que había subido durante ese período de 650 millones de libras esterlinas a 7.500 millones, y a los impuestos, que se cuadruplicaron; así como a la Gran Depresión en Estados Unidos de Norteamérica, que golpeó en forma global hundiendo a las economías del mundo. Pero muy particularmente se debió a la política de “apaciguamiento y contemporización” que practicó Inglaterra con Alemania en los años previos a su declaración de guerra contra esta última en septiembre de 1939, con ocasión de la invasión a Polonia. Es bueno recordar las palabras que Winston Churchill expresara en 1950: “El apaciguamiento en sí mismo puede ser bueno o malo según las circunstancias. El apaciguamiento a partir de la debilidad y el temor es tanto vano como fatal. El apaciguamiento a partir de la fuerza es magnánimo y noble y podría ser: ‘el camino más seguro y, quizás, el único, que condujera a la paz mundial”.

Qué tienen que ver aquellos eventos que signaron a la humanidad con nuestro acontecer, quizás el ciclo de Polibio se nos acerca y no nos damos cuenta, todo vuelve a repetirse. Es conveniente recordar que el régimen venezolano después de que llegó al poder en diciembre de 1998 destrozó y violentó la Constitución de 1961 y ha venido paulatinamente destrozando y violentando la Constitución de 1999 que se dio fraudulentamente, ha rebajado a parte de la oposición a un estado de servilismo y se ha convertido en una dictadura de nuevo cuño imitando al régimen comunista cubano, al estalinismo de la extinta Unión Soviética y al mismo nazismo –nacional socialismo– cuando tomaron el poder en Alemania en 1933. Los extremos se terminan tocando.

Llamo la atención con este escrito respecto a que el Estado venezolano corre aceleradamente a convertirse en un Estado forajido y fallido que puede conducirnos a una guerra interna con su internacionalización o a una intervención extranjera y, este tozudamente trata de impedirla jugando más con fuego –con su cohabitación con Rusia, China, Cuba y con cualquier otra dictadura o gobiernos y movimientos fundamentalistas. En vez de tratar de contener el conflicto, con lo que hace y promueve le agrega más leña al fuego donde todos podemos quemarnos–, ya que la política de “apaciguamiento y contemporización” que los países y parte de la oposición han tratado de mantener con el régimen no le ha traído ninguna salida democrática, sino todo lo contrario: ha servido para que el régimen continúe devastando lo poco que subsiste de la estructura democrática conque se había arropado para mantener la apariencia de una democracia que se perdió desde la aprobación de la carta magna de 1999.

En el país la mayoría se resiente a la intervención extranjera, pero muchos consideran necesaria una intervención humanitaria en la aceptación que desde hace muchos años hay una intervención extranjera cubana, un coloniaje silencioso. Pareciera que el régimen es el que busca la intervención con el desmontaje que hace del andamiaje institucional que caracteriza a un país democrático, sumada a la crisis humanitaria y económica que intencionalmente produce como política de Estado. En nuestro caso todos los poderes públicos reciben y ejecutan las instrucciones del Ejecutivo nacional, incluyendo el que imparte la justicia, el Poder Judicial.

De  tal manera que en nuestro futuro, por la torpeza e indolencia de un régimen en entredicho y de una oposición que no está a la altura de la tragedia nacional, dentro de las alternativas que se presentan está la intervención extranjera humanitaria, que pudiera desencadenar un conflicto nacional e internacional, y peor: una sirianización de nuestra situación. Recordemos lo que el sabio chino Sun Tzu exponía: “El arte de la guerra es de importancia vital para el Estado. Es un asunto de vida o muerte, un camino que conduce a la seguridad o a la ruina”  (cursivas y negrillas del autor). La convocada constituyente comunal materializada en la ANC y todos los actos que ha venido ejecutando el régimen refuerzan esos prolegómenos de la guerra.

 

Guerra del Peloponeso

¿Dónde andará Lucio Quincio Cincinato?, quizás es el único que pueda  evitarla. Así están las cosas en un país que cada día se hunde más en el estiércol del diablo. Lo anterior es historia y esta puede repetirse, es el ciclo de Polibio.

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