Estas últimas semanas han sido terribles para los mexicanos, con sacudidas muy fuertes y justo cuando se cumplía el trigésimo segundo aniversario de aquel cruel terremoto que devastó la capital de México en 1985, se produjo otro feroz movimiento de tierra, que, al momento de escribir esta nota, llevaba ya decenas de construcciones destruidas, unas 2.000 afectadas –muchas con “daños severos”– y casi 300 muertos, sin contar desaparecidos y víctimas, especialmente niños que se suponen sepultados bajo ruinas, no se sabe si vivos o muertos –aunque a estas alturas, es dudoso que queden sobrevivientes bajo toneladas de concreto. Y eso, además de los fuertes efectos del terremoto que afectó al oeste, de unos espantosos 8 grados de magnitud, donde al menos, cientos de miles de familias lo perdieron casi todo.

Entretanto, dos grandes huracanes han asolado a los países-islas del Caribe. Irma, más extenso que Francia, dejó una de esas islas improbable de ser habitada y causó pánico en el sur de Florida. Por si fuera poco, navega enfurecida María, que arruinó parte de Puerto Rico y zonas de la República Dominicana mientras avanza sin piedad y destino cierto.

Y eso nos lleva a preguntarnos ¿qué pasaría en Venezuela si además de Maduro y sus camaradas, fuésemos asolados por un terremoto? En Caracas un huracán no preocupa tanto, gracias al Ávila, y demás montañas que nos separan del mar, y en cuanto a las lluvias ya estamos acostumbrados a lagunas en las calles. El río Guaire iracundo se desborda mientras refunfuña cargado de desechos, amenazando a sectores populares.

Un terremoto es asunto de considerar con seriedad, de la mitad hacia arriba, y en especial los cinturones costeros, Venezuela es zona sísmica, con varios terroríficos ejemplos: El histórico terremoto del 26 de marzo de 1812, destruyó las ciudades de Caracas, Barquisimeto, Mérida, El Tocuyo, San Felipe. El 29 de octubre de 1900, cuando el tirano Cipriano Castro, asustadísimo, se lanzó por uno de los balcones de la Casa Amarilla y se lesionó una pierna. El 3 de agosto de 1950, un sismo sacudió las poblaciones de San Antonio del Táchira, Colón y Ureña, con epicentro en Boconó y Carache, estado Trujillo. Horas más tarde, otro movimiento se registró en el distrito Morán del estado Lara. El 29 de julio de 1967, año cuatricentenario de Caracas, ocurrió un movimiento geológico, caraqueños y vargüenses, recuerdan el espeluznante gruñido que salía de la tierra. El 30 de abril de 1989, un terremoto se registró en la población de Boca de Tocuyo y Chichiriviche, estado Falcón, con un fenómeno de licuación de suelos, comportamiento que se presenta como consecuencia de la acción de una fuerza externa pasando del estado sólido al líquido, o adquiriendo la consistencia de un líquido pesado. El 9 de julio de 1997, un sismo azotó al pueblo de Cariaco, estado Sucre. El 12 de septiembre de 2009, un movimiento en Caracas con epicentro en la localidad de Morón, estado Carabobo, solo para recordar algunos de centenares que se tiene constancia.

Muchos recuerdan alguna historia, como el guardián de la Catedral de Caracas a cuyos pies –no lo mató por centímetros– cayó la gran cruz de hierro que lucía en la parte más elevada del principal templo del país, que apenas se hundió el crucifijo en la acera, terminó el terremoto, lo que llamó la atención de los angustiados caraqueños y hasta síntomas milagrosos le atribuyeron. Edificios derrumbados en Altamira y Los Palos Grandes. La cámara del entonces Canal 13, que siguió funcionando mientras trabajadores y locutores salían corriendo, grabando las ondulaciones del piso. O el villancico que estaba siendo grabado, en la cual se escucha con trágica fidelidad el bramido de la tierra. En Caraballeda, el país pudo ver por televisión el dramático rescate de una niña que quedó atrapada entre concreto y cabillas retorcidas. Numerosas casas viejas en La Pastora, San José, San Juan, con paredes cuarteadas y aleros caídos.

Y muchos otros cuentos de esa noche pavorosa que estremecen, nos llevan a pensar y temer ¿qué pasaría en Caracas si ahora nos ocurriese un terremoto? Aquella Caracas era de concreto armado, bien construida, sólida, orgullosa, resplandeciente, moderna.

Hoy Caracas y la mayoría de las grandes e importantes ciudades, están llenas de edificaciones construidas en cualquier terreno y a la carrera para satisfacer promesas populistas, electoreras y apresuradas de Chávez. Con casas precarias y atiborradas, ciudad de barrios llenos de casuchas y ranchos hechos a la buena de Dios, sin permisos ni inspección, sin orden, sin calles accesibles para ambulancias y bomberos, sin lugar para helicópteros de rescate. Ciudades sin drenajes adecuados, con vías que se inundan por cualquier lluvia, donde no es necesario ningún fenómeno natural para quedarse sin agua, electricidad y/o cualquier servicio público. Estamos a merced de la naturaleza sin previsión ni conciencia para resguardarnos.

Este ha sido un año de temblores. Nada nuevo, pero preocupante. No han sido de gran magnitud, pero sí muchos en diversas regiones. Dicen expertos que es síntoma bueno, porque la tierra “está ajustándose” y así no llegará un gran terremoto, “mejor muchos pequeños que fastidien, que uno grande que mate”.

Confiemos en Dios que así sea, y no al revés, un país con hambre, inseguridad e inflación desbordada, crisis social inconmensurable, sistema de salud abandonado, sin medicamentos, con profesionales de la medina mal pagados que trabajan con las uñas. ¡Sería una catástrofe!


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