Para los venezolanos, y cada vez con más claridad también para el resto del mundo, se hace evidente la causa de la situación de desastre que marca hoy nuestra realidad. Pensando concretamente en la economía, solo el fanatismo o un cierto ensoñamiento ideológico puede poner en duda que la razón última de la condición que azota a Venezuela está en la pésima aplicación de un pésimo modelo basado en una ideología equivocada. La solución, obviamente, pasa por un cambio de modelo. La concreción del cambio no se presenta de ningún modo fácil, aunque las pulsaciones del optimismo insistan en su factibilidad o incluso en su inexorabilidad.

Más allá del peso de los procesos políticos en el cambio deseado, se hace imprescindible considerar algo casi ausente en el discurso político pero de absoluta necesidad: la urgencia de definir el nuevo modelo económico que sustituya al fracasado. Y no se trata solo de los objetivos y de las principales líneas de acción, sino de la concreción en un conjunto de políticas que los hagan alcanzables.

Anima pensar que hay más de un venezolano preocupado por esta tarea. Y anima más cuando se observa la formación de grupos de trabajo que se han planteado contribuir con la definición de un programa y unas políticas posibles. Algunos están en el país, otros fuera. Algunos lo hacen desde las instituciones a las que pertenecen; otros, desde su propia iniciativa y capacidad de organización. Algunos con la experiencia de su participación en esquemas de apertura y liberalización de la economía iniciados en el país en otro momento, y frustrados por la demagogia y la manipulación de una ilusión populista. Otros, desde su función académica o de su experiencia profesional cercana a procesos cumplidos en otros países de América Latina con evidente éxito.

El objetivo de todos estos grupos de trabajo es pensar el futuro posible y diseñar estrategias y programas viables. Se trata de definir una política económica alternativa y de formular políticas que permitan revertir el problema de empobrecimiento e impulsar la producción, el crecimiento y la prosperidad. Pese a la enorme dificultad para contar con información oficial creíble y actualizada, estos equipos se ocupan de entender la situación del sistema financiero, de analizar las desviaciones y errores que afectan el aparato productivo y de definir un marco regulatorio que propicie la recuperación de la producción y del empleo. Sus investigaciones les llevan a concluir en la necesidad de un conjunto de políticas públicas para la recuperación de la economía, políticas y acciones que incluyen asuntos apenas mencionados en la agenda pública como la reestructuración de la deuda, el acceso al financiamiento internacional, la atracción de inversiones, una nueva forma de inserción del sector petrolero en la economía, el funcionamiento del juego de la oferta y la demanda, la participación activa en el comercio mundial, la sinceración de los sistemas monetario y cambiario, la reconstrucción del aparato productivo.

Lo más importante, como apunta Ricardo Hausmann, deberá ser “devolver a la gente las libertades económicas”, es decir, el reconocimiento efectivo del derecho a la propiedad y al crecimiento en el marco de la ley, todo lo cual pasa por la recuperación de la confianza y el fortalecimiento de las instituciones. Se trata de la legalidad, pero también de la fortaleza de organizaciones empresariales y laborales, de instituciones para el fomento de la creación en todos los órdenes. Pensar el día después pasa necesariamente por pensar su fortalecimiento y la recuperación de su capacidad de acción.

La discusión pública de estas ideas debería verse hoy como una tarea nacionalista. Hacerlo a tiempo es anticiparse a una no deseada imposición de organismos financieros internacionales y a la habitual dureza de sus exigencias. Es, además, una misión a la que deberían integrarse las generaciones más jóvenes. Su visión y su capacidad de renovación son indispensables para este propósito. Estará en sus manos, en definitiva, la aplicación de un modelo diferente y de unas políticas que hagan posible el día después.

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