Son las preguntas válidas en este juego de bifurcaciones. Con un convidado de piedra implacable y de efectos mortales e inexorables: la crisis. Es, conjuntamente con el reconocimiento de la ANC, la guinda de la torta anhelada por la dictadura: que la oposición oficialista la auxilie en el levantamiento de las sanciones. Que le reabra los canales crediticios y vuelva a sacarle las patas del barro, como tantas veces en el pasado. ¿Será posible? República Dominicana tiene la última palabra.

El cuento es de Borges, se llama El jardín de senderos que se bifurcan, lo escribió en 1941 sobre el telón de fondo de la Segunda Guerra Mundial y el mortal enfrentamiento entre el nazismo, que a él le parecía aberrante, y el liberalismo manchesteriano, al que defendió a capa y espada en tiempos de sumisión y tiranías pseudoliberadoras, ante las hordas caudillescas del siempre eterno y bifurcado peronismo. Otra anticipación que un aficionado al Borges pariente de los comandantes Suárez y al Necochea de la proeza de Ayacucho podrá encontrar en las bifurcaciones de la realidad venezolana. Por ahora: que la eternidad, la abominable realidad de los espejos que Borges detestaba, se encargará de ir bifurcando a tropiezos en el tiempo y a desgarramientos en el espacio. El caudillismo populista que acecha tras cada circunstancia es el espanto congénito de las bifurcaciones ontológicas latinoamericanas. De Perón a Castro, de Castro a Chávez, de Chávez a Maduro. Y así, ad infinitum.

En El jardín de senderos que se bifurcan, mezcla el ciego de la bonaerense calle San Martín, desde la plaza en donde el padre de la patria le enseñaba el sendero de todos, con su genial estilo poético narrativo, la realidad con la ficción. Una bifurcación solo aparente, pues la realidad es una forma aleatoria de la ficción y la ficción una ensoñación aleatoria de lo real. La vida es sueño, hubiera apostrofado anticipándose en el tiempo y en el espacio su par del otro hemisferio, Don Pedro Calderón de la Barca. El mito del eterno retorno nietzscheano, al que Borges debe su nunca extinguida inspiración, se concierta ante cada bifurcación para, al cabo, volver a bifurcarse. La realidad es la infinita multiplicación de las bifurcaciones.

Confieso comenzar el día leyendo alguna página escogida al azar de quien, junto con Joseph Conrad y Marguerite Yourcenar constituyen el trío de mis autores preferidos. Quiso el azar que la de esta mañana fuera el cuento de marras. Precisamente cuando pensaba en la gran bifurcación asumida por Antonio Ledezma frente a lo que ya bien podría ser llamada “oposición oficial” u oficialista. Un oxímoron. Aquella que cuenta con el aberrante privilegio de la interlocución con Nicolás Maduro y su partido, el PSUV, y alimenta un proyecto estratégico que he llamado desde hace largo tiempo: la Sexta República. No una transición hacia la democracia del Siglo XXI, máxima aspiración de la oposición bifurcada, la de Antonio Ledezma, María Corina Machado y las fuerzas que los respaldan. Sino un regreso a las viejas querencias del socialismo estatólatra y clientelar que constituye la esencia tanto de AD como del PSUV, de PJ como del PCV, al que en una decantación precipitada por los hechos ha terminado uniéndose la Voluntad Popular de Leopoldo López. Tan socialdemócrata como Rodríguez Zapatero, su sombra y sosías.

Solo ese matrimonio concertado explica la disposición declarada de Acción Democrática y sus apéndices Un Nuevo Tiempo y Avanzada Progresista, a la que parecen adherirse entre los fuegos de artificio de este nuevo diálogo Primero Justicia y Voluntad Popular, a ver cuál de ellos pesca más peces en el río revuelto de la traición, cuando terminen por reconocer, aceptar y legitimar la existencia de la llamada Asamblea Nacional Constituyente, coronación jurídica de la dictadura. Siendo, como pretende serlo, la guillotina legal en capacidad de decidir incluso la existencia suprahistórica y ad aeternum de una tiranía totalitaria de signo castrocomunista en Venezuela. ¿Cómo habrían de reconocerla quienes serían los primeros degollados luego de su coronación institucional? ¿Cómo irían allí y cuáles serían los beneficios y ganancias de sus promotores en el futuro de esa tiranía legal? ¿Como partícipes en el reparto, como socios en la empresa o como aliados en el contubernio?

Mayor bifurcación, imposible. Pues ese reconocimiento, que supondría la amnistía generalizada de los crímenes y criminales del régimen, borrón y cuenta nueva ante el saqueo del erario y la entrega de nuestra soberanía, conduciría de facto y de iure a la convivencia formalizada de aspiraciones contrapuestas, la contradicción pura o, dicho filosóficamente, una contradicción ontológica. ¿Demócratas y dictadores durmiendo en una misma cama? ¿Es el monstruo de dos espaldas de que nos hablaba Shakespeare? ¿Está por nacer en Venezuela un régimen bicéfalo?

En una muestra de osadía o ingenuidad, Voluntad Popular, en rigor de rigores el gran impulsor de estas conversaciones dirigidas por José Luis Rodríguez Zapatero, el hombre de los Castro en Madrid, desde su primera escenificación en Punta Cana, refrendado por entonces y ahora por la Sra. Tintori al comprometerse públicamente la madrugada del traslado supuestamente forzado de López desde Ramo Verde a los Palos Grandes a unirse a los hermanos Delcy y Jorge Rodríguez para resolver nuestros graves conflictos – nunca sería desmentida por su esposo ni la alta dirigencia de su partido–, quien en su cósmica desubicación acaba de invitar a Antonio Ledezma para que se uniera a esta próxima versión del diálogo. Una proposición ni siquiera considerada por quien está siendo reconocido urbi et orbi como el líder indiscutible de la verdadera oposición democrática venezolana. La que por fin terminó por bifurcarse.

El drástico cambio de escenario provocado por el gran escape de Antonio Ledezma, que rompe el nudo gordiano de las existenciales indefiniciones opositoras, pone al régimen bajo la disyuntiva de tener que poner con la mayor urgencia a la cabeza de la interlocución opositora a otro preso que le haga el peso, pero desde la otra senda bifurcada. Cuenta para ello con tres opciones: Ramos Allup, prácticamente el aliado de facto de la dictadura; Julio Borges, cubriendo las espaldas de ese extraño centroderecha que es Primero Justicia, incapaz de esperar el poco tiempo que resta por el fin natural de la actual administración de la Alcaldía Metropolitana, para tragársela con la voracidad de sus sempiternas agallas; y last but not least, Leopoldo López, privilegiado en las encuestas que miran al pasado. ¿Ganará una liberación negociada en Santo Domingo, que además de transmitir la impresión de un diálogo exitoso acomodaría el panorama para que el régimen llegue libre de obstáculos a las presidenciales de 2018 y asuma la candidatura a ser vencida por el personaje de tapadita que jugará el simulacro electoral para reafirmar la dictadura y montar el parapeto transicional hacia la Sexta República? Se cuecen sucias sopas en el caldero de la MUD, este prolegómeno al último y postrero de los diálogos. Algo hiede en Dinamarca.

Son las preguntas válidas en este juego de bifurcaciones. Con un convidado de piedra implacable y de efectos mortales e irreparables: la crisis terminal y agónica de un régimen al borde de la tumba. Es, conjuntamente con el reconocimiento de la ANC, la guinda de la torta anhelada por la dictadura: que la oposición oficialista la auxilie en el levantamiento de las sanciones para obtener un segundo aire. ¿Será posible? República Dominicana tiene la última palabra.


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