La oposición democrática deberá afrontar un trascendental reto durante el año 2018. La grave crisis general que sufre el país requerirá de una acertada visión estratégica y un exigente accionar táctico. La unidad será siempre el elemento fundamental de su éxito. Enfrentar la actual dictadura será difícil y complejo.

Nicolás Maduro y la camarilla corrupta, civil y militar que lo rodea, utilizarán todos los medios disponibles, incluyendo la represión criminal, para consolidar el régimen fidelista que nos gobierna. El socialismo del siglo XXI lo único que ha hecho es destruir el futuro de Venezuela. Los gobiernos de Hugo Chávez y Nicolás Maduro despilfarraron los mayores recursos petroleros recibidos por Venezuela durante toda su historia. Más de 1,3 billones de dólares que ingresaron a las arcas nacionales, aunado con el descomunal endeudamiento, que ronda los 140.000 millones de dólares, fueron despilfarrados en medio de una orgía de corrupción y demagogia.  Ese irresponsable manejo financiero obligará a Venezuela a cancelar, hasta el año 2027, compromisos por 92.750 millones de dólares.

La crisis económica tomó fuerza a partir del año 2012. Ricardo Hausmann, al resumir sus causas, sostiene que “Venezuela no usó el boom petrolero para ahorrar, sino para quintuplicar su deuda externa. Básicamente, lo que hizo el gobierno chavista fue eliminar la capacidad de producción propia y ocultó, temporalmente, esa destrucción con gasto público e importaciones”. Esta realidad está a la vista. Los venezolanos vivimos un proceso hiperinflacionario que cada día nos empobrece más. Econométrica sostiene que el año 2017 cerrará con una hiperinflación de 2.300 %, no atreviéndose a adelantar las perspectivas para el año 2018 ante una caída del poder adquisitivo de cerca de 68%.

La peregrina tesis de Nicolás Maduro de “la guerra económica” que, según él, promueven actores internos junto con Estados Unidos” es rechazada totalmente por los venezolanos, que han empezado a entender que las verdaderas causas de la crisis son la irresponsable gestión económica y la creciente corrupción en los altos jerarcas del régimen madurista.  El caso de Rafael Ramírez y el saqueo de Pdvsa son emblemáticos.         

Denunciar esta verdad, por todos los medios disponibles, y plantear al mismo tiempo las posibles soluciones que tiene la crisis económica, debe ser uno de los objetivos permanentes de nuestra visión estratégica. Es totalmente inconveniente continuar manteniendo como centro de nuestras acciones una actitud reactiva ante las triquiñuelas gubernamentales. Eso impacta momentáneamente la opinión pública, pero debilita totalmente nuestra capacidad de lucha. Establecer un verdadero plan estratégico que plantee, como su objetivo fundamental, el reemplazo de la dictadura madurista, debe ser uno de los tantos e importantes retos de la dirigencia opositora a partir de los primeros días de enero de 2018. Al mismo tiempo, debe reorganizarse una dirección opositora que establezca la escogencia de nuestro candidato presidencial, a través de una transparente elección primaria que permita la competencia entre candidatos de partidos e independientes. La aprobación del programa de gobierno debe realizarse inmediatamente después. Su publicación y difusión es fundamental para romper la desesperanza de nuestro pueblo. 

Otro aspecto que se debe analizar, con gran realismo, son los errores cometidos después del triunfo arrollador que tuvo la oposición democrática en las elecciones parlamentarias. Lo primero que se debería hacer es definir con precisión las causas de ese arrollador triunfo. Estoy convencido de que fueron dos: la real unidad de la oposición democrática y una permanente acumulación de fuerza, la cual se inició desde el mismo momento en que aceptamos competir en las elecciones presidenciales de 2006. Las fallas las dividí en dos en uno de mis anteriores artículos: los errores cometidos por los sectores moderados y los ejecutados por los grupos radicales. El primer error de los sectores moderados fue no entender que el madurismo no cree en la alternancia republicana por su vinculación ideológica con el estalinismo y el fidelismo. Son capaces de emplear los medios que sean necesarios para no entregar el poder. Su segundo error fue no utilizar con rapidez el triunfo parlamentario y equivocar la estrategia al creer que el camino era el referéndum revocatorio y no las elecciones para gobernadores.

El sector radical de la oposición realizó una fuerte campaña de protesta durante el año 2014, la cual fue reprimida por el régimen madurista mediante una brutal acción de la Guardia Nacional que causó la muerte de 43 venezolanos, 700 heridos y varias decenas de detenidos. El impacto moral de la detención de Leopoldo López y el elevado número de muertos y heridos comprometió la protesta. La experiencia del año 2014 mostró que la dictadura era capaz de violar los derechos humanos sin importarle las consecuencias.

Los hechos violentos del año 2017 fueron provocados por el propio gobierno. La dirigencia opositora no tomó en cuenta esta experiencia. Una movilización multitudinaria de carácter pacífico se transformó, en pocos meses, en un grupo de activistas que, con gran valor, enfrentaba las atrocidades del régimen. El saldo de 135 muertos, 1.500 heridos y 2.000 detenidos mostró que este tipo de acciones, al no involucrar a toda la población, no provocan consecuencias políticas. Como si esos errores fueran poco, se incurrió nuevamente en la carencia de unidad, aunada con un sordo y estéril enfrentamiento entre ambos sectores.

Un importante desafío que tendrá la dirigencia opositora es crear la emoción suficiente alrededor de la figura de nuestro candidato para que logre convocar a los venezolanos a numerosas y bien organizadas movilizaciones de protesta. La trágica situación nacional conducirá al resurgimiento del espíritu de lucha en nuestros compatriotas.

Un aspecto que debe quedar claro, para no repetir los mismos errores, es entender que todas las acciones, sin importar su forma, son necesarias. Solo requieren la coordinación adecuada. Entre esas acciones tenemos: los procesos electorales, la protesta ciudadana, el estallido social, la negociación política, la huelga general, la desobediencia militar ante órdenes inconstitucionales y cualquier otra acción que debilite la estabilidad del régimen. Veamos como ejemplo el problema electoral. Las elecciones se realizarán siempre en condiciones poco favorables para la oposición. Sin embargo, en esas circunstancias obtuvimos el arrollador triunfo de las elecciones parlamentarias. La fórmula es simple: votar masivamente y rechazar cualquier llamado a la abstención. Las otras formas de protesta deben aplicarse cuando las condiciones políticas lo aconsejen. Adelante.

Tengo fe en la voluntad de lucha y convicciones democráticas de los venezolanos. Estoy seguro de que su empeño en recuperar la libertad y la democracia escribirá, en el año 2018, una extraordinaria página de nuestra historia.

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