En 1995, El Diario de Caracas me envió a cubrir las elecciones legislativas en Cuba. Sí, elegirían a los representantes de la Asamblea Nacional y, obviamente, tal acontecimiento era digno de presenciar y contar. Lo he dicho otras veces, en la isla de la felicidad se hacen elecciones constantemente y en ellas juega un papel importantísimo la brigada de pioneritos, responsables de cuidar las mesas.

Fui enviada con un fotógrafo experimentado, Eddy González, conocido en el gremio por el sobrenombre “Gurú”. Ya saben, si merecía ese título era porque sabía muchísimo de fotoperiodismo y de periodismo en general. Recuerdo que, ya instalados en las habitaciones del hotel Habana Libre, le pregunté cómo haríamos para seguir los acontecimientos el día de la votación. Lo dije porque, al encender la televisión, solo se veía un canal, del régimen; solo podíamos comprar el Granma, el órgano oficial del Partido Comunista de Cuba. Una sola noticia, una sola verdad.

Entonces, Gurú sacó de su maleta un pequeño radio de banda ancha: “Carajita –así me decía–, lo único que podemos hacer es conectarnos con otras emisoras de afuera, como Radio Martí, por ejemplo”. Encendió el aparatico y comenzó a cazar la señal de cualquier otra cosa que no fuera generada desde Cuba.

No tengo que decir que las elecciones fueron una farsa. Lo dije entonces y lo he escrito en repetidas ocasiones.

II

Imagino que los miles de conductores que tienen que atravesar las diferentes ciudades del país suelen encender la radio al montarse en su vehículo bien temprano en la mañana. Cada quien elige su emisora, porque se supone que somos libres en un país libre. Alguno escuchará música y escogerá entre la amplia gama de géneros, otros quieren enterarse de las noticias, otros quieren escuchar opiniones sobre diversos temas. Hay para todos. Debería.

Sin embargo, ya van varias mañanas en las que deciden por mí. Cuando enciendo la radio de mi carro, lo que se escucha es el Noticiero de la Patria. Es una perorata sumamente cursi en la que se supone que “informan” sobre los últimos acontecimientos que ocurrieron en el país. Los locutores con voz engolada se deshacen en adjetivos para calificar cualquier cosa que el régimen rojito haya hecho. Que si el aumento de la producción de tal industria, que si la entrega de 200 “soluciones habitacionales” (sic), que si el discurso de tal o cual ministro, que si el presidente dijo no sé qué. Nada de lo que allí se dice pasa el examen de noticioso, nada lo es. Si aún diera clases en la universidad, lo pondría como ejemplo de lo que es perder el tiempo reseñando cosas que no son ni novedosas ni significativas. Y no es que considere que las buenas noticias no son noticia, o que, por el contrario, piense que lo único digno de publicarse es lo tremendamente malo, no. Es que nunca he creído que decir que el gobierno está haciendo tal o cual cosa (cualquier gobierno) sea noticia, porque se eligió y se le paga para que haga su trabajo, y punto. La publicidad, el publirreportaje, sobra.

Claro, en dictadura, como en la isla de la felicidad, debe crearse una matriz de opinión única. Por ejemplo, que la gente piense que el régimen trabaja para su beneficio. Y eso, si no se repite hasta el cansancio, no lo internaliza la masa. Las dictaduras construyen y distribuyen una sola verdad. Esta definición va para algunos que aún se niegan a llamar las cosas por su nombre. Estamos en dictadura, torpe, pero dictadura, que lleva años coartando mi libertad, hasta tal punto que no me permite escoger qué emisora escuchar. Pero no lo olviden, el gran maestro de esto, copiando directamente a Fidel, fue el presidente muerto.

III

La gente hace más de 10 horas de cola para ponerse la vacuna de la difteria porque la enfermedad está repuntando y ya lleva varios muertos. No hay ni siquiera inmunización para el personal médico que tiene que lidiar con el virus y los medicamentos para combatirla cuestan un ojo de la cara. Entérese, ministro de la salud.

Un trabajador promedio tiene que salir dos horas antes de cumplir su jornada laboral para poder hacer varias colas frente a cajeros automáticos. No puede irse a su casa sin antes sacar por lo menos 5.000 bolívares para los pasajes del día siguiente. En revolución, no importa que seas productivo, sino que pases trabajo. Entérese, ministro de finanzas.

Una ama de casa invierte todo su fin de semana buscando pollo o carne porque sencillamente están desaparecidos de supermercados, abastos y mercados de calle. Ella piensa en los muchachitos que tiene, ni siquiera en ella. Pero en todos lados le dicen que con el precio regulado nadie va a vender. Entérese, ministro de alimentación.

El sábado asaltaron a plena luz del día a unos vecinos en la puerta del edificio mientras esperaban que su hijo sacara el carro del estacionamiento. Mataron a un hombre de 27 años de edad por defender a una mujer que estaba siendo agredida por otro. Le pegaron un tiro por la espalda. Aquí la enumeración puede hacerse larga, pero creo que se resume con la clasificación de Caracas como la ciudad más peligrosa del mundo por la inseguridad. Entérese, ministro de justicia.

Cada día amanezco pensando que ya no podemos caer más. Que llegamos al fondo del abismo y que algo tiene que ocurrir. Y entonces comienzan a sonar a lo lejos las canciones de campaña de algunos candidatos a alcaldes. No sé con qué se come eso. La gente ya no puede más. Entérate, Nicolás.


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