En un estudio llevado a cabo por la unidad de investigación de la UCAB, a finales de 2015, se mostraba un interés “entre bajo y nada” con relación a los temas políticos en 79 % de jóvenes venezolanos. Esto hablaba de desconfianza y falta de credibilidad ante liderazgos y agrupaciones políticas, así como hacia funcionarios e instituciones estatales y gubernamentales, de falta de identificación con los discursos o propuestas existentes, y la percepción de que, desde el ámbito de lo político, no surgían respuestas a sus diversas necesidades y aspiraciones.

Pero es revelador que en las elecciones parlamentarias de 2015 y, sobre todo, en las movilizaciones en pro del proceso revocatorio en el 2016 y las masivas manifestaciones entre abril y agosto de 2017, se produjo una participación significativa y determinantes de los jóvenes. Participación que daba luces sobre nuevas formas de protesta y activismo político y que se reflejaba también en liderazgos emergentes de la oposición, que hacían vida en partidos, gobiernos locales y espacios parlamentarios, desarrollando una amplia presencia en la calle.

No es casual el grado de movilización de este sector, si lo vemos como la reacción ante un régimen reconocido por los jóvenes como instigador de la crisis y amenaza directa a su futuro. Situaciones como el actual inicio de clases lo evidencian: la renovación de matrícula universitaria, según estimaciones de diversas casas de estudio como la UCV o la UCAB, ha sufrido un descenso de más de 40%. Los jóvenes abandonan o interrumpen carreras para buscar fuentes de ingreso y mantener o ayudar a sus familias. También, asumen proyectos de emigración, a veces de manera desesperada y con escasísimos recursos, en busca de oportunidades y mejores condiciones de vida en otros países.

Esto también podemos verlo en las repercusiones que la problemática de la violencia ha tenido en los sectores jóvenes de la población. Ya sea como víctimas o victimarios, son uno de los grupos más afectados. Según cifras de la UCAB, jóvenes y adolescentes tienen 94% de participación en crímenes violentos, pero por otro lado, casi 96% de las víctimas de homicidio son jóvenes, y en los casos de violencia institucional, representan 83%. Estos datos muestran en números la terrible situación de la juventud venezolana, que se mueve en una realidad de criminalidad y muerte.

Precisamente por este contexto adverso, hoy cobra mayor importancia estimular la participación de los jóvenes en el ámbito político. El futuro del país está determinado por ellos y la posibilidad que tengan, desde todos los espacios posibles, de desarrollarse plenamente y aportar a la sociedad. El régimen ha estigmatizado el ejercicio político y a quienes lo ejercen, y ha buscado, a través de la ideologización y la coacción, utilizar a los jóvenes venezolanos o desconocer sus necesidades. En contraposición, los diversos sectores de la sociedad, desde partidos, hasta centros educativos y ámbitos familiares, debemos ofrecer una alternativa de reconocimiento y apoyo, que estimule la participación y la organización de los jóvenes, y en la que intervengan y aporten activamente en los procesos sociales.

Personalmente, esa fue mi experiencia en 2007, en la organización de Voto Joven. Compartí con líderes estudiantiles de distintos sectores del país y trabajé junto a políticos profesionales como Henrique Capriles en relaciones de respeto y reciprocidad. Fue el punto de partida para el desarrollo de mi activismo social y político, y marcó mi compromiso con la realidad del país.

La participación activa en las elecciones regionales puede representar un primer paso en el campo de lo político para muchos jóvenes, que les permita vivirlo no desde el cinismo, la desconfianza y el desánimo, sino desde el reconocimiento del valor de su voto, de su movilización y organización. Puede sentar las bases para articularlos con diversas organizaciones dentro y fuera de sus comunidades, y ser la oportunidad para experimentar otras realidades, que enriquezcan su visión del mundo y les permitan intervenir, productiva y positivamente, en la realidad.

El involucramiento de sectores jóvenes de la población será determinante para generar condiciones que permitan la vuelta a la democracia y la posibilidad de un proyecto de país inclusivo y de bienestar. Debemos estimular la participación en la política como vía válida y posible de la juventud para materializar el futuro que esta imagina y que representa.


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