¿Qué ha hecho la MUD, en cambio? Convivir y darle riendas al travestido chavismo light que funge de quinta columna del régimen en el seno opositor y mover de consuno con Nicolás Maduro al títere que hoy se registra de candidato presidencial para servir de punching ball del carnicero. Los principales medios del mundo ya tienen su foto de portada para el 23 de abril: Falcón alzándole el brazo del vencedor a Nicolás Maduro. Es de imaginarse la leyenda: el vencido candidato de la oposición reconoce la victoria apabullante de Nicolás Maduro, que demuestra la fortaleza y popularidad del pupilo de Raúl Castro. A él y los suyos les esperan unos ministerios o unas embajadas. Comenzó la sexta república.

¿Qué la MUD no es culpable? Ya te aviso, chirulí. 

Nada ha perjudicado más a la oposición que la falta de densidad moral, la carencia de fortaleza y templanza, la ausencia de un liderazgo unívoco, fuerte y templado, capaz de imponer una línea indiscutida por la mayoría, con el respaldo de la sociedad civil, y la inmensa debilidad a la hora de posicionarse en el terreno de combate y plantar cara a los desmanes, abusos y atropellos del régimen. En el terreno que sea, que esta es una guerra a muerte en que se juega nuestra existencia como democracia, como república y como nación. Un régimen que va a por todo, sin vacilaciones y con la voracidad de las aves carroñeras. Que utiliza, para lograr sus propósitos, criterios y prácticas matonescas y hamponiles a la hora de discutir sus prioridades e imponer sus decisiones. De cuyos usos el más evidente y de obvios orígenes castrocomunistas es la práctica de estirar la cuerda hasta el punto de su ruptura. Basta que el antagonista trepide, vacile y parpadee, para que se la siga jalando hasta dar con el contrincante por los suelos. Basta, en cambio y por el contrario, que se le enfrente con virilidad y coraje y se acepte el duelo en el terreno del combate para que cacaree, grite y corra a pedir auxilio internacional terminando por recurrir a la letal arma del diálogo.

Fue lo que aconteció en abril de 2014, cuando la corajuda disposición de combate impulsada por Leopoldo López, Antonio Ledezma y María Corina Machado lo llevó a la desesperación y el espanto, movilizando tropas para reprimir la insurrección andina, que no cejaba ni cejó. De inmediato comenzó la gritería, el recurso a los cómplices del Foro de Sao Paulo, las reuniones de cancilleres y, last but not least, la disposición a entregar las luchas por parte de Julio Borges y Henry Ramos Allup, quebrando el espinazo de la resistencia. Lo mismo se repitió como calcado en julio de 2017: una vez más corrieron los mismos dirigentes a sentarse con Maduro en Miraflores, con los mismos resultados. Si el de 2014 fueron cuarenta mártires asesinados impunemente por la dictadura, la cuota, esta vez, se cuadruplicó: fueron 160. Lo que no impidió, una vez más, que los mismos personajes –Ramos Allup y Julio Borges– corrieran a Miraflores y montaran la última ronda del diálogo, que acaba de culminar con los resultados cantados por todos: agua de borrajas.

Es la segunda línea de acción luego de la táctica de la cuerda y el desafío malandro: dialogar, discutir, embrollar. Les permitió ganar cuatro preciosos años de parálisis y dominación. Ahora estamos en presencia de la tercera y definitiva acción dominadora, buscada desde abril de 2014: diálogo tras diálogo y claudicación tras claudicación traernos a 2018 e imponernos unas elecciones presidenciales absolutamente fraudulentas, espurias, falaces y engañosas. Para llevarnos a 2024. Y Venezuela al fondo de los abismos.

¿Debemos pensar que los dialogantes ya cumplieron su papel de estirar la cuerda hasta este 2018 y que, satisfecho el régimen del papel cumplido, Ramos Allup, Julio Borges, Timoteo Zambrano, Enrique Márquez, Luis Florido, Manuel Rosales y su cortejo de asesores, todos actuando bajo la batuta de José Luis Rodríguez Zapatero, pueden dejar el escenario y cedérselo al más rufián, al más inescrupuloso, al chavista tapadito para que culmine la faena prestándose, junto a sus secuaces de siempre, a jugar el papel del “candidato”?

Los tontos de siempre se niegan a ver la perfecta coordinación de los actores y nos culpan de incriminar a quienes han procedido en perfecta honorabilidad. Si la MUD, vale decir: Julio Borges, Ramos Allup, Manuel Rosales y Henri Falcón, hubiera querido salir de Maduro no hubieran traicionado a La Salida, no hubiesen dejado en la estacada a más de 200 mártires, jamás hubieran tolerado que la sangre inocente se derramara por las calles de Caracas, hubieran constituido un frente amplio, único y democrático, encabezando la marcha por la liberación de Venezuela.

¿Qué ha hecho la MUD, en cambio? Convivir y darle riendas al travestido chavismo light que funge de quinta columna del régimen en el seno opositor y mover de consuno con Nicolás Maduro al títere que hoy se registra de candidato presidencial para servir de punching ball del carnicero. Los principales medios del mundo ya tienen su foto de portada para el 23 de abril: Falcón alzándole el brazo del vencedor a Nicolás Maduro. Es de imaginarse la leyenda: el vencido candidato de la oposición reconoce la victoria apabullante de Nicolás Maduro, que demuestra la fortaleza y popularidad del pupilo de Raúl Castro. A él y los suyos les esperan unos ministerios o unas embajadas. Murió la democracia. Comenzó la sexta república.

¿Qué la MUD no es culpable? Ya te aviso, chirulí.


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