Además de inquietarnos por las complejidades involucradas en la recuperación económica de nuestro país, es igualmente oportuno interrogarnos sobre cómo abordar otros ámbitos del devenir nacional que tocan de cerca a las personas, sus valores, y cómo hacer para resaltar y reforzar aquellas fortalezas que forman parte de los activos de nuestra sociedad.

Es equivocado caer en posturas apocalípticas que consideran que nada del país es rescatable. Si examinamos a conciencia nuestras raíces, resaltarán ante nuestros ojos un conjunto de actitudes y logros que nos distinguen y que es preciso preservar, ya que configuran nuestro capital frente a los retos del futuro. Me refiero a nuestras buenas costumbres, la civilidad, la educación orientada hacia el trabajo; nuestra apertura al mundo; nuestro interés en la innovación y en la actualización en los campos de la ciencia, del saber, de la comunicación y de las disciplinas digitales; la bonhomía que nos caracteriza y singulariza y que tiene un importante componente de integración social y de exclusión del racismo.

Dos mensajes, uno de Carlos Cruz-Diez en la carta dirigida a los venezolanos en abril 2017, y el reciente de Obama en la celebración del centenario del nacimiento de Mandela, coinciden en ese llamado a buscar lo mejor de cada uno, como individuo y como sociedad, para levantarse sobre las dificultades y construir democracia en libertad.

“A mis 94 años, les digo con sinceridad que les ha tocado vivir una época extraordinaria porque todo está obsoleto y hay que inventarlo de nuevo, hay que inventar un nuevo lenguaje político que hable de democracia, de valores éticos, de libertad, progreso y justicia social; hay que inventar la educación y crear un país de emprendedores, artistas e inventores, un país digno y soberano en el contexto global, en fin, en Venezuela hay que inventarlo todo ¡Qué maravilla!”, dice Cruz-Diez en una expresión que revela al predicador de ese optimismo activo que se entusiasma con la posibilidad de hacer.

En la misma línea de apelación a lo mejor, y consciente de las bondades aunque no de la inevitabilidad de la visión de futuro de quienes creen en la democracia, los derechos civiles y una humanidad común, dice Obama: “Mi mensaje es sencillo: seguid creyendo, seguid avanzando, seguid construyendo, seguid alzando la voz. No tenemos más remedio que seguir adelante”.

Apelar a la capacidad creadora es apelar a algo que sigue estando en la base de lo que somos. Es la expresión de la Venezuela posible, orgullosa de su democracia, de su cultura y sus instituciones, de su atención al desarrollo de las ideas, de la ciencia, de la innovación. Lo recuerda también Cruz-Diez: “Con la democracia y durante 40 años, el país vivió una dinámica actividad cultural sin precedentes: los grandes museos, los festivales teatrales y el movimiento musical, entre otros, fueron motivo de reseñas culturales en todo el continente”. Podríamos añadir los sistemas de becas para estudios en el exterior, la red de ateneos en todo el país, las editoriales, el sistema nacional de bibliotecas.

Entre lo que se ha logrado preservar en estos años está, sin duda, un importante margen de vitalidad cultural, no desde la institucionalidad del Estado pero sí, lo cual es especialmente valioso, de la acción de las personas, los grupos, la sociedad. Pese a todas las dificultades, aun apodemos decir que la cultura sigue viva y activa, que ha continuado estimulando la autoestima del venezolano al mismo tiempo que cumpliendo la función de testigo que enuncia, que denuncia, que visibiliza, que moviliza.

En la base de esta condición está, sin duda, la educación, como nos lo recuerda también Cruz-Diez: “Creo en la necesidad de una educación que sirva para razonar, crear e inventar una nueva organización social y económica de la sociedad y sacudirse de las religiones políticas obsoletas, contribuir a desacralizar todo aquello que ha producido falsas creencias y mitos que tanto daño nos han ocasionado. Cada quien tiene que pensar en ser autónomo, autosuficiente y generar riqueza para sí y para los demás”.

Un pensamiento así debe permitirnos recuperar las razones del optimismo. Atender los llamados a creer y crear nos permitirá dejar de ocupar solo el segmento lastimoso de las noticias, recuperar la condición de actores, volver a ser relevantes como país.

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