El país del vino y los licores hoy por hoy vive el momento más difícil de su historia. La importación sufre, entre el marasmo de leyes impositivas draconianas y el amañado acceso a la divisa, un infierno inflacionario fuera de control y de un »bolívar fuerte» devaluado que vale menos que nada. El consumidor, como siempre, lleva la peor parte, pues es quien paga, si puede, las distorsiones de una economía hoy esencialmente desquiciada. El precio de los vinos es de infarto y ya hasta la popular cerveza y nuestro preciado ron son recuerdo de abundancia y placer cotidiano. Si a lo largo y ancho del país hay serias dificultades para conseguir productos básicos de la dieta diaria ¿qué quedará entonces para el consumo de bebidas espirituosas cuyo único pecado es ayudarnos a vivir? Sin embargo, muchos importadores trabajan duro para mantenerse. Di Masi Vinos es un buen ejemplo. Con ya treinta años haciendo posible uno de los portafolios más completos y atractivos del mercado, los Masi le han permitido al consumidor conocer importantes etiquetas de todo el mundo. 

¿Qué les ha llegado últimamente a sus bodegas? De Francia, Louis Jadot; de Italia, el Riparosso, de Dino Illuminati Abruzzo DOC, Masi, con sus Valpolicella, Bardolino y Soave, del Piemonte Barolos, Dolcettos y Barberas d’Alba de Gianni Gagliardo, y los Barolo, Barbaresco y Asti de Batasiolo, junto al Brunello di Montalcino de Frescobaldi y sus Danzante Merlot y Pinot Grigio. De España, desembarcan etiquetas como Emilio Moro, Hito, Finca Resalso Finca y Cantos de Valpiedra, Pintia, Fillaboa, Candidato y el cava Agustín Torelló. 

Portugal llega con Medeiros, Ares de Medeiros y el Medeiros blanco. 

Chile aporta lo suyo con el siempre cumplidor Hugo Casanova y su Linaje, Antaño y Reserva Merlot, Cabernet y Carménere. Argentina vuelve con frascos de Finca Sophenia y sus Alto Sur Malbec y su Reserva Cabernet Sauvignon, así como con Masi Tupugato Passo Doble blanco y rojo. Di Masi resiste, lucha, trabaja. No se va del país. 


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