Es tiempo de “cosas veredes” que se remontan al cantar del Mío Cid, “donde los males que vivimos faran fablar las piedras”, todo a colación por la reciente decisión de la MUD de convocar a la conformación de un Frente Amplio Nacional. Al fin, luego de haberse escrito durante años toneladas de artículos a través de este diario, revistas y redes sociales proponiendo un gran acuerdo nacional, escucharon la voz del pueblo que alguien afirmara alguna vez es la voz de Dios.

Como manifestara un reconocido viejo escribidor, Kotepa Delgado, “Escribe que algo queda”, esto no es obra de la casualidad. Tuvo que sufrir la MUD cruentas y dolorosas derrotas, producto de sus dislates, inconsecuencias y falencias, para entender que no eran los únicos representantes de la nación oprimida; lo lamentable del caso es que el pueblo, que obedientemente apoyara con votos, sangre y calle, terminara siempre, a decir de Walt Whitman, pagando los platos rotos.

Desde el momento del nacimiento de la MUD, en 2008, hasta el presente, 2018, los venezolanos presenciamos un permanente chantaje, de ambos bandos. Del lado de la dictadura esta les ha impuesto rodilla en tierra a sus vasallos del Polo Patriótico todas las humillaciones posibles: Si no acatas la decisión del PSUV, estás con la oligarquía y el imperio; del lado opositor, si no estabas con la MUD, simplemente, le hacías luego al régimen, en resumen eras calificado como infiltrado chavista.

Los efectos de esta política excluyente eran muy simples y de profundo sectarismo: la torta política de candidatos a concejales, diputados a consejos legislativos y a la Asamblea Nacional, y los candidatos a alcaldes, gobernadores y a presidente de la República es de absoluta propiedad del G-4, y se le concede si acaso a partidos minoritarios alguna candidatura en Güiria, San Fernando de Atabapo o por los caños de Casacoima, en Delta Amacuro. Entre tanto, a la sociedad civil (ONG, sindicatos, empresarios, académicos etc.), a pesar de reiteradas promesas, no le concedieron ninguna participación. Para muestra, la composición de la actual Asamblea Nacional. En conclusión, la población presenció en numerosas oportunidades torneos electorales en los cuales se dirimía quién era el primer partido de la oposición.

Por tanto, son bienvenidas en estas horas menguadas de la república las actitudes de humildad, de corregir los errores, de reconocer la urgencia de constituir una gran plataforma nacional unitaria, por cierto asumida recientemente por algunas regiones en Mérida y en Anzoátegui; propuesta que es fundamental expandir a todo el territorio nacional y a escala internacional, ya que es la condición para derrotar la dictadura.

Por ello, más allá de las posiciones divergentes, es esencial comprender que permanecer en una constante confrontación, en la que prive la descalificación de conciliadores o de radicales, o creer que solo las redes sociales son suficientes o los llamados a la calle, o solicitar intervenciones extranjeras, son un esfuerzo perdido si no se logra integrar la unidad nacional que requerimos los venezolanos para la liberación nacional.

La dictadura que oprime al pueblo venezolano es la de peor estigma que hayamos conocido en estos lares, se le quedan en pañales la de Juan Vicente Gómez y la de Pérez Jiménez; enfrentarla solo con centimetraje en los medios de comunicación, redes sociales y poses de valentía es una vana ilusión, requiere la organización y estrategia de quienes se orienten sin exclusiones en la perspectiva de la reconstrucción nacional, en la que lo electoral es un escenario, mas no el definitorio.


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