Para la historia quedará 2017 como un año de récord mundial, en el que un presidente aumentó 6 veces el salario mínimo y el efecto de la decisión solo causó pobreza y miseria en la masa de trabajadores. Si lo comparamos con España, donde hubo un solo aumento de 4% del salario mínimo interprofesional y 0,25% para los pensionados en 2018, veremos que el tema no son los porcentajes sino mantener el poder adquisitivo dentro de una economía estable.

Y este lamentablemente no es el objetivo de un gobierno que anuncia un aumento de 40% para alcanzar un ingreso de 797.510 bolívares, en el que solo corresponden a salario 248.510 bolívares, pues el resto es bono alimentario. Por cierto, este último será emitido de nuevo en tickets, lo que refleja la piratería de las marchas y contramarchas de la política salarial producto de la escasez de efectivo.

Ante el mundo el presidente se ufana de “su bondad de protector proletario”, cuando la realidad del mercado impone la cruenta situación de pulverización del poder adquisitivo, al palidecer dicho aumento ante el monto de la canasta alimentaria de 14.000.000 de bolívares, es decir, los 797.510 bolívares solo permitirán alcanzar 5,69% de ese indicador familiar vital para la vida decente.

El objetivo de este gobierno es justificar el apocalipsis de la economía con anuncios demagógicos salariales que evaden la solución ante la monstruosa miseria que originó las protestas civiles en diciembre por comida, promovidas por una población que no tiene otro recurso que la caja CLAP para poder sobrevivir y no morir de mengua, como está sucediendo en diferentes regiones de Venezuela. Un contexto agravado por la escasez y por el abuso desatado con el aumento diario de precios, ante un consumidor postrado por la inclemencia de la onerosa oferta sin control alguno.

Para cada trabajador venezolano resultó una tragedia el pasado año cuando cobró utilidades, bonificación de fin de año, vacaciones, horas extras, al percatarse que del ingreso salarial del año 2017 de 456.507 bolívares solo 177.507 bolívares era salario, base de cálculo para el monto de la bonificación. El resultado fue que no le alcanzó siquiera para comprar un par de zapatos. Relación que lo convierte en el presidente más flexibilizador de la historia en materia salarial, pues con el aumento de 2018 solo será salario 31% del ingreso global de 797.510 bolívares.

Por tanto, esta medida de aumento salarial presidencial de inicios de 2018 es una burla para todo el pueblo trabajador, que no visualiza medida alguna que detenga la atroz inflación que convierte en inalcanzable todo producto alimenticio. Un cartón de huevos de 30 unidades sobrepasa los 245.000 bolívares, un kilo de queso 230.000 bolívares, un kilo de pollo 200.000 bolívares, por solo nombrar una parte de la canasta alimentaria.

Por tanto ya no se trata de exigirle a un presidente evadido de toda realidad medidas que nunca tomará, pues su único argumento es la falacia de la “guerra económica”, sino exigirle al gobierno nacional la convocatoria urgente a una reunión conjunta de sindicatos, empresarios y gobierno para acometer acciones cruciales para restablecer el poder adquisitivo, orientadas a frenar la inflación y restablecer los servicios públicos, principal causa entre otras de la precarización de la vida de todo un país. Este es el verdadero temario del diálogo que exigen los venezolanos hoy, si no estamos en el umbral de la inmediata explosión social.


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