El 20 de mayo se llevó a cabo la elección para presidente de la República, tal como fue convocado por la ANC, tenida, esta, como espuria, por haber sido electa contrariando los principios constitucionales, puesta en práctica por un CNE, que salvo excepción de uno de sus rectores, Luis Emilio Rondón, cuyas consideraciones contrarias, expuestas en el “sanedrín electoral” no han llegado, ni llegarán más allá de la transcripción que a bien ha tenido hacerle uno que otro periódico asociado a la prensa independiente; dado que el resto de sus integrantes, electos de manera amañada, por la Asamblea Nacional presidida por el capitán Cabello sin integración opositora, valiéndose del recurso de la “omisión legislativa”; militantes del partido de gobierno, por lo tanto incapaces de ordenar, en el proceso ocurrido, como ha sido evidente el inicio de averiguación administrativa por violaciones de las normativas de la Ley Orgánica de Procesos Electorales, entre las cuales se encuentra un pernicioso acuerdo con Nicolás Maduro, para silenciar todo lo ocurrido en el menguado proceso, entre otros, de: “Escanear los carnets de la patria, en los desolados centro de votación”, con omisión de tan descarado ilícito e incurriendo en no cumplimiento de la normativa electoral vigente.

La realización de la elección presidencial, impuesta por el Poder Ejecutivo mediante un órgano no constituyente, proclamado en agosto de 2017, produjo en forma espontánea, grande abstención electoral, cual sin dirección opositora idónea, no es más que el reflejo de la insaculación de los bolsos contentivos de basuras para saciar el hambre, sumado al éxodo indetenible, de los que han llegado a conseguir los medios para hacerlo; a la vez que se denota la prostitución de los poderes públicos, convertidos en burócratas cada día más sumisos; como la falta de coherencia, de quienes apoderados de la dirección del pueblo, han sido incapaces para izar las banderas de la dignidad nacional; para luchar por la libertad de la prensa, expresión del pueblo; del parlamento soberano, del Poder Judicial libre; de la organización democrática de los partidos políticos; de los sindicatos; de todas las formaciones sociales que se han venido creando en las naciones modernas.

La elección realizada el 20 de mayo, no fue más que una “farsa” conducida y dirigida, por el gobierno militar de fuerza burocrática autoritaria, negada por la abstención voluntaria del mayoritario pueblo opositor. Negado también por los que ingenuamente concurrieron como “bestia de matadero” a una elección no transparente a votar contra la indeseada reelección autoritaria, lo que me lleva no tener duda: que los opositores que votaron lo hicieron de buena fe. Me atrevo a decirlo, con el mayor sentimiento institucional, dado que siguen demostrando voluntad para el cambio, expresando criterios razonables, los cuales estamos obligados a considerar, con la sinceridad que nos impone la sindéresis.

Sin caer en poses maniqueas, propias del fracaso de un infestado régimen fascista, la derrota de Maduro fue contundente; bien lograda con pura espontaneidad de un pueblo “harto” de inconsecuencias mal habidas, mas a la vez convencido de que solo, mediante la unidad nacional Venezuela volverá a ser asiento de las instituciones republicanas.

Maduro ha recibido un duro golpe. Se lo dio el pueblo soberano. Carece de respaldo popular. De simpatías en la región. El artificio de dádivas concedidas en marzo para la mujeres, en los días de Semana Santa; bono de abril; como el bono usado para escanear los carnets de la patria en los puntos rojos de votación del PSUV, no hubo de traducirse en votos. Tan deshonesto comportamiento nos hace recordar las votaciones argüidas en las “Cívicas Bolivarianas” durante el gobierno de López Contreras, instrumentadas por el colombiano Franco Quijano; como también el reparto de láminas de zinc hecho por el dictador militar Marcos Pérez Jiménez en las elecciones para la Asamblea Nacional Constituyente en año 1952, que le dio el triunfo al frente liderado por Jóvito Villaba.

El gobierno despótico, con intención manifiesta de perpetuación en el poder, sin respeto a los principios constitucionales, ha traído como consecuencia nefasta, que mucho gobiernos en el mundo han impedido transferencias con instituciones nacionales; han ejecutado sanciones financieras. 14 países del Grupo de Lima mantienen consulta con sus embajadores en Venezuela, acordando resoluciones sobre los venezolanos que migran. Desconocen la elección presidencial y tienen a Maduro como ilegítimo. La Unión Europea, Canadá, Estados Unidos; el Grupo de los 7, declaran que el proceso electoral que fuere realizado no cumple con los estándares internacionales, por lo que no poseen las garantías básicas para un proceso justo y democrático; los gobiernos de todas estas repúblicas se solidarizan con el pueblo de Venezuela; a la vez que se unifican e imponen nuevas sanciones contra altos funcionarios del gobierno, identificándoles con nombres y apellidos.

Sin temor a equivocarnos: Maduro se encuentra pegado contra las cuerdas, abandonados por los que fueron sus iguales, con deserción de muchos que integraron el “al luminosa del chavismo”; ausente de respiración por falta de aliados; pero ayudado por Rodríguez Zapatero, más que falso partero, valiéndose de este turista de oficio, logra inmiscuir al papa Francisco en la reminiscencia de un “diálogo” cuyo fracaso en Santo Domingo es indudable y de alto costo político para el sector opositor. Sus oficiantes para tan vergonzante fracaso son los mismos: los hermanos Rodríguez, entre los que se encuentra la ilegítima presidenta de la ANC. Maduro como si nunca hubiera roto un plato, hace un llamado para repetir una reunión incordio, para la resolución de conflictos, conversó con monseñor Aldo Gordiano, llegando a decir, causa hilaridad, que: “Al grupo de países perturbadores que pretenden presionar a Venezuela le tiendo mi mano; creo en las palabras, en el diálogo, la paz ; y creo en el entendimiento”.

Lo de Maduro no puede entenderse como una broma o chanza de uso en el día de los “inocentes”, que los hay bastante en la dirección opositora; por lo cual es de obligación urgente, no para considerar lo que es forma maniquea acostumbrada por quien se siente dueño del poder; sino para buscarle conducción a la espontaneidad de la abstención electoral.

Hasta ahora la deficiencia de dirección opositora, a decir verdad, ha sido pésima, caracterizada por una conducta incongruente que los ha hecho perder autoridad, que nos obliga a predecir buenos augurios para hacer posible la renovación inmediata del cuadro opositor, para la consolidación el bien; de la verdad y la justicia.

En razón a las ideas que puedan desarrollarse para el cambio del gobierno nefasto, conformado en forma mayoritario por una minoría castrense que en situación de actividad, determinan las decisiones del Poder Ejecutivo. No es posible continuar con el “espectáculo de circo”, que se desarrolla en la no obedecida MUD y en el llamado Frente Amplio, acusándose unos a los otros de la responsabilidad de sus desastres.

En honor a la verdad sin intención de ofensa, la falta de una estrategia de las fuerzas opositoras que nos lleven a consolidar una posición coherente unida al sentimiento del pueblo, que reclamen por las reivindicaciones no habidas bajo la dirección que requiere reemplazo; así como el notorio comportamiento de difamaciones e injurias entre los que no han sabido mantener una conciencia de “unidad nacional” para que el pueblo logre las reivindicaciones de los derechos que se le han sido usurpados, nos hace conscientes de solicitar una urgente revisión de la situación existente, para el logro de una unidad combativa y dispuesta

Hasta ahora las fuerzas opositoras del país no ha encontrado, la figura que nos una a todos. Se hace necesario buscarla. Luchar unidos, es gobernar, transigir, lo cual se ha eludido, sin sentido de responsabilidad.


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