En las condiciones de régimen totalitario afirmado en Venezuela, detrás de la perseverancia con la cual la definitiva ficción califica las elecciones, obsesiona la ingenua terquedad de los demócratas. Crear perspectivas para producir el cambio es obligación de una oposición para la cual todavía la conquista del poder puede realizarse a través del conocimiento, la práctica del sistema democrático y la libre participación de los ciudadanos.

Las variables presentes en la incertidumbre de la crisis económica, política y social requieren el reconocimiento de una operatividad sin Estado de Derecho, por lo cual como referencia de valor es preciso asumir una postulación ideológica-programática que debe confrontarse con la afirmación del castro-comunismo-narcotraficante-bolivariano, que con la asamblea constituyente y el resultado de las elecciones a gobernadores ha finiquitado, en mi opinión, una grave incongruencia estratégica. Pues, deteniendo y utilizando en forma impropia –disconforme con el derecho y con los principios de equidad y de justicia– todos los poderes, fuerzas y controles constitucionales y extraconstitucionales o irregulares; en lugar de conceder espacios a la mayoría de los ciudadanos y demostrar a la comunidad internacional un reconocimiento de la diversidad y una propensión a la convivencia civil y al “diálogo”, para disminuir la presión interna y externa, han preferido imponer su predominio absoluto para asegurar la continuidad del poder que en la específica circunstancia no se encontraba directamente en peligro.

Así han confirmado ser una minoría, expresión de una proposición política obsoleta-ideológica y programática, cuya efectiva debilidad deriva del miedo de comprometer la estructura y organización cívico-militar constituida alrededor de las instituciones del Estado y de la distribución de los ingresos disponibles. Por eso la necesidad de asegurar formas y modalidades del flujo financiero a la “revolución y sus finalidades internas e internacionales” hasta pretender la juramentación inconstitucional a la asamblea constituyente de los gobernadores de la oposición. Por cierto, haber perdido las tres gobernaciones limítrofes con Colombia estorba los ilícitos del narcotráfico, así como en la situación de Guayana los negocios que facilitan la corrupción y la explotación a favor de los Estados interesados y las corporaciones multinacionales complacientes: ya Pdvsa se encuentra bajo el control ruso y chino. De modo que no sería ninguna sorpresa si la necesidad de disponer de recursos para financiar “la revolución” en Venezuela, Colombia y las áreas del Caribe encontrarán en la perversión del ejercicio del poder la manera de anular la voluntad de los venezolanos manifestada con una cantidad de votos que no ha podido ser alterada por el sistema y conteo “transparente” del CNE, y así destituir los gobernadores designados por la voluntad popular.    

A medida que se produce el conocimiento y la organización, la capacidad crítica permite la creación de un paradigma alternativo que no se puede quedar como simple expresión semántica o para producir una coalición para conseguir “votos que sirvan para la salida de un gobierno”, sino que se transforma en instrumento de difusión de la lógica del consenso, de la toma de decisiones y de las acciones necesarias para propiciar el cambio del “sistema” país.

El compás de la percepción se debe ampliar en la mente de los ciudadanos, que sometidos a los sacrificios de la hiperinflación y especulación deben encontrar en las ideas, en la ideología escogida, el input para transformar la probabilidad en posibilidad de renovación: esta no se puede reducir a una “simple”, instintiva e incontrolable reacción determinada por las necesidades de bienes, servicios, alimentos, medicamentos.

Sería contradictorio afirmar la prevalencia de un aspecto sobre el otro, también si en lo inmediato la praxis es la que ocupa la proposición y la acción política. La realidad siempre es una sola constituida por la unión de las dos que la representan. Entonces será posible hablar de la recuperación del Estado- nación, su identidad y soberanía.

“Las ideas se tienen, se dejan de tener, se vuelven a tener y a veces no se tienen nunca, pero se debaten igualmente”. Es una reflexión de  sir Ralf  Dahrendorf  en La teoría del conflicto, un tratado de sociología moderna que los gerentes de la MUD, con oportuna humildad, deberían leer para comprender el alcance de los errores cometidos en la gestión del consenso recibido en las diversas oportunidades, y para preguntarse si es configurable un nuevo norte para construir una estrategia de conquista, no de contención del poder de un adversario que por su naturaleza no respeta las reglas definidas en el mismo pacto constitucional y en el derecho positivo.

Es un compromiso que requiere la estructuración de una verdadera democracia interna de los partidos políticos, de la función complementaria y tal vez alternativa de la sociedad civil, a la cual podría hacer referencia con confianza la mayoría de los venezolanos y la comunidad internacional porque niega someterse incondicionalmente a la órbita de una de las más grandes aristocracias antidemocráticas y corruptas del planeta.


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