En la existencia del dinero estriba uno de los progresos más importantes que hay que registrar en la economía en la época contemporánea. Cabe incluso decir que tampoco se puede comprender cabalmente la historia de las naciones y de las culturas, si no se tiene en cuenta el papel activísimo que el dinero ha desempeñado en los vaivenes de la historia y en la formación del estilo de vida de las diferentes épocas. Nadie sabe cómo apareció el dinero en la historia de la humanidad. La gente debió descubrir un día, hace incontables milenios, que estaba ahí. Solo una cosa podemos decir: para ser verdaderamente dinero, este había de cumplir, lo mismo que hace millares de años que en la actualidad, la esencial condición previa de ser susceptible de colocación, venta y aceptación con carácter general.

Entendemos, pues, que el dinero consistió en alguna mercancía muy codiciada, de la que en caso de necesidad se podría obtener una satisfacción real. Bien eran varillas de hierro, bien tiras de tejido o de cuero, bien objetos de adorno, pero con particular frecuencia tropezamos con el empleo de cabezas de ganado como dinero, lo cual se trasluce todavía hoy en restos petrificados del idioma, como en la palabra latina “pecunia” o en la inglesa fee. Los metales nobles, por razones múltiples y fáciles de comprender, acaban por ser preferidos, y a partir de entonces comienza la historia del dinero y de la moneda accesible a la investigación.

Sin embargo, el dinero es un bien de índole peculiarísima, pues cualquier otro bien lo estimamos porque de alguna manera es apto para satisfacer una necesidad; al acabar su esencia económica por desaparecer en el acto de satisfacción de la necesidad, cumple su finalidad o razón de ser. El chocolate, por ejemplo, recorre muchos estadios y pasa con la misma frecuencia de mano en mano, pero su destino final es ser consumido sin pena ni gloria. No así el dinero. Si por su naturaleza y por su destino son mortales las mercancías que sirven a la satisfacción real, el dinero, por su esencia y por su destino, es inmortal, porque no sirve a la necesidad real, sino a la circulación, esto es, porque no lo aprovechamos comiéndolo, sino gastándolo y, por tanto, haciéndolo pasar intacto a otras manos.

Y, sobre todo, el dinero cumple su finalidad confiriéndonos el derecho de obtener en cada caso del inmenso almacén de mercancías de la economía nacional aquellas que nos apetecen, y este derecho lo adquirimos, por lo común, contribuyendo por nuestra parte, al trabajar, a la creación de dicho almacén de mercancías. Por eso, se ha podido comparar el dinero con un billete de entrada al “producto social”, es decir, al fondo de bienes y servicios que exista en cada caso, incluso, es algo así como un bono contra el “producto social”.

El metalismo, mejor dicho, el comienzo del uso de metales nobles como dinero se perdió en la noche de los tiempos, pero modernamente la constitución de Estados Unidos asigna al Congreso la autoridad para “acuñar monedas y regular el valor de esta, así como el de monedas extranjeras”. En uno de los primeros ejercicios de ese poder el Congreso, en 1792, aprobó una ley de acuñación en la que definía el dólar como unidad monetaria básica de Estados Unidos. Además, definía el dólar como equivalente a 371,25 granos de plata fina o 24,75 granos de oro fino (la onza troy tiene 480 granos y un grano es igual a 0, 0648 gramos; puesto que se definía el dólar como equivalente a 371,25 granos de plata o 24,75 granos de oro, resulta que una onza de plata valía 480 dividido por 371,25, igual 1,2929 dólares, y una onza de oro valía 480 dividido por 24,75, o sea, 19,3939 dólares) autorizaba la libre acuñación tanto de la plata como del oro, siempre que se respetase la equivalencia especificada de 15 a 1 (371,25 entre 24,75 igual 15)y establecía la ley del metal noble utilizado para la acuñación. Este sistema se llamó bimetalismo, pues utilizaba dos metales nobles.

Cuando Maduro anunció la creación de la “criptomoneda” dio a entender que fue muy mal aconsejado, lo digo cordialmente, y que no sabía lo que decía, ya que dicha moneda tendría, como lo dijo repetidamente, respaldo en petróleo, oro, diamante, gas y otros metales, esto es, una ampliación del bimetalismo, pero sin definir a cuánto de petróleo equivaldría un “petro”, menos a cuánto de diamante y de oro; tampoco precisó cuáles serían los precios de esos respaldos para calcular las respectivas equivalencias y así definir el valor de un monto global de materias primas como respaldo, quiero decir, determinar el valor de las reservas de los minerales apartados como respaldo y las paridades correspondientes. Menos aún se refirió a los precios internacionales de esos productos que serían seleccionados y todavía menos a la inestabilidad, a las variaciones periódicas, cíclicas, de las susodichas materias primas y cómo se eliminaría, si es que se puede eliminar dicha volatilidad.

Es más, si el “petro” contará con ese respaldo ¿a cuánto del valor del respaldo correspondería una unidad monetaria? En otras palabras, ¿Cuántos “petros” se emitirán por cada unidad monetaria del valor del respaldo total? ¿Significa acaso que alguien en posesión de “petros” puede exigir cambiarlo por la respectiva parte de petróleo, oro, diamante, gas, etc., que representa su valor? Tal como hacía el general De Gaulle con los dólares que entraban al tesoro francés: los cambiaba por oro en el tesoro estadounidense, razón por la cual el presidente Nixon eliminó en 1971 esa libre convertibilidad, es decir, el respaldo de oro al dólar, apartándose así de los acuerdos de Breton Woods, fundamentos del sistema monetario internacional.

En síntesis, por carencia de aceptabilidad, de confianza, como se explicó supra en las características del dinero, por las innumerables indefiniciones e imprecisiones, el “petro” es un disparate monetario, que, por lo demás, no conlleva una explicación de su papel junto al maltratado y disminuido bolívar. La MUD, de acuerdo con su estrategia colaboracionista, parece que acepta el “petro” tácitamente, pues no dice nada, tal como hizo con el insensato nuevo cono monetario. Cabalga en el desastre por intereses mezquinos y para mal del país. ¿Qué hace la Asamblea Nacional? El país carece de orientación. No hay un grupo político que trate el tema con seriedad.

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